Recientemente se han publicado diversos estudios e informes sobre cómo debe ser la nueva Sanidad del futuro. Consultoras como PWC, McKinsey o Deloitte y universidades como Harvard coinciden en que la pandemia marca un antes y un después en cómo la Sanidad tiene que ser organizada, prestada y financiada. Y todos esos informes coinciden en que la tecnología tendrá un papel, si cabe, más relevante en un futuro muy cercano.

Sin entrar en muchos detalles, todos los estudios inciden en cuatro grandes factores de cambio. El primero lo podemos aglutinar en torno al concepto de Sanidad Virtual. No hay que ser demasiado avezado para darse cuenta de que la pandemia ha traído de la mano una necesaria utilización de herramientas de comunicación virtual para intentar sustituir determinados actos clínicos presenciales.

Telemedicina y la necesidad de que algunos servicios se presten -o puedan prestar- de forma virtual; hospital sin barreras o sin paredes con pacientes en casa monitorizados como si estuvieran en una planta del hospital; ensayos clínicos a distancia y virtuales; o una plantilla de trabajadores deslocalizada y trabajando en remoto son sólo algunos de los cambios que ya están presentes en nuestra sanidad.


"De poco nos va a servir invertir gran cantidad de recursos en digitalizar si no podemos acompañar dicha inversión de los cambios que el modelo necesita"



En segundo lugar, todos los estudios destacan el papel de la toma de decisiones basadas en datos en tiempo real e, incluso, predictivos. Convertir datos en información e información en acciones parece ser la recomendación y la necesidad ante situaciones como la que estamos viviendo. Sin embargo, esta tendencia requiere profundos cambios ligados a mejorar la infraestructura de comunicaciones, apostar por la interoperabilidad de los sistemas y ser consciente de la necesidad de colaborar entre distintas instituciones (sean públicas o privadas).

En tercer lugar, destaca el concepto de ecosistema (incluyendo la cadena de suministro).Si algo ha hecho evidente el Covid 19 es que no sirven respuestas locales e individuales ante problemas globales. Cada institución, cada comunidad, cada país cuando ha intentado combatir la pandemia sólo con sus medios, siempre ha ofrecido una respuesta poco eficiente. Y sólo cuando se han producido alianzas entre distintos actores es cuando la respuesta ha sido satisfactoria. Ejemplos hay miles, como la alianza entre empresas tecnológicas e instituciones sanitarias para analizar mejor los datos de pacientes Covid y evitar ingresos en UCI, o la alianza entre hospitales y diferentes industrias para la fabricación de respiradores.

Queda, en cuarto lugar, lo que dichos estudios denominan cambios regulatorios. Nada de lo anterior es posible si no se aborda un debate serio sobre nuestro sistema de salud y sobre cómo se financia y se organiza: desde el modelo de personas hasta la integración entre distintos niveles, incluido el sociosanitario, y el cada vez más incipiente papel de los determinantes sociales de salud.

Y aquí es quizás donde más escéptico soy. Estos cambios y reformas no son nuevos. No han aparecido como consecuencia de la pandemia. Son interesantes y profundos debates, largamente aplazados, que todos los expertos, instituciones y análisis llevan señalando hace años. Pero siempre hay alguna excusa para no afrontarlos.

De poco nos va a servir invertir gran cantidad de recursos en digitalizar todo nuestro sistema de salud si no podemos acompañar dicha inversión de los cambios en el modelo de prestación que se necesita. De la misma forma, flaco favor nos haremos si pensamos que cada institución o cada sector (sea público o privado) es capaz de ofrecer todos los recursos y ser el mejor en todo. Dejemos de pelearnos y unámonos para ofrecer lo mejor a la sociedad.

Esperemos que el Covid no se convierta en la nueva excusa para afrontar los cambios que nuestra Sanidad, nuestros profesionales y nuestra sociedad merece.