Esta sexta ola del coronavirus con la variante Ómicron ha vuelto a poner de manifiesto mentiras, dogmatismos y populismos, con ausencia de cualquier atisbo de conocimiento científico. En España, durante el sainete de la “Conferencia de presidentes”, convocada por nuestro patético presidente del Gobierno, los presidentes de las 17 comunidades autónomas expusieron una vez más sus diferentes posiciones y sus desacuerdos para hacer frente a la situación de la pandemia en España. Por su parte, en Europa, se incrementan las restricciones en Portugal, Francia, Italia y Alemania y los países del norte impusieron nuevas y estrictas medidas para tratar de reducir el número creciente de casos. Los Países Bajos cerraron el país implantando serias restricciones de convivencia a nivel de la vida pública y Dinamarca, restringió la actividad, cerrando espacios y centros públicos y limitando los horarios de restauración y ocio nocturno.

En EEUU, ante la preocupación de poder quedarse en poco tiempo sin efectivos y refuerzos, a causa de que decenas de miles de policías, bomberos y sanitarios se habían contagiado con la variante Ómicron, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) decidieron por motivos puramente laborales y políticos acortar el tiempo de aislamiento recomendado para las personas infectadas con el coronavirus. La nueva guía proclama que solo es necesario aislarse durante cinco días en lugar de 10. Medida que lógicamente ha sido criticada por colectivos científicos y recibida por la población con gran escepticismo al estar dictada bajo argumentos e intereses laborales en vez de intereses de salud pública. En España, no podía ser menos y por criterios nada claros (efecto espejo), de 10 días se ha decidido reducir la cuarentena a 7. Como diría Nietzsche en su crítica de la metafísica y la denuncia de la connotación moral de la idea de verdad, “no hay hechos sino tan solo interpretaciones y la irracionalidad de una cosa, aunque no es un argumento en contra de su existencia, si es una condición de la misma que siempre hay que analizar”.

Por otro lado, a nivel de macropolítica, vemos que las diferencias de porcentajes de vacunación entre países ricos y pobres siguen siendo muy marcadas. De acuerdo con la organización “Our World in Data” solamente el 56,5% de las personas en el mundo han recibido al menos una de los 8.560 millones de dosis de vacunas COVID-19 que se han administrado, disminuyendo esa cifra al 7,5% en los países de más bajos ingresos, a pesar del tan anunciado programa de la OMS “Vaccines Global Access” (COVAX) instaurado. Con estas mimbres poca, o más bien nula esperanza nos cabe de lograr esa “inmunidad de rebaño”, por algunos políticos tan anhelada y cacareada.

Afortunadamente, a pesar de todos estos dislates, de seguir así la evolución de esta sexta ola, con un incremento continuo exponencial diario de nuevos casos infectados (la incidencia del virus alcanza ya los 1.775 casos por cada 100.000 habitantes), afortunadamente sin un incremento significativo de mortalidad en los casos graves, aunque se saturen los hospitales y sigan produciéndose muertes, la variante Ómicron, mucho más transmisible, pero menos agresiva que las anteriores, puede lograr la verdadera inmunidad de grupo y suponer la “domesticación” final del coronavirus, quedándose con nosotros como un virus respiratorio más estacional e indicando el comienzo del final de la pandemia.

¿Qué deberíamos hacer para controlar ésta y sucesivas pandemias?


Heráclito de Éfeso (540 a. C) afirmaba que “Nada es permanente, a excepción del cambio”. Debemos de ver siempre la necesidad de cambio como un beneficio y una oportunidad de mejorar, no como una amenaza. Para acabar con este coronavirus necesitamos nuevos modelos de vacunas y nuevos tratamientos que tengan en cuenta todas sus potenciales mutaciones. Para erradicar este coronavirus hay que acabar con su transmisibilidad, punto clave y algo que no realizan las vacunas actuales. Este punto es fundamental ya que si el SARS-CoV-1 alcanzaba su máximo de replicación viral a los 10 días de aparición de los síntomas; y el MERS-CoV entre el séptimo y décimo día; este nuevo coronavirus SARS-CoV-2 solo tarda de 3 a 5 días. Esto implica que antes de que aparezcan síntomas y el paciente pueda aislarse, ya ha realizado su replicación viral de una manera muchísimo más precoz que los anteriores coronavirus y ya ha transmitido y diseminado el virus a los demás, incluso antes de presentar cualquier tipo de signo o sintomatología banal como fiebre o un simple picor de garganta.

