…Si practicáramos la tan positiva y recomendable autocrítica, nos daríamos cuenta de que necesita de mucha más ‘humanización’ en todos los sentidos. Sí, contamos con los mejores hospitales, con los mejores centros de salud, con los mejores recursos diagnósticos y terapéuticos, con las mejores tecnologías informáticas y de comunicación, con buenos programas de prevención y diagnóstico precoz, con los mejores profesionales sanitarios, pero el entrenamiento en comunicación eficaz y en humanización siguen siendo las asignaturas pendientes de nuestro sistema sanitario público.

Ahora, somos muchos los que confiamos en que el nuevo ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso, sea capaz de impulsar ese sentido de lo ‘social’ y de la ‘igualdad’ que, además de enmarcar el nombre de su Ministerio, cada vez se hace más necesario para una población que cada vez envejece más y que, afortunadamente cada vez más, tiene como protagonistas a las enfermedades crónicas que consiguen que vivamos más años, aunque a veces a un precio que pone en riesgo el verdadero sentido del bienestar social, la calidad de vida y la calidad de muerte, algo, esto último, de lo que tan pocas veces hablamos los profesionales sanitarios.

Defender lo social y la igualdad se hace imprescindible cuando hablamos de ‘humanización’, porque de no existir los recursos necesarios para ello, no estaremos garantizando ese sistema público y de equidad para todos. Cuando cada comunidad autónoma, en virtud desde luego de las transferencias de sanidad, decide vacunar de formas diferentes, ofrece programas de detección precoz distintos, no coincide en la necesidad de financiar este u otro tratamiento como está sucediendo en estos momentos con la hepatitis C, cuando no se ponen en marcha las decisiones de un Consejo Interterritorial del sistema sanitario, que sigue siendo solo consultivo y no vinculante, es muy difícil hablar de igualdad, y la falta de equidad contribuye sin duda a esa falta de humanización del sistema a la que me refiero.

Muchos son los casos a los que todos los profesionales sanitarios, de un modo u otro, asistimos con frecuencia: ese paciente que llega a Urgencias a las 10 de la mañana y que no es ingresado hasta las 7 de la tarde, y que por no estar ingresado no cuenta con su renglón dentro del sistema informático, no ha comido, no ha merendado y no cenará porque el parte de las dietas ya estaba confeccionado cuando llegó a la planta; cuando a la familia no se le da la información necesaria a lo largo de todo el día hasta que no es ingresado; cuando seguimos pensando que la Unidad de Cuidados Paliativos solo existe para los pacientes terminales… ¿No es cierto que éstos y otros muchos casos similares nos han de hacer pensar en que nuestro sistema sanitario público necesita mejorar en ‘humanización’?

Desde mis inicios como enfermero y médico, siempre he defendido y seguiré defendiendo que la humanización contribuye, sin duda alguna y de una forma definitiva, a mejorar la tan discutida sostenibilidad de nuestro sistema sanitario, pero para ello nos debemos implicar todos, políticos, gestores, líderes de las organizaciones profesionales y sindicales y todos los trabajadores del sistema: profesionales sanitarios, incluidos, como es lógico, los trabajadores sociales y los psicólogos, celadores, informadores, telefonistas, trabajadores de la cocina, de la limpieza…, todos sin excepción.

Y si además algún día se diera la importancia que merece a nuestra Atención Primaria, que debería ser la verdadera puerta de entrada al sistema, seguro que asistiríamos a una mejor sanidad y más humanizada, porque los mayores y los enfermos crónicos necesitan de la cercanía de los cuidados en todos los sentidos y también en su domicilio. Soñar no cuesta nada, y yo prefiero seguir soñando con un sistema sanitario centrado en la Atención Primaria, sin desestimar nunca a la Atención Especializada de los hospitales, pero en su justa medida.

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