En la sanidad pública, y en particular en algunas CCAA, hay una importante falta de medios, tanto en la asistencia primaria como en los hospitales, en gran parte debido a las políticas neoliberales que se han sucedido desde la crisis financiera de 2008.

Durante la pandemia, ante la previsión de que los hospitales pudieran quedar colapsados, y mientras el nacional-populismo xenófobo, azote de organismos multilaterales como la ONU y la OMS y que va por una senda incompatible con los valores democráticos, planteaba soluciones negacionistas (sístole) y exposición libre al coronavirus más inmunidad de rebaño (diástole), los gobiernos democráticos, incluido el nuestro, decidieron iniciar el confinamiento.

El temprano desbordamiento de la estrategia de contención mostró de nuevo la necesidad de refundación de la Primaria y los sistemas de atención permanente para evitar la ambulatorizacion de las urgencias.

El principal problema en los hospitales se planteaba pues en los servicios de urgencias y en que no hubiera suficientes camas de UCI para los enfermos graves de la covid-19.

Hoy hemos comprobado la gran capacidad de adaptación y flexibilidad demostrada en la covid19 frente a la tradicional rigidez de la jerarquización hospitalaria, unida a la nuevo papel de apoyo a la resistencia del paciente de la covid19 en las UCIs.

Ahora, mientras crece la indignación entre los profesionales porque la reconstrucción en el apartado sanitario excluye, una vez más, entre otros al colectivo de urgencias, y a los MIR, cuando el fondo de recuperación europeo ha lanzado 750.000 millones a los presupuestos de los Estados miembros, hay algo que es evidente: frente a la austeridad suicida de 2010, hoy tenemos fondos para decidir proyectos de inversión, orientados a transformaciones estructurales concretas, y esto incluye de manera prioritaria a la sanidad pública y los hospitales.

Recordemos que en los últimos años han predominado las políticas de austeridad, que se han concretado en el cierre de camas, la contención en la masa salarial y el desvío de actividades a las clínicas privadas. Pero la covid-19 ha traído algunas enseñanzas, entre ellas la sanitaria.

Si consideramos la salud como un bien público, habría que reconocer que las soluciones no van a venir de la telemedicina ni de la medicina 2P (predictiva y personalizada), y habría que replantearse las decisiones que han encumbrado en varias CCAA al sector concertado por encima de los hospitales públicos, incluso de los  universitarios, en los que se combina la asistencia con la docencia y la investigación.


"Sigue pendiente la respuesta aplazada a la otra "pandemia": la de las enfermedades crónicas, muchas de ellas a la espera y en situación de deterioro"


Hoy, en pleno periodo de control de la pandemia, los hospitales y los profesionales sanitarios de la sanidad pública están en situación de estrés, con el sistema del doble itinerario en los centros, la limitación y el agotamiento de las plantillas y el problema de siempre de las listas de espera, ahora multiplicados.

También sigue pendiente la respuesta aplazada a la otra "pandemia": la de las enfermedades crónicas, muchas de ellas a la espera y en situación de deterioro.

La enorme carga asistencial de los hospitales y los colapsos que se producen cada cierto tiempo en sus servicios de urgencias se explican por la nula prioridad que se le da a la asistencia Primaria y a la dimensión sociosanitaria del sistema, porque un alto porcentaje de los pacientes podrían ser atendidos y resueltos adecuadamente en los centros de salud si estuvieran bien dotados.

Antes de que los gobiernos del PP heredasen el modelo sanitario que salió de la ley general de sanidad, este era reconocido como un excelente sistema, bien valorado por la población y con un alto grado de eficiencia. Durante estos últimos años, y en particular desde la crisis financiera de 2008, los distintos gobiernos de la derecha (central y autonómicos), que no comparten el modelo público, han mantenido una estrategia de deterioro del sistema (incremento de conciertos con la sanidad privada, impulso de las fundaciones, colaboración con la iniciativa privada en la construcción de hospitales, política de recortes en la asistencia primaria).

Y aunque esa estrategia que conducía a que el sector privado asumiese un papel predominante en nuestra sanidad ha fracasado, lo que sí ha avanzado ha sido la consolidación de un proceso de "ambulatorización", es decir, se fuerza el aumento de la productividad del personal sanitario, se congelan los salarios, se regalan a la privada las intervenciones más rentables, se reduce la duración de las estancias, y se cierran camas. Como muestra, algunos datos. La mayoría de las CCAA tiene alrededor de 3 camas por 1000 habitantes, mientras que Alemania está en 8,3. Y si se considera el gasto por el número de habitantes, España está en 1690 euros, mientras que Alemania está en 5200 euros.

No es sólo la falta de camas. Tampoco parece muy ordenado el panorama de las unidades que atienden a pacientes críticos con la pugna que sostienen determinados servicios. En España hay cinco unidades que atienden a estos pacientes: las UCI propiamente dichas, las unidades de reanimación gestionadas por anestesiología, las unidades coronarias y las de cuidados intensivos pediátricos y neonatales. Y a estas habría que añadir las unidades de cuidados Intermedios (en neumología, medicina Interna, etcétera).

Para terminar, a destacar las lecciones aprendidas. Entre ellas, la necesidad de dar prioridad a la salud pública, la asistencia primaria y a los sistemas de atención permanente para evitar la "ambulatorización" de las urgencias. También, el debate sobre el modelo de especialización, en particular en la especialidad de medicina preventiva y salud pública, una de las menos valoradas en la reciente convocatoria MIR. Y, sobre todo, como integrar en el sistema de formación y en la gestión hospitalaria la capacidad de adaptación y flexibilidad demostrada en la covid-19 con la nueva tarea de resistencia de las ucis en la covid frente al tradicional suministro de soporte vital, como si de una vuelta a su origen vinculado al pulmón de acero en la epidemia de polio se tratase
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