Desde que tuve el honor de acceder a la Secretaría General de la Confederación Española de Sindicatos Médicos (CESM), a pesar de no sorprenderme, los intentos de dinamitar, silenciar, intervenir y, en última instancia, hacer desaparecer al primer sindicato profesional médico -que se fundó en plena transición, es decir, hace casi 50 años- ha sido la tónica de estos últimos meses, y ello me impone la responsabilidad que implica su denuncia pública.

Todas esas acciones, no me queda ninguna duda, vienen siendo instigadas y alentadas desde el ámbito de la política, por las clases dirigentes que no nos perdonan nuestra independencia y la defensa de un colectivo que ha sido y sigue siendo maltratado por ellas mismas. No olvidemos que para defender al colectivo médico nos enfrentamos no sólo a la todopoderosa Administración pública, sino también a los grandes intereses económicos como las corporaciones hospitalarias y aseguradoras, y también con los llamados sindicatos de clase, a los que el colectivo médico bien poco les preocupa, o más bien les molesta. Pero no es menos cierto, y lo que realmente me entristece, son los ataques que provienen desde dentro, de nuestros propios compañeros que, por protagonismos personales, egos o incluso por complicidad con la Administración, en vez de sumar, colaborar, aportar o engrandecer, se dedican a hacer seguidismo de la Administración, apoyándose en grupúsculos nacidos de tránsfugas y de personajes con intereses estrictamente particulares.

En el actual conflicto contra el proyecto de reforma del Estatuto Marco hemos podido observar cómo intentan aprovechar la fuerza y la punta de lanza que es la CESM, no para apoyarla, respaldarla y apuntalarla, sino para desacreditarla o incluso romperla o diluirla, constituyendo plataformas -o como les quieran llamar- que agrupan a toda una serie de sindicatos claramente politizados o a pseudosindicatos y grupúsculos que sólo representan a los cuatro miembros que los constituyeron y, todos juntos, sirviendo de colaborador con el status quo, o lo que vulgarmente se conoce como “tonto útil” a las estrategias políticas de la Administración.

La CESM ha recibido el apoyo de la totalidad de la profesión a través de las organizaciones médicas colegiales, científicas, asociativas y de estudiantes, que tienen su máximo exponente en el Foro de la Profesión Médica, verdadero órgano representativo de nuestro colectivo y que engloba al Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (Cgcom), la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (Facme), la Confederación Española de Sindicatos Médicos (CESM), la Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina (Cndfm) y el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM). Esto asusta a nuestros políticos, pero para salir en su auxilio tenemos a los colaboradores con el status quo, así que, de manera sibilina y con nocturnidad, en el límite de la legalidad vigente, tras haber sido el ministerio requerido formalmente y advertido de acudir a los tribunales y convocar a la negociación al Comité de Huelga, afirman haber tenido una reunión simultánea ‘de tapadillo’ con el ministerio, quienes ni están en el ámbito de la negociación, ni han convocado formalmente una huelga a Sanidad. En resumen, que para intentar diluir el mensaje e intentar quitar fuerza a la negociación siempre aparecen los colaboradores con el status quo, que le sirven muy bien al ministerio para sembrar el desconcierto, para intentar evitar que la huelga sea un éxito y que consigamos que la Administración rectifique ante un Estatuto que margina claramente al colectivo médico permitiéndoles, de esta manera, seguir vendiendo falsedades sobre la excelencia de nuestra sanidad y mantener esclavizados a nuestros compañeros.

En la CESM caben todos, todos aquellos que defiendan la profesión sin reservas, sin personalismos, y fuera de toda servidumbre política o económica. Aunamos en esas siglas a todos aquellos que están, sólo y exclusivamente, por y para la profesión, y desde luego no vamos a caer en las malas artes de unos o ser la comparsa, el ‘tonto útil’ en este caso, que otros actores desempeñan. No es momento de individualismos ni de egos personales, la profesión médica está en peligro, y es necesario, más que nunca, unirse a la convocatoria de huelga de CESM y SMA por un estatuto que dignifique a la profesión médica, apoyando y respaldando, en vez de intentar dinamitar la movilización, la negociación del Comité de Huelga convocante y la huelga si es que se tiene que llegar a ello. Toca ya dejar de hacer seguidismo a la Administración o, no tengo ninguna duda, nuestros compañeros se lo demandarán, les pedirán cuentas por esa complicidad -cuando no traición a la profesión-, con los que sólo quieren mantenernos en condiciones inasumibles en el siglo XXI para su mayor gloria, que venden como éxito político un Estado del Bienestar y una sanidad pública, universal y gratuita de la que se vanaglorian a costa de esclavizar al principal actor de la sanidad pública: los médicos y facultativos.