Hombres y mujeres somos biológicamente diferentes. El sexo biológico “per se” diferencia muchos de los síntomas en muchas enfermedades, pero no solo son los signos y síntomas, también se ha comprobado que, más allá de la medicina personalizada, las características sociales, económicas y culturales, los denominados factores interseccionales, son decisivos en la forma de enfermar y en la forma de responder a los tratamientos. Por ello, como colectivo, muchas enfermedades expresan síntomas diversos en mujeres y en varones. La paradoja es que, tradicionalmente, la mayor parte de las enfermedades se han estudiado únicamente en varones jóvenes adultos y blancos. En consecuencia, como se demostró en el año 2019, el sesgo de género en la salud ha conducido a que las mujeres, como colectivo, reciban diagnósticos tardíos en más de 700 enfermedades. Esta situación es esencialmente grave en enfermedades no transmisibles que conducen a la cronicidad, agravada con el aumento de la esperanza de vida en todos los países del planeta y no solamente en los países más industrializados. Vivir más exige perseguir la calidad de vida, sin embargo, existen datos que indican que las mujeres son las que más sufren enfermedades crónicas, que abarcan desde enfermedades metabólicas, enfermedades cardiovasculares, pulmonares o renales a enfermedades mentales; y que, en último término, van en detrimento de su bienestar y les aboca a la dependencia.
Que no se conozcan en detalle las características del enfermar de las mujeres conduce a que sus síntomas sean, bien ignorados, bien malinterpretados, siendo quizá la causa de las conocidas disparidades de la “mala” salud de las mujeres, debidas a los continuos retrasos en los diagnósticos y que pueden concatenar unas enfermedades con otras. Por ejemplo, son bien conocidos los retrasos en el diagnóstico en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o en la diabetes, que las mujeres reciben el diagnóstico 4, 5 años más tarde que los hombres. Y sin olvidar el infarto de miocardio, que se estima que las mujeres tienen siete veces más probabilidades de tener un diagnóstico erróneo. En este sentido, en el año 1991, Bernadine Healy, médico cardióloga de Estados Unidos, describió el síndrome de Yentl. Este “síndrome” constituyó el paradigma de la invisibilización médica de las mujeres. La doctora Healy incidió en que, por falta de estudios y de datos específicos de muchas enfermedades en el sexo femenino, con demasiada frecuencia las mujeres son diagnosticadas de forma inadecuada. Una de las primeras especialidades que se percató de estas desigualdades en salud fue la cardiología. Así, según la Sociedad Española del Corazón, el infarto de miocardio en las mujeres está infradiagnosticado. Primero porque tradicionalmente se ha creído que era una enfermedad masculina, segundo porque los signos y síntomas característicos de las mujeres no se han estudiado suficientemente, asumiendo que eran los mismos que los de los varones. Y no es así. Aunque personas de ambos sexos refieren dolor opresivo en el pecho, los varones sienten el dolor referido en el brazo izquierdo, mientras que las mujeres refieren un dolor que se dirige hacia la espalda o alrededor del estómago, con náuseas, vómitos y falta de aire. Como estos síntomas son muy similares a los de la ansiedad y a los del estrés emocional, con frecuencia provoca que, si no se está atento, se retrase tanto el diagnóstico como el tratamiento adecuado. Todo en conjunto acarrea a que se estime que en las mujeres el “código infarto” se active unos 37 minutos más tarde que en los varones, lo que se traduce en un retraso de diagnóstico y de tratamiento con empeoramiento del pronóstico.
En este contexto, es imprescindible impulsar iniciativas que, utilizando modernas herramientas y basadas en argumentos científicos, contribuyan a ir cerrando la brecha de género en el ámbito de la salud. Una de estas iniciativas es la Alianza Carmen. Esta joven Alianza surge del convencimiento de la necesidad de activar estrategias para remontar las desigualdades de género en salud. La Alianza Carmen es la unión de cuatro empresas, Organon, Danone-Nutricia, Medtronic y Ogilvy, asociadas al empuje de personas desde la Real Academia Nacional de Medicina de España, la Fundación Carmen y Severo Ochoa, la Fundación Ortega y Gasset y diferentes universidades españolas (Alicante, Málaga y Salamanca) que se comprometieron a abordar las realidades y las consecuencias de las desigualdades en la salud de las mujeres y a divulgarlo para que sea conocido no solo por la opinión pública, sino también por los profesionales sanitarios en ejercicio y por los que se están formando.
La Alianza Carmen vio la luz el pasado mes de julio en un evento en el que participó la ministra de Sanidad, doña Mónica García, junto a expertos y expertas en salud de las mujeres de diferentes y variadas instituciones. La realidad es que el sesgo de género en salud afecta a la mitad de la población con consecuencias muy negativas para la calidad de vida de las mujeres por lo que exige el compromiso de muchos actores de distintos ámbitos con un fin común.
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