Comentábamos en la primera parte de esta tribuna la gestación de la crisis, junto con las consecuencias macroeconómicas en el gasto sanitario que aún soportamos. Vamos a analizar ahora cómo se han distribuido estas insuficiencias presupuestarias en los distintos aspectos de nuestra sanidad.

En mayor o menor medida, los recortes han alcanzado todas las partidas. Más de la tercera parte han ido al capítulo de personal que cayó en mas de 3200 millones de euros, un 10,3 por ciento, a expensas tanto de la reducción de plantillas como de la paralización de nuevas contrataciones y reducción de salarios principalmente en sus partes variables y pagas extras y por supuesto en términos tanto absolutos como relativos. La inversión sanitaria en obras y equipos cayó en el mismo período un 7,5 por ciento, aunque en algunas comunidades autónomas superó el 20 por ciento dejando paralizado cualquier proyecto de renovación. Otras partidas en distintos organismos sufrieron recortes iguales o mayores: por ejemplo, la que destinamos en la ONT a la formación de profesionales se redujo en un 20 por ciento en 2013 sin que se haya recuperado posteriormente.

La consecuencia lógica de todo lo dicho ha sido un tensionamiento del sistema que sin embargo, ha seguido proporcionando una asistencia de alta calidad, sin que los índices sanitarios hayan caído en paralelo. Ello se ha logrado a expensas sobre todo del factor humano (y no es retórica, a las pruebas numéricas me remito). Los salarios médicos que ya de por si se acercaban más a la Europa Oriental que a la Occidental han acrecentado sus diferencias con los de los países más generosos y son ya como media la mitad que en el Reino Unido o casi la tercera parte de Irlanda (curiosamente un país rescatado), y lo mismo cabe decir de la Enfermería.


"El capítulo de personal cayó en un 10,3 por ciento"


Paradójicamente, esta importante reducción presupuestaria, en ausencia de un deterioro del sistema (más por menos dinero), nos ha llevado a un aumento de la eficiencia hasta hacernos pasar del 14º al tercer puesto del ranking mundial elaborado por la compañía norteamericana Bloomberg, con datos de la OCDE y el Banco Mundial y que básicamente considera la esperanza de vida, el gasto sanitario per cápita y el porcentaje del PIB gastado en sanidad. España se sitúa solo por detrás de Hong Kong y Singapur y por encima de todos los países europeos y americanos, con USA en el puesto 50º (mucho gasto y peores resultados).

Pero todas estas estrecheces dejan cicatrices. La reducción de inversiones ha frenado en seco la apertura de nuevos centros, paralizado sine die algunos hospitales a los que la crisis les pilló en fase de construcción o bien ha inducido la adopción de fórmulas público-privadas con la consiguiente polémica de privatización por medio. Por otra parte, la obsolescencia (aparte la programada) se ha adueñado del parque tecnológico español ante las dificultades de renovación. La curiosa polémica creada en torno a la donación de la Fundación Botín para la lucha contra el cáncer sacó a la luz la gran antigüedad de las dotaciones hospitalarias tanto diagnósticas como terapéuticas y la urgencia de actualización so pena de no poder atender la demanda creciente de tratamiento oncológico y también del mayor riesgo de los pacientes. La patronal Fenin ha cifrado en 1.400 millones de euros las necesidades para los próximos cuatro años, sin contar nuevos centros o reemplazo de tecnologías obsoletas, aportando la información de que el 70 por ciento de los TAC, el 69 por ciento de los ecógrafos y el 81 por ciento de los equipos de soporte vital superaban a finales de 2016, los cinco años de antigüedad, cuando se considera óptimo que el 60 por ciento de estos aparatos tengan menos de cinco años.

Si nos referimos a los recursos humanos, los años de crisis en los que no solo no se ha creado empleo, sino que se ha destruido en cifras que según distintas estimaciones van de los 14.000 a los 45.000 según como se contabilice, han traído como consecuencia un envejecimiento progresivo de médicos, Enfermería y demás personal y un bloqueo selectivo de la contratación de jóvenes que pone en riesgo el relevo generacional sobre todo en sectores muy especializados. Los equipos de trasplante son una buena muestra, aunque desde luego no la única. Es cierto que según la OCDE el porcentaje de los médicos españoles de más de 55 años no está entre los más elevados, a distancia por ejemplo de Italia o Francia, pero el empujón recibido en estos años ha sido muy significativo.

Desde el punto de vista cualitativo, muchos de nuestros mejores jóvenes se han visto obligados a emigrar a otros países en un ejemplo de lo que la ministra de trabajo denominó “movilidad exterior”. Según la Organización Médica Colegial en los últimos cinvo años se expidieron más de 15.000 certificados de idoneidad para médicos, de los que el 70 por ciento eran para trabajar en el extranjero. En el caso de la enfermería se ha estimado en al menos 8.000 los emigrados a la Un por ciento de los trabajadores sanitarios españoles. Como consecuencia de la globalización, los puestos de trabajo inestables y mal remunerados que nuestros jóvenes lógicamente no quieren pasan a ser ocupados por sanitarios de otros países habitualmente no tan bien formados como los españoles. La consecuencia es que aparte el déficit cuantitativo, la calidad de nuestro sistema sanitario puede resentirse seriamente por el déficit selectivo de personal bien preparado (que formamos y pagamos nosotros) en puestos clave, si no mejoran tanto la oferta de empleo en el sector público como las condiciones del mismo y se hacen atractivas para nuestros jóvenes.

Estas son solo algunas pinceladas macro de las muchas heridas que ha dejado la crisis en el campo sanitario y que se podrían extender ad infinitum cuando se desciende al día a día de las listas de espera, de las Urgencias, de la Atención Primaria, del deterioro de las condiciones de trabajo… Conociéndolas mejor podremos valorar con mayor conocimiento de causa lo que ha significado para todos el robo de fondos públicos, la incompetencia o la estupidez de muchos de nuestros gobernantes.