Si volvemos la vista atrás, podremos ver que el papel de la mujer en la historia, en la ciencia o en los avances científicos, ha sido invisible o casi invisible. Todos sabemos quién fue Pitágoras o Tales de Mileto, pero muy pocos saben que Hipatia de Alejandría fue la primera mujer matemática. Todos sabemos quién fue Hipócrates, pero muy pocos conocen a Agnodice, a la que se considera la primera médica ginecóloga de la historia de la humanidad.

Todo el mundo sabe quién fue Albert Einstein y su teoría de la Relatividad, pero pocos conocen a Mileva Maríc, que fue su primera esposa, física y matemática como él que no consiguió el título universitario a pesar de ser obtener mejores notas que Albert, al quedar embarazada. La paternidad no fue un impedimento en la carrera de Albert, pero la maternidad sí truncó la de Mileva, que colaboró en todos los descubrimientos de su marido y fue quizás su coautora, aunque nunca fue reconocida como tal, ni por su marido ni por la sociedad.

Desde que en el año 1901 se entregaran los primeros Premios Nobel, sólo un 5% de los galardonados han sido mujeres. La primera en obtenerlo fue Marie Curie en 1903 y lo obtuvo cuando su marido se negó a ganarlo si no era compartido con ella.

Podemos enumerar casos de mujeres brillantes que aportaron sus conocimientos, su inteligencia y sus logros a la ciencia en multitud de ocasiones pero siempre desde la sombra. Fueron olvidadas por la historia y por una sociedad que jamás reconoció sus méritos en vida. A algunas de ellas se les ha reconocido cientos de años después de su muerte.

Y no es que la ciencia haya sido especialmente esquiva con las mujeres, es que este olvido histórico al género femenino se ha visto reflejado en todas las áreas. Así, datos de excavaciones arqueológicas desmienten el papel de simple recolectora de la mujer en la prehistoria e indican que eran cazadoras como los hombres, aunque la historia se empeñe en situarla en un papel secundario. No sólo se trata de reconocer que el papel secundario de la mujer sea importante, sino que la mujer también cumple un papel principal.

Toda mujer sabe que tiene que tomar el testigo de las que nos precedieron y seguir reivindicando los derechos de la mujer y la igualdad entre géneros. Incluso a día de hoy, aspectos como la educación básica se niega a la mujer en algunos países y en estos o en otros se justifican los feminicidios por honor.

Obstáculos a las médicas


En nuestro país y en nuestro siglo, muchas cosas han cambiado estos últimos años y la igualdad, poco a poco, está cada día más cerca. En la Medicina, sin ir más lejos, el número de mujeres supera al de hombres, algo que era impensable no hace demasiados años. Aunque la brecha salarial y el escaso porcentaje de mujeres en órganos directivos, si lo comparamos con el de hombres en puestos de responsabilidad, no refleja la realidad de la profesión e indica que todavía queda mucho camino por avanzar, muchas políticas por cambiar y muchas barreras que romper.

Las cifras de mujeres directivas, como decíamos, indican que no todo es como debiera. Según un estudio de la Federación de Asociaciones Científico Médicas de España FACME, en el año 2022, con un 61% en 2022 de médicas en los centros sanitarios, sólo un 20% de los jefes de servicio son mujeres, sólo un 23% de los presidentes de sociedades científicas son mujeres, sólo el 26% de los jefes de departamento de las universidades son mujeres y sólo el 27% de los decanos de las facultades de Medicina son mujeres.
De los 52 colegios de médicos provinciales en España, solo 7 están presididos por mujeres. En el resto de las instituciones médicas, el porcentaje es similar.

La brecha salarial, según datos de Medscape, con una encuesta realizada entre diciembre de 2020 y febrero de 2021, indica que la brecha salarial entre médicos y médicas se sitúa en el 26%.

Según datos de la Organización Médica Colegial, el 27,4% de las médicas tiene un contrato eventual, frente al 12,6 % de los hombres, es decir, la precariedad impacta más en las mujeres. La reducción de jornada en el caso de las mujeres es mayoritariamente por cuidados de hijos en un 81% de los casos, frente al 11.6% de los hombres.

Las cifras son tozudas y nos indican, una y otra vez, que todavía queda mucho por hacer por las mujeres en la Medicina y la ciencia. No podemos decir que a día de hoy tengamos un papel invisible como en épocas pasadas, pero no somos tan visibles como deberíamos ser. Tampoco podemos decir que no se haya avanzado, sobre todo y en primer lugar, hemos conseguido poner las problemáticas sobre la mesa y poder, así, solucionarlas.


"La educación tradicional que vuelca sobre la mujer el 100% del peso de las tareas y el cuidado de los hijos y mayores no ayuda a que la mujer sea una líder en el campo médico. La exigencia de la profesión médica choca frontalmente con una vida de responsabilidad sin corresponsabilidad".



Pero, sin duda, la educación tradicional que vuelca sobre la mujer el 100% del peso de las tareas y el cuidado de los hijos y mayores no ayuda a que la mujer sea una líder en el campo médico. La exigencia de la profesión médica choca frontalmente con una vida de responsabilidad sin corresponsabilidad.

Los centros sanitarios que acogen a un gran número de trabajadores carecen de algo esencial como guarderías que pudieran ayudar a la conciliación. El teletrabajo en Medicina apenas se ha comenzado a explorar. Las jornadas médicas y la existencia de las guardias de 24 horas, de igual modo, dificultan la combinación de la vida familiar y laboral.

Tenemos, por tanto, un largo camino por recorrer para que la mujer en la Medicina sea tan visible como debería ser, y desde la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos CESM vamos a seguir impulsando iniciativas y propuestas que contribuyan al avance para la igualdad real de médicos y médicas en todos los aspectos de su vida profesional y laboral.

¡Invisibles no, gracias!