Javier Torres, coordinador de Emergencias del Consejo General de la Psicología de España, Ángel Boceta, coordinador del Gipec Extremadura y Jesús Linares, secretario del COP
El mapa de España se tiñe de rojo como nunca antes lo había hecho. En cuestión de días,
el número de incendios activos ha escalado hasta superar los 40 en la Península. Mientras los cuerpos de bomberos luchan por frenar las llamas, los miembros de los Grupos de Intervención en Emergencias y Catástrofes (Gipec) se encargan de la contención emocional, tanto
de las víctimas como de los propios profesionales que se encuentran aplacando el fuego en primera línea.
Sin embargo,
una catástrofe tan imprevisible como destructora, que gana magnitud en cuestión de horas, requiere de un número suficiente de 'guardianes' de la salud mental, en estos momentos, "insuficiente" a ojos del colectivo de profesionales. "El
número de psicólogos disponibles para emergencias en España es escasísimo en comparación con la necesidad real, especialmente en incendios forestales simultáneos", alega Jesús Linares como profesional de emergencias y secretario de la Junta de Gobierno del
Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP).
Pese a las recomendaciones de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) para integrar
psicólogos especializados en todas las fases de la gestión de emergencias -preparación, intervención y recuperación-, la presencia de estos perfiles profesionales en equipos de emergencias en España "
es limitada y desigual según la comunidad autónoma" y su despliegue "no siempre es sistemático ni permanente", advierte.
Labor voluntaria
Además, la mayor parte trabaja en régimen de
voluntariado o como colaboraciones temporales, "lo que dificulta la continuidad y la estabilidad en el apoyo", critica el psicólogo de emergencias.
"Durante la catástrofe, todo el mundo sabe que somos necesarios e imprescindibles, porque se nos activa desde el minuto uno, pero luego, cuando acaba la emergencia,
parece que ya no tiene sentido nuestra presencia y el trabajo que hacemos, cuando realmente podríamos hacer muchas más cosas", defiende, en este sentido, Javier Torres, como coordinador del Área de Intervención Psicológica en Emergencias del
Consejo General de la Psicología de España (
COP), al entender que la Administración debe respaldar económicamente ese trabajo que está haciendo el profesional.
Y es que, aspectos como las
vacaciones, la situación laboral o la conciliación familiar, pueden llegar a mermar considerablemente la presencia de estos profesionales en los equipos de emergencias. "De los 45 que somos a día de hoy, según la época, puedes disponer realmente de 20 operativos", cuenta Ángel Boceta desde su experiencia como coordinador del Gipec en Extremadura, donde se han llegado a registrar hasta 17 focos activos esta semana.
Creación de plazas en todas las CCAA
Una situación que Linares califica a todas luces de "precaria, partiendo de la base de que la especialidad no está reconocida por ley". Según Torres, lo deseable sería contar con una rama que fuera
Psicología de las Emergencias, aunque, duda que "hoy por hoy pueda llegar a ser una utopía". En su opinión, la hipotética configuración de un
PIR específico en esta área -como apuestan en
otras vertientes de la profesión-, debería llegar acompañada de una voluntad política para garantizar la creación de las
plazas "necesarias en cada comunidad autónoma" dentro de aquellos organismos autonómicos que gestionan el ámbito de las emergencias. "Lo uno tiene que venir acompañado de lo otro", argumenta.
"La labor del psicólogo en los incendios no puede ser un voluntariado"
|
Actualmente, aquellos psicólogos que quieren dedicar su labor al área de emergencias, deben realizar un
curso inicial y formaciones específicas a lo largo del año en diferentes aspectos y "a demanda del propio grupo de emergencias", relata Boceta, en relación al aprendizaje que se ofrece desde los colegios oficiales de Psicología, a la que habría que sumar la oferta actual de postgrado, con másteres específicos "para que el profesional tenga esa formación básica para poder intervenir".
Evitar el estrés postraumático
En esa labor de
protección de la salud mental del profesional ante el fuego, Linares ve fundamental ofrecer una atención psicológica articulada en 3 niveles que permita preparar a los intervinientes con formación en resiliencia operativa, manejo del
estrés agudo y estrategias de autocuidado, además de simulacros con componente psicológico para
entrenar la respuesta bajo presión.
Una vez en el terreno, el profesional se centra en la necesidad de establecer
intervenciones breves de asistencia psicológica -con técnicas de grounding, regulación fisiológica o primeros auxilios psicológicos- y triajes psicológicos.
Igual que en el resto de pacientes, debe existir una labor de seguimiento posterior que incluya
programas de detección temprana de trastorno por estrés postraumático (TEPT) o
burnout a medio-largo plazo y la promoción de grupos de apoyo entre iguales (peer support), "una vez demostrada su eficacia en bomberos y brigadistas forestales", sin descartar técnicas como el Defusing o el Debriefing para
gestionar reacciones tras el evento en caso de necesitarse un mayor nivel de especialización. "Hoy precisamente un alcalde ha sufrido una crisis de ansiedad en plena reunión porque están bajo una presión brutal por el operativo y por los vecinos", relata, en este punto, Boceta.
Secuelas del fuego
Y es que, intervenciones de este tipo pueden ser las causantes de "
estrés agudo e intenso, miedo al riesgo vital,
frustración por la magnitud del incendio y por las pérdidas humanas/ambientales, así como sentimientos de impotencia o culpa cuando no se logra salvar viviendas, personas o animales". En el plano cognitivo, atender una emergencia de ese calibre puede provocar una "sobrecarga atencional por multitarea en entornos caóticos -fuego, humo, órdenes cambiantes-, con riesgo de
desregulación en la toma de decisiones bajo fatiga y alta presión".
A esa carga hay que sumar, en algunos casos, una "ausencia de contacto prolongado con familiares" y conflictos de conciliación por la intensidad y duración de los operativos", lo cual, unido a todo lo anterior, incrementa el riesgo de desarrollar
trastornos del estado de ánimo o trastornos de ansiedad en los meses posteriores. "Veo a mis compañeros agotados, que descansan poco y luego se meten en esos trajes a 40 grados...", relata, sobrecogido, Boceta.
Bulos en situaciones de emergencia
Gestionar los
bulos informativos también forma parte de la labor del colectivo. "Es tremendo y nos quema", reconoce Boceta, cuyo equipo permanece conectado en todo momento al Centro de Coordinación Operativa Integrada (Cecopi) " para informar de las condiciones en las que están los albergados y para tener información de primera mano".
"Hemos de concienciar a la Administración pública de la importancia de la figura del profesional de la psicología de emergencias. Pero ya no solamente cuando hay una
gran emergencia, sino en las emergencias cotidianas. Eso sirve para que
el psicólogo pueda intervenir prácticamente cada día", declara, en este sentido, Torres, orgulloso del "buen trabajo" que le consta están realizando todos los Gipec activos en el mapa para acabar con los incendios que asolan la Península.
Las informaciones publicadas en Redacción Médica contienen afirmaciones, datos y declaraciones procedentes de instituciones oficiales y profesionales sanitarios. No obstante, ante cualquier duda relacionada con su salud, consulte con su especialista sanitario correspondiente.