Pocas frases hay tan ominosas tanto en medicina como en gestión sanitaria en general (y también en otros aspectos de la vida), como el clásico “Esto no es de lo mío”. Traducido al román paladino significa que el interlocutor, o no tiene ni idea de que va el asunto, o lo que es más frecuente, pasa olímpicamente de ocuparse de él por pura desidia o por cualquier otra razón más o menos espuria.

En la asistencia sanitaria, la superespecialización ha hecho que este fenómeno sea cada vez mas frecuente para desesperación de enfermos y generalistas que con frecuencia ven como su caso cae en tierra de nadie con la consiguiente pérdida de tiempo y recursos.

En el mundo de la gestión, cualquier proceso descentralizador tiende a crear zonas intermedias entre la estructura central coordinadora y las ya descentralizadas y a su vez de éstas entre sí, en las que el riesgo de que algo llegue a no ser responsabilidad de nadie es máximo. Las transferencias autonómicas en sanidad o servicios sociales son un buen ejemplo: cada vez que hay una noticia positiva, gobierno central y autonomías pugnan por atribuírsela, pero si se trata de un marrón pasa a no ser competencia clara de nadie. Las responsabilidades serán de otro.

Los responsables durante la pandemia


La pandemia nos ofreció un verdadero recital de este fenómeno. Tomadas al principio todas las competencias por el ministerio a golpe de decreto, lo que le permitió dictar todas las medidas extremas de aislamiento (luego declaradas inconstitucionales), aunque la asistencia quedara en manos de las comunidades y la coordinación en materia de recursos, capacidad de intensivos y tantos otros aspectos fuera simplemente inexistente. Cuando aquello se complicó, el propio ministerio inventó la palabra corresponsabilización que en la práctica significó que cada cual se las apañara como pudiera. Así siguieron las cosas hasta que la aparición de las vacunas dio un vuelco a la pandemia, momento en el que el gobierno central volvió a querer ponerse las medallas (las vacunas ya las ponían las comunidades) por lo bien que lo había hecho.


En pandemia"el llamado Ministerio de Asuntos Sociales, tan responsable de las residencias de mayores como el de Sanidad de los hospitales, y en manos entonces del vicepresidente Pablo Iglesias, se puso de perfil desde el primer momento en que se vio que aquello iba a ser un desastre [...], transfiriendo todos los marrones a las comunidades. Éxito estratégico rotundo. Pese a lo que ocurrió en las residencias de toda España, el Sr. Iglesias pasó por todo aquello sin tocarlo ni mancharlo. No era un problema suyo"



Paralelamente, el llamado Ministerio de Asuntos Sociales, tan responsable de las residencias de mayores como el de Sanidad de los hospitales, y en manos entonces del vicepresidente Pablo Iglesias, se puso de perfil desde el primer momento en que se vio que aquello iba a ser un desastre, como si no existiera (de hecho, convenció a todo el mundo de que así era), transfiriendo todos los marrones a las comunidades. Éxito estratégico rotundo. Pese a lo que ocurrió en las residencias de toda España, el Sr. Iglesias pasó por todo aquello sin tocarlo ni mancharlo. No era un problema suyo.

¿Quién gestiona qué en sanidad?


Recientemente el presidente del gobierno sacaba como arma dialéctica contra la oposición las listas de espera de “sus” comunidades. Aparentemente el Ministerio de Sanidad, espíritu puro del que cada vez es más difícil saber para que sirve y que forma parte del gobierno tanto como el de Hacienda encargado de una financiación adecuada de las comunidades para afrontar las listas de espera y mil asuntos más, no tiene nada que ver en el tema.


"Las competencias de los trasplantes son tan de las comunidades como las listas de espera quirúrgicas o de especialistas, y las mismas competencias tiene la ONT sobre la donación y el trasplante como el conjunto del Ministerio sobre la actividad médica o quirúrgica de los hospitales. Sin embargo, nadie duda que para resolver un problema en materia de trasplantes hay que contar con la ONT y que ésta siempre va a dar la cara".



Por comparar, en sus 35 años de vida, ¿alguien ha oído decir a la Organización Nacional de Trasplantes alguna vez “Esto no es de lo mío”? Pues sucede que las competencias de los trasplantes son tan de las comunidades como las listas de espera quirúrgicas o de especialistas, y las mismas competencias tiene la ONT sobre la donación y el trasplante como el conjunto del Ministerio sobre la actividad médica o quirúrgica de los hospitales. Sin embargo, nadie duda que para resolver un problema en materia de trasplantes hay que contar con la ONT y que ésta siempre va a dar la cara. Hasta en los momentos más complicados y desagradables como fueron los intentos de tráfico y comercialización de órganos registrados durante la pasada década y afortunadamente abortados por la colaboración con las fuerzas de seguridad del estado, toda la voz cantante se llevó desde la ONT y nunca se tuvo la tentación de pasar la responsabilidad a las comunidades donde se produjeron los intentos. ¿Alguien piensa que las listas de espera de trasplante hepático o cardiaco no son materia de la ONT y por tanto del Ministerio? Pues parece que las de las prótesis de cadera o las de cataratas no.

Podríamos poner mil ejemplos en que se muestra cada día en el tema de los trasplantes una colaboración y una lealtad mutua entre administración central y autonómicas que naturalmente no se improvisa y es el resultado de un trabajo de muchos años. Es lo que debería ser y por desgracia no es la administración sanitaria y otras muchas más administraciones en nuestro país. En vez de eso, nos acercamos cada vez más a la ingobernabilidad en todos los ámbitos y desde luego en sanidad. Y es que lo que no es de lo mío acaba por no ser de nadie.
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