Han pasado ya muchos meses desde el desarrollo de estas primeras “vacunas” experimentales que se han desarrollado y se ha visto que no son unas vacunas reales completas, ya que no impiden la transmisión viral de las personas tanto vacunadas como no vacunadas, y además tienen una inmunidad temporal muy corta, por lo que potencialmente pueden no cubrir todas las mutaciones que puedan surgir durante la replicación viral de este coronavirus. Necesitamos que con urgencia se desarrolle una vacuna efectiva 2.0 más específica contra la variante del coronavirus actual que las inicialmente desarrolladas. Una nueva vacuna 2.0. que incorpore información genética de la variante Ómicron que contenga las mutaciones nuevas con sus cambios de aminoácidos. 

Para evitar nuevas pandemias, necesitamos poder controlar la presencia de nuevos coronavirus posibles emergentes. Estamos en plena era genómica. Necesitamos secuenciar cuantos más genomas víricos mejor para posteriormente poder desarrollar modelos matemáticos que nos ayuden a predecir su desarrollo evolutivo y las redes de propagación y circulación a nivel mundial. Necesitamos construir modelos matemáticos para poder entender la evolución y la propagación del virus. Estos modelos matemáticos probabilísticos nos permitirán identificar los patrones de mutaciones virales, reconstruir su historial de reagrupamientos genéticos y el mapa y redes de conexiones a nivel mundial. Modelos matemáticos que nos muestren las pautas de propagación del virus a nivel global estudiando su centralidad, midiendo su influencia sobre el centro de la red y su modularidad, observando el conjunto de nodos que se encuentran más conectados entre sí. Este estudio de la centralidad y modularidad nos servirá para detectar grupos de riesgo de infección y detectar los factores que favorecen los contagios. Asimismo, estos modelos matemáticos nos van a servir para estudiar evolutivamente el coronavirus y poder reconstruir el complejo árbol filogenético de este coronavirus. Virus qué en tan solo dos años de evolución, ha sufrido más cambios genéticos que los experimentados por la especie humana en millones de años de evolución.

Necesitamos reconstruir el origen y la evolución de estos virus patógenos para identificar qué mutaciones son las que determinan su adaptabilidad y patogenicidad en los humanos y las condiciones sociales que pueden favorecer la aparición de nuevos virus emergentes.

Con la deforestación actual existente en el planeta, lo más preocupante y prioritario sería controlar y estudiar el nivel de evolución ecológica viral existente, ya que pueden surgir en cualquier momento nuevos coronavirus que hasta ahora habitan en diferentes especies de murciélagos y otros animales de los que desconocemos su distribución geográfica precisa. Habría que realizar un exhaustivo estudio virológico y geolocalizar todos estos reservorios enzoóticos para tenerlos totalmente controlados a nivel global.

Necesitamos desarrollar una vacuna universal “pancoronavírica” que sirva para esta o cualquier otra mutación. Una vacuna auténtica y real que además de proteger al individuo evite la replicación viral, la transmisibilidad y los contagios a los demás, de otro modo seguiremos condenados a convivir con éste y con potenciales nuevos coronavirus emergentes que existen en la naturaleza y que pueden en cualquier momento dar el salto ecológico e invadir a los humanos. Si no potenciamos la ciencia y realizamos profundos cambios en la estrategia, seguiremos condenados a ésta y nuevas pandemias como lo fue en su día Prometeo, condenado por Zeus a ser encadenado en una cueva y a ser devoradas sus entrañas lentamente durante treinta mil años por un águila.


Necesitamos desarrollar una vacuna universal “pancoronavírica” que sirva para esta o cualquier otra mutación



Tenemos que empezar a realizar amplios estudios de investigación encaminados al desarrollo de una “vacuna real” que evite la propagación de la infección y que nos proteja de la enfermedad, disminuyendo tanto la capacidad de transmisión como la carga viral patógena. Debemos de trabajar sobre nuevos modelos de vacunas que puedan servir para cualquier tipo de coronavirus actual o emergente, independientemente de su tipología, sea del género Alpha, Beta, Gamma o Deltacoronavirus. Una vacuna que pueda ser efectiva independientemente de las potenciales mutaciones adquiridas a través de su proceso replicativo viral.

