Durante este fin de semana pasado se ha celebrado en Madrid el
Congreso Mundial de Cardiología y, como era de esperar, entre las estrellas temáticas del evento ha destacado la
hipertensión arterial.
Los profesionales sanitarios, y capas cada vez más amplias de la población, saben que unas cifras elevadas de la tensión arterial se asocian al incremento de la probabilidad de padecer
enfermedades cardiovasculares, neurológicas y renales a edades relativamente tempranas. También es sabido que un porcentaje elevado de individuos desconocen que son
hipertensos y, por extensión, que en muchas ocasiones no es fácil disminuir las cifras tensionales en los pacientes diagnosticados y tratados.
Hace ya tiempo, que las cifras de tensión arterial consideradas normales van menguando, de modo que las superiores a 120/70 mm de mercurio se califican de prehipertensión. En los meses anteriores a la celebración del Congreso de Cardiología se han publicado los nuevos valores de normalidad de las cifras tensionales (130/80) que implican una reducción significativa de las anteriores (140/90) y, con ello la potencial incorporación de una cantidad importante de personas al colectivo de
pacientes susceptibles de tratamiento.
En el Congreso citado se han presentado nuevos fármacos, algunos de la familia del famoso y controvertido
Ozempic, que – en este contexto era esperable que se presentaran los datos positivos-- parecen estar proporcionando resultados iniciales prometedores en la reducción de las cifras tensionales.
La prevención y el control de los
factores de riesgo cardiovascular, entre los que la hipertensión arterial juega un papel significativo, particularmente en relación al
ictus, se enfrenta desde hace muchos años a las complicaciones que comporta su
etiopatogenia, que se multiplican al verse implicada una elevada proporción de la población adulta.
Las intervenciones dirigidas a modificar en cada persona su contexto sociológico y vital y con ello su
cultura alimentaria y de
ejercicio físico y el
estrés tienen un éxito muy relativo, sobre todo, si se llevan a cabo mayoritariamente en el ámbito sanitario.
"Las estrategias actuales de diagnóstico, tratamiento y seguimiento de los hipertensos adolecen, siendo benévolos, de una grave ineficiencia"
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Por todo ello no es de extrañar que, con la aportación interesada de la
industria farmacéutica, los profesionales sanitarios tiendan a
prescribir medicación a sus pacientes hipertensos desde las fases preliminares del proceso, siguiendo las orientaciones de las
guías clínicas de las especialidades implicadas y asumiendo el improbable éxito de las
medidas no farmacológicas en cuanto al control de la tensión arterial.
Pero una vez iniciado el tratamiento con fármacos los problemas se centran en la necesidad habitual de indicar dos o más de ellos para conseguir rebajar las cifras de tensión, sobre todo las de la sistólica en
personas de edad avanzada. Una población habitualmente expuesta a un número notable de medicamentos debido a la frecuencia de comorbilidades y otros factores de riesgo. Todo lo cual favorece el
incumplimiento terapéutico y redunda en la presentación de
efectos adversos.
El curso clínico del proceso de atención a la hipertensión arterial implica, además del etiquetado personal, la generación de múltiples consultas de control por los
médicos y enfermeras de familia y otros especialistas, gastos en farmacia y consumo de recursos sanitarios de forma permanente.
El problema final es que, a pesar de todas estas actuaciones y gastos, solamente alrededor de un tercio de los pacientes logra mantener controladas sus cifras de tensión arterial. De lo anterior se podría deducir sin lugar a muchas dudas que las estrategias actuales de diagnóstico, tratamiento y seguimiento de los hipertensos adolecen, siendo benévolos, de una
grave ineficiencia.
Si se nos permite la licencia, mucho nos tememos que la polarización de las intervenciones de prevención y de control de la hipertensión arterial y de otros factores de riesgo orientadas exclusivamente a la prescripción de medidas intrusivas --medicación, intervenciones quirúrgicas,
colocación de elementos electrónicos, etc.-- suponga un paso más en la evolución de la especie hacia el
posthumanismo del título de esta columna de opinión. Entendiendo a los posthumanos como organismos cibernéticos tal cual
cyborgs.
Es posible que en un día no muy lejano se fabrique un chip capaz, no solamente de inducir una normalización de nuestras cifras tensionales si no también y simultáneamente de generar otros cambios. Lo que puede que nos ayude a mejorar efectiva y eficientemente el problema de la hipertensión arterial, pero que tal vez
lo consiga a costa de alterar – no está claro que positivamente—nuestra propia naturaleza.