Sin finalizar aún el estado de alarma, con el país y el Sistema Nacional de Salud profundamente dañados por la pandemia, se ha creado en el Congreso de los Diputados la “Comisión para la Reconstrucción Social y Económica”. Sus inicios no han sido muy edificantes y los exabruptos fuera de toda medida que se han dirigido algunas de sus señorías, en un foro que en teoría debería conseguir el acuerdo político, no auguran nada bueno.


"Es el momento de intentar aportar las mejores ideas posibles para conseguir recuperar un SNS lo más sólido posible para todos nosotros y para las generaciones futuras"


En todo caso, es lo que hay y lo que entre todos hemos votado, así es que habrá que lidiar con ello. Como otros miembros del sector sanitario y representantes de distintas organizaciones, he sido convocado a comparecer en la comisión, de la que a su vez cuelgan 4 subcomisiones, una de ellas dedicada específicamente a la sanidad. Es por tanto el momento de intentar aportar las mejores ideas posibles para conseguir recuperar un sistema nacional de salud lo más sólido posible para todos nosotros y para las generaciones futuras.

Puestos a priorizar, la reforma de la atención primaria debe ocupar por derecho propio la línea de salida. Es preciso dar al primer nivel un giro importante, cuantitativo y cualitativo, de manera que pueda asumir con garantías tanto las labores que viene realizando ahora con dificultades, como otra serie de funciones que se han echado en falta durante la actual pandemia.

La inversión total en primaria de las 17 autonomías fue en 2018 de 9.176 millones de euros, un 13,9% del gasto sanitario total. Cualquier refuerzo de la primaria debe pasar por elevar este porcentaje hasta al menos un 20% del total de manera inmediata y apuntando a un 25% a medio plazo. Con las cifras actuales, esto representaría una inyección actual de 4.100 millones € con el horizonte de otros 3.300 de forma progresiva. Ello permitiría alcanzar la cuarta parte del gasto sanitario para este apartado, aunque en realidad las cantidades deberían ser mayores si se consigue aumentar el presupuesto sanitario en las cifras necesarias, como analizaremos en otro artículo.

Evidentemente todos estos recursos, que supondrían un 80% mas que los actuales, se deben traducir en un giro copernicano de la situación. Por una parte, hay que subrayar el enfoque comunitario de la Medicina de Familia, con un gran esfuerzo en la atención domiciliaria, cada vez más necesaria en una sociedad envejecida al máximo como la española, y una potenciación al máximo de la telemedicina, que debe jugar un papel decisivo sobre todo en el ámbito rural y en el decisivo campo de la coordinación primaria – especializada.

Atención primaria y Salud Pública


De igual manera, la atención primaria debe jugar un papel central en la Salud Pública. La reducción del gasto en este apartado, que llego a ser de hasta un 20% en los primeros años de la pasada década y que luego apenas se ha recuperado, dejó muy tocada esta parte de nuestra sanidad a la que la verdad, nunca se le prestó la atención debida. Las evidentes carencias de biovigilancia que se han puesto de manifiesto deben ser subsanadas por quienes mejor pueden conocer lo que pasa en su comunidad desde el punto de vista sanitario: los médicos y las enfermeras de atención primaria, junto con la colaboración de los especialistas en salud pública, que tendrán que jugar un papel más de campo que el desempeñado en la actualidad. Todas las labores de rastreo de nuevos casos de Covid-19 deberían estar enmarcadas en esta nueva atención primaria, que debe convertirse en un eslabón fundamental de la contención de nuevos brotes de la pandemia o de otras pandemias, antes de que puedan llegar a colapsar los hospitales.

El objetivo final de todas estas acciones debe ser aumentar la capacidad de resolución de la atención primaria (un viejo mantra, nunca logrado por falta de recursos), dándole acceso a más pruebas diagnósticas y dotándola claramente de más medios. Ello debería suponer reducir la demanda continua de asistencia a los hospitales, sobre todo en los pacientes crónicos, responsables hasta del 76% de los actos médicos en ambos niveles. La correcta atención de la cronicidad debe ser uno de los pilares fundamentales del nuevo sistema nacional de salud que surja tras todo lo acontecido. Era algo que se venía echando de menos desde hace tiempo pero que en la actualidad se ha convertido en inaplazable.

Las residencias de ancianos y el coronavirus


Otro de los agujeros negros, quizás el peor de toda esta crisis ha sido el de las residencias de ancianos. Mucho se ha hablado y escrito sobre cual sería la mejor solución y ha habido propuestas de todo tipo, que llegan hasta la medicalización de todas las residencias. No creo que haya una solución única, pero desde luego, la atención primaria debe ser el eje sobre el que pivote tanto la prevención como el tratamiento de los procesos de los ancianos ingresados, que a fin de cuentas son ciudadanos que viven en las residencias y deben tener un acceso equivalente a los que viven en su domicilio. El reforzamiento de la atención primaria debe significar una correcta atención y una mejor conexión con el hospital en caso necesario.

En suma, la crisis nos ha dado la oportunidad de ver reflejadas nuestras debilidades en la gestión de la pandemia y son muchos los aspectos susceptibles de mejora en esta difícil tarea de reconstrucción. A la hora de priorizar acciones, las resumidas en este artículo deberían ocupar un papel prominente. El necesario aumento de recursos, que discutiremos en otra columna, no puede servir para dedicarlo a los mismos capítulos que ahora, sino para hacer cosas distintas, algo necesario, como diría Einstein, para conseguir resultados diferentes.