Necesitamos que las empresas farmacéuticas sigan investigando en el desarrollo de una vacuna “pancoronavírica” universal que pueda cubrir a todos los potenciales coronavirus emergentes. Necesitamos una vacuna universal, que pueda actuar tanto sobre los virus respiratorios que causan infecciones sistémicas como el sarampión, la rubéola, la varicela, como sobre otros virus respiratorios no sistémicos, como los coronavirus endémicos, virus de la influenza, virus sincitial respiratorio (VSR), virus parainfluenza y el SARS -CoV-2. Virus que infectan principalmente las células epiteliales de las superficies mucosas y que tienen un contacto muy limitado con el sistema inmunológico sistémico.

Necesitamos una vacuna que esté basada pensando en las premisas iniciales de que los coronavirus no tienen metabolismo, por lo que no podemos interferirlo y atacarlo a ese nivel; de que los coronavirus no se multiplican por sí solos y no pueden replicarse fuera de la célula humana infectada, y por lo tanto no podemos bloquear su división; y de que los coronavirus no incorporan ni excretan ningún producto, y por lo tanto no podemos alterar su funcionamiento.

Una vacuna que no sea como las actuales, que lo único que realizan es reducir la gravedad de la enfermedad, pero que no eliminan la propagación de la infección. Una vacuna que evite directamente la entrada del virus en el organismo actuando como un escudo que proteja la entrada en las células ACE2. Una vacuna “pancoronavírica” universal que pueda impedir que éste o cualquier otro coronavirus alcance el interior de las células diana ACE2 y de este modo si el coronavirus no puede introducirse en la célula no puede replicar su RNA y no puede sintetizar más proteínas víricas y la infección no se puede realizar. Única manera eficaz y efectiva para poder erradicar este coronavirus.

En Integral Health Management diseñamos en junio de 2020 un nuevo concepto de modelo de vacuna para ser desarrollada mediante dendrímeros realizados con bioingeniería molecular y nanotecnología. Un modelo de vacuna evaluada de manera positiva en estudios realizados “in silico”, y actualmente en evaluación por parte de WeGenomics. Un modelo de vacuna diseñada mediante dendrímeros a los que se les añade en los extremos de sus ramificaciones moléculas del grupo sulfonato y de ácido siálico con capacidad de unirse a los puntos de anclaje de las células ACE2 y a los puntos de anclaje del coronavirus. De esta manera el coronavirus en vez de unirse a las células humanas se une a los dendrímeros y al no poder entrar a nivel celular pierde la capacidad de poder replicarse e infectar a nuevas células humanas. Este nuevo concepto de vacuna teóricamente tiene las ventajas de ser una vacuna sintética recombinante creada mediante bioingeniería y por lo tanto con menos problemas de reacciones adversas al no usar virus atenuados. Este nuevo concepto de vacuna emplea el principio similar al de los anticuerpos IgG específicos contra el coronavirus, pero con la ventaja adicional de que un anticuerpo IgG dispone únicamente de dos puntos de unión, mientras que el dendrímero diseñado puede presentar decenas de puntos de unión al coronavirus. Además, estos dendrímeros llevan incorporados nanotubos de carbono capaces de transportar moléculas NONOatos generadoras de óxido nítrico para combatir la infección. También estos dendrímeros en los nanotubos de carbono llevan incorporado un inhibidor de la serina proteasa de la superficie celular humana, la TMPRSS2 (Transmembrane protease, serine 2). TMPRSS2, que junto con otras proteasas como la catepsina L, la tripsina, la elastasa, la TMPRSS1, y la hipoxantina-aminopeptina-timidina (HAT), juega un papel crítico en el proceso de la entrada del coronavirus a las células humanas. La TMPRSS2 es la que activa las proteínas S1 y S2 del coronavirus que nos ocupa, siendo estas proteasas un prerrequisito fundamental para la fusión de las membranas virales a las células humanas. Este modelo de vacuna lleva incorporado en sus dendrímeros y nanotubos un inhibidor de la TMPRSS2, como el clorhidrato de benzamidina, la leupeptina, el inhibidor de la catepsina L III, la citocalasina D, o el mesilato de camostato, este último que ya ha probado su eficacia previamente inhibiendo la entrada a nivel celular del coronavirus SARS-CoV-1 similar genómicamente al actual SARS-CoV-2.

