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En 1971, cuando aún se vivía en España bajo la dictadura franquista, aparecía en el mercado musical el disco “Mediterráneo”, de Joan Manuel Serrat. Sin duda un canto a la luz, los afectos, los recuerdos y esas pequeñas cosas que hacen grande la vida, convirtiéndose en un referente para más de una generación, especialmente para los que hemos tenido la suerte de nacer en el Mediterráneo.

El álbum contiene un tema muy especial, “Aquellas pequeñas cosas”, aquellas cosas insignificantes que, cuando pasa el tiempo descubres que son las que realmente importan, porque son las que dan sentido a nuestra vida y marcan nuestros recuerdos, recuerdos que reviven a lo largo de los años y que pueden convertir una situación cualquiera en un momento mágico personal irreemplazable.

Décadas después en Andalucía se ponía en marcha el I Plan de Calidad del Sistema Sanitario Público, en el que tuve el honor de participar dirigiendo la Línea estratégica de comunicación. Una de las muchas acciones que se pusieron en marcha fue el “Plan de las Pequeñas Cosas”. Se trataba de identificar, definir y desarrollar aquellas pequeñas cosas de un hospital o centro de salud que mejoraran la funcionalidad, las instalaciones y los servicios que se prestan a los pacientes en el día a día de cada uno de los centros, desde el papel higiénico en los aseos a la comodidad en las salas de espera, las notas informativas que decoraban las paredes o los papeles varios con la información que necesitaban los pacientes.

El Plan de las Pequeñas Cosas tenía dos premisas fundamentales, primera, no requería inversión económica para desarrollarlo, y segunda, era una propuesta específica y diferenciada de cada hospital o centro sanitario, y por lo tanto era una tarea participativa y adaptada a cada situación, que en cualquier caso mejoraba la imagen y habitabilidad del centro.

El resultado era visible, tanto por los pacientes como por los profesionales, como debería de ocurrir con cualquier plan de mejora de la calidad que se pone en marcha, al que hay que dedicar atención a la importancia que tiene dar visibilidad de sus beneficios. Además, cada centro exhibía sus propias mejoras, como si de una casa, que se prepara para una visita distinguida, se tratara.

"Cada centro exhibía sus propias mejoras, como si de una casa, que se prepara para una visita distinguida, se tratara"


Pasan los años y por cuestiones que no vienen al caso, he visitado a un familiar en un gran hospital de la ciudad. Me han llamado la atención algunas cuestiones como la dificultad/imposibilidad para hablar con un profesional responsable del paciente; el tráfico de profesionales por los pasillos, centrados exclusivamente en llegar a su destino; cuando logras que alguien te atienda, lo hace con un esfuerzo sobrehumano, recibiendo la excusa fácil de que hay muchos pacientes, más graves que tu familiar, y a los que hay que atender primero.

Proteger a los que cuidan 


También me ha llamado la atención la gestión del “Stop a las agresiones a profesionales”, una lucha permanente para proteger a los que te cuidan, y para la que existe en todos los centros un plan específico con múltiples acciones. Sin embargo, lo que se visualiza desde fuera es solo la cartelería pegada en las paredes de los pasillos del hospital, y donde se advierte de la llamada a la policía si alguien agrede a un profesional.

Quizás todo eso quedaría en un segundo plano, sino fuera porque tampoco se gestionó de la mejor manera lo más importante. La intervención quirúrgica urgente indicada fue realizada más de 24 horas después de su indicación, cuando el estado general del paciente había empeorado considerablemente, y además vino regalada con una complicación añadida, una sepsis, tal y como también le ocurrió al paciente que fue intervenido a continuación y compañero de habitación a lo largo de casi diez días, de lo que iba a ser una estancia hospitalaria de poco más de dos días.

Cuando visitas un hospital o centro de salud revives el Plan de las Pequeñas Cosas. Cosas que como dice la canción de Serrat, pueden convertir una situación cualquiera en un momento mágico personal irreemplazable. Ese plan que no requería inversión presupuestaria pero que necesitaba esfuerzo, tiempo y dedicación, para que cuando un paciente entra por la puerta de un centro sanitario sienta la seguridad de que no se ha equivocado de lugar; para que cuando mires el cartel pegado con esparadrapo que hay en la pared, y donde se advierte de que si agredes al profesional vendrá la policía de inmediato, no sientas que estás frente al caos, sino en un espacio dedicado al orden y al cuidado de las personas, en todos los sentidos, desde el técnico y profesional, al humano y acogedor, porque realmente, las pequeñas cosas son las que hacen grandes a las organizaciones.