Si existía una jornada emblemática en la vida de un médico, al menos hasta hace apenas dos años, era aquel en el que iba a escoger su plaza MIR, es decir, aquella especialidad y centro en el que iba a formarse como especialista. Ese día significaba la culminación de años de esfuerzos y sin sabores, en el que pasabas a ser parte activa del Sistema Nacional de Salud para iniciar un periodo formativo que te permitía añadir el título de especialista a tus méritos, requisito indispensable para trabajar en la Sanidad pública española. Aquel día era una verdadera fiesta que celebraban familias al completo, las mismas que ya contaban con un médico entre sus miembros.

Mas el Ministerio de Sanidad debió pensar que aquella dicha no era buena y modificó el procedimiento de elección de plaza presencial a cambio de un triste y frío programa informático en el que, en el orden de nota obtenida en el examen MIR y en base a una lista de 400 opciones preferentes, se procedía a determinar la especialidad y centro de formación sanitaria especializada.

El cambio del sistema de elección MIR supuso un antes y un después. El primer año de este nuevo sistema se cerró con bastantes plazas desiertas y llegan a alcanzar las 218 plazas vacantes en la convocatoria MIR 2021-2022, de las cuales 200 corresponden a la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria.

El Ministerio, a pesar de este preocupante resultado, no ha enmendado su error y en la convocatoria de elección MIR 2023 no recuperaremos la elección presencial, sino que su propuesta es parchear la situación ofreciendo plazas vacantes al cupo de médicos extracomunitarios, puesto que las comunidades autónomas afectadas por las plazas que han quedado sin cubrir han puesto el grito en el cielo.

Decir que la elección telemática de plazas MIR sin tiempo real, con un programa que ordena preferencias sin garantías, influye en que queden más plazas MIR sin ocupar es decir algo que no es cierto y se puede constatar en los dos últimos años.

Al final de la cola, hay un turno con miles de opciones en el que no solo quedan plazas desiertas tras la elección, sino que se producen renuncias tras la obtención de plazas no deseadas.

Decir que este procedimiento es nefasto y que es rechazado por todos los aspirantes es quedarnos cortos, puesto que son varios los años de manifestaciones MIR recorren las calles más céntricas de Madrid solicitando el regreso al sistema inicial.

Mas también sería simplificar mucho si pensáramos que la elección MIR telemática es la única culpable de todo este desaguisado.

Por un lado, tenemos los problemas de los denominados puestos de difícil cobertura y cuyo mapa en España coincide, prácticamente, con las plazas vacantes de Medicina de Familia.

La España vaciada tiene serias dificultades para captar médicos que trabajen en ella y para atraer a los médicos en formación. Si no se incentiva económicamente el empleo en estas poblaciones, pronto la tendencia al abandono sanitario de estas zonas será irreversible.

Pero aún se suman más motivos para comprender la situación actual. Cataluña lleva años perdiendo su atractivo entre los médicos internos residentes como lugar escogido para realizar su formación de especialistas. Este año y anticipándose a la debacle, esta comunidad ofreció estímulos económicos para los residentes que optaran por formarse en Medicina Familiar y Comunitaria en sus centros sanitarios pero, aun así, Barcelona quedó con 55 plazas desiertas de esta especialidad y un total de 71 plazas en toda la Generalitat.


"Hay algo que no podemos obviar y es el escaso atractivo de la especialidad de Familia a día de hoy. Durante la carrera de Medicina es la gran desconocida: la mayoría de las facultades no imparten esta asignatura a pesar de que es la especialidad en la que ejercen un 40 por ciento de médicos"



A pesar de que todo lo que hemos enumerado es cierto, hay algo que no podemos obviar y es el escaso atractivo de la especialidad de Familia a día de hoy. Durante la carrera de Medicina es la gran desconocida: la mayoría de las facultades no imparten esta asignatura a pesar de que es la especialidad en la que ejercen un 40 por ciento de médicos, aproximadamente.

En sus lugares de trabajo, todo son quejas. La Atención Primaria atraviesa una situación muy precaria y los profesionales en este ámbito asistencial se han instalado en la queja crónica, desde la cual poco o nada se resuelve.

Es evidente que con pesimismo no se atraerá a las nuevas generaciones para elegir esta especialidad.

La Atención Primaria que queremos


Por tanto, es hora de que planteemos la Atención Primaria que queremos: una Atención Primaria con la adecuada inversión y con los médicos suficientes para poder ofrecer una atención de calidad. Si somos capaces de creer que es posible y pelear por conseguirlo, conseguiremos que también lo hagan las próximas generaciones.

Es hora de abandonar el escenario de los lamentos y empezar a ensalzar las virtudes de la Atención Primaria, la misma que nos permite seguir a los enfermos y su entorno a lo largo de toda su vida, en sus distintos acontecimientos vitales. Esa Atención Primaria que nos convierte en los médicos de confianza y de referencia a los que se nos consulta todo y en el que se cree más allá de lo que marca la ciencia. Ese médico al que siempre se acude y con el que siempre se cuenta para consultar los problemas de salud, pero también (incluso) los problemas más personales. Porque a la Atención Primaria le han quitado muchas cosas con la falta de inversión y de plantillas, pero la relación médico-paciente es algo que solo perderemos si los médicos y pacientes queremos hacerlo. Y no estamos dispuestos porque solo por esa relación con nuestra comunidad merece la pena ser médico de familia.

Por todo ello, aunque el Ministerio de Sanidad esté regalando plazas de Medicina Familiar y Comunitaria en la Formación Sanitaria Especializada, y aunque tengamos que exigir todos los cambios comentados, está en manos de todos poner en valor la figura del médico de familia, el médico de siempre, el médico de confianza.