Recientemente se ha desarrollado en Dinamarca en el Centro de Nanociencia, de la Universidad de Aarhus un modelo de vacuna o tratamiento similar al previamente descrito, basado en aptámeros de ARN, que son secuencias de ARN de cadena sencilla, de 20 a 80 nucleótidos de longitud y con una región central variable con una forma estructural tridimensional que se une a la proteína de pico S y al dominio de unión al receptor, evitando la entrada del coronavirus en las células ACE2. Los investigadores daneses desarrollaron un aptámero de ARN (ARN AP) estable en suero, que llamaron RDB-PB6, que se une con afinidad nanomolar al dominio de la proteína de pico S y al hacerlo neutraliza la infectividad del virus. El aptámero contiene modificaciones de la 2-fluoropirimidina que aumentan su estabilidad química y resistencia a la degradación por las nucleasas virales. Este modelo conceptual RBD-PB6 es muy fácil de producir de manera rápida utilizando métodos sintéticos convencionales, siendo un tratamiento menos costoso en comparación con los anticuerpos monoclonales.


Pueden surgir nuevas variantes de preocupación en cualquier parte del mundo y extenderse rápidamente



Otra vacuna conceptualmente similar a las anteriores es una vacuna también potencialmente pancoronavírica basada en nanopartículas de ferritina desarrollada por el Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed (WRAIR) y la Fundación Henry M. Jackson para el Avance de la Medicina Militar en Silver Spring, Maryland, cuyos resultados de los estudios preclínicos en primates han sido publicados recientemente en la revista Science Traslational Medicine. Esta vacuna denominada SpFN (nanopartículas de ferritina de la espícula) está basada en nanopartículas de subunidades proteicas. La vacuna incluye múltiples copias de la proteína S del virus de forma ordenada unidas a la superficie de una nanopartícula de otra proteína, la ferritina, incluyendo como adyuvante ALFQ. Esta vacuna SpFN generó potentes respuestas inmunes humorales y mediadas por células que consiguieron eliminar de forma rápida el virus en 32 primates no humanos observando que se produce una respuesta de linfocitos T CD4 que genera anticuerpos neutralizantes contra el SARS-CoV-2

Pueden surgir nuevas variantes de preocupación en cualquier parte del mundo y extenderse rápidamente. La coordinación es esencial para evaluar la necesidad de vacunas nuevas o modificadas, para evaluarlas y para facilitar los datos científicos del riesgo que plantean las variantes nuevas y las relaciones entre la variación genética y el escape antigénico. Es necesario un debate científico abierto y serio. Se necesitan criterios científicos y clínicos para evaluar la idoneidad de las vacunas y el probable efecto de las variantes emergentes, así como para respaldar las recomendaciones sobre el desarrollo y la evaluación de vacunas y el momento de su implementación. Hay que dejar a un lado la política y poder tomar decisiones científicas con libertad, de una manera rápida, algo fundamental en estas situaciones de pandemia. Ya Sócrates (470–399 a.C.) decía que “solo existe un bien: el conocimiento y solo hay un mal: la ignorancia”. Poco ha cambiado desde aquella época.

La toma de decisiones sobre qué medidas preventivas implementar, sobre qué tratamientos son los más adecuados o sobre que antígenos deben incluirse en las vacunas, no pueden ser decisiones políticas y deben incluir datos epidemiológicos, datos de biología evolutiva, datos clínicos, y datos de estudios tanto en animales como “in vitro” que sean pertinentes para las respuestas inmunitarias.

Hacer frente a estos desafíos de manera eficiente requerirá de un control exhaustivo con el intercambio continuo de datos, incluidas las secuencias virales y los antígenos vinculados con la información clínica y epidemiológica obtenida. Con una discusión abierta y colaborativa a nivel científico de los resultados, este intercambio de datos ayudará a fomentar decisiones reflexivas y ayudará a mantener la confianza adecuada en las vacunas y en los procesos utilizados para desarrollarlas, probarlas e implementarlas. Nadie sensato pone en duda la fiabilidad y credibilidad del conocimiento científico ni en la ingeniería, ni en la medicina. Los científicos aportan credibilidad y seguridad a la población, los políticos desconfianza y rechazo. Estamos inmersos en plena “sociedad del conocimiento”. Potenciemos el conocimiento científico y dejemos a un lado la ignorancia de los políticos gobernantes. Potenciemos y practiquemos el método científico deductivo propuesto ya desde Pitágoras, Platón, y Kant y empleado por la mayor parte de los racionalistas y alejémonos de las propagandas políticas populistas. La receta es fácil: Más ciencia y menos política.