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7 may. 2021 10:40H
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"La Salud Pública es la ciencia y el arte de impedir las enfermedades,
prolongar la vida,
fomentar la salud mediante el esfuerzo organizado de la comunidad".

Winslow (1920)

La pandemia por covid-19 ha puesto a examen los sistemas sanitarios de los países afectados.

La salud en América Latina está recogida en muchas Constituciones como derecho y varios países han declarado cobertura sanitaria universal, sin embargo, no por eso lo hacen efectivo. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que un 30 por ciento de la población latinoamericana no accede a los sistemas de salud y mucha población ni siquiera busca atención sanitaria cuando la necesita. El contagio de covid-19 se vio facilitado tanto por la falta de recursos económicos como de accesibilidad a los sistemas sanitarios, en ocasiones por limitación geográfica al vivir en pueblos o comunidades sin servicios sanitarios, siendo la salud pública una asignatura pendiente en toda la región.

Aunque en América Latina han desarrollado estrategias para enfrentar epidemias como dengue, chikurgunya o zika, la OPS considera que se basan en atención episódica mediante campañas o en hospitales, más que en prevención y promoción de la salud, siendo que la mejor inversión es la prevención y la salud pública.

Un estudio realizado sobre la evolución de la pandemia en América Latina en los primeros 90 días concluía que las diferencias en la incidencia del covid-19 se asociaban a las medidas de salud pública adoptadas, al tamaño de la población y al nivel de pobreza del sistema de salud disponible al momento de la llegada del covid-19.

Dos años antes de la pandemia el Banco Interamericano de Desarrollo señalaba la necesidad de mejorar los sistemas sanitarios de la mayoría de los países de Latinoamérica y la OPS denuncia que los países latinoamericanos no invierten en salud lo necesario, incluso Brasil, uno de los países más desarrollado de la región. Los países que más destinan en sanidad pública son Cuba, Chile, Uruguay y Argentina y los que menos Venezuela, Haití, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Perú, países que la OPS identificó como los países latinoamericanos que “conllevan más riesgos” en esta pandemia.

"Dos años antes de la pandemia el Banco Interamericano de Desarrollo señalaba la necesidad de mejorar los sistemas sanitarios de la mayoría de los países de Latinoamérica"



No obstante, un mayor gasto sanitario no garantiza que sea eficiente ni se distribuya equitativamente. Antes de la pandemia la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya señalaba que en Latinoamérica un gran porcentaje de recursos sanitarios eran malgastados con infraestructuras, equipos y profesionales inadecuados, de baja calidad, uso abusivo de medicamentos etc.

Por otro lado, Latinoamérica es una de las regiones con más desigualdades del mundo y durante esta pandemia se han mostrado también en salud. Países como Argentina, Uruguay, Chile, México, Brasil, con importantes recursos económico frente a países como Haití, Honduras o Guatemala, con gran escasez presentan grandes diferencias en los indicadores sanitarios (cantidad de personal sanitario, disponibilidad de camas, esperanza de vida etc.) por lo que al llegar la pandemia los países se enfrentaron de manera muy diferente, pero marcados todos por las deficiencias y debilidades de sus sistemas sanitarios.

Países con mayores recursos como Uruguay además de contar con un sistema universal de salud lo desarrolla en la práctica, ofreciendo gran número de profesionales sanitarios y centros de salud a los que puede acceder toda la población. Al llegar la pandemia comenzó con protocolos de contención ante el primer contagio, destacando en la primera ola su buena gestión de la pandemia. No obstante, en los países ricos, pero con grandes desigualdades, la sanidad mixta o privada y el débil sistema socio sanitario público ha respondido de muy diferente forma entre las distintas clases sociales y entre el medio urbano y rural.

El ejemplo de Cuba ante la pandemia Covid-19


Otros países, a pesar de tener una riqueza media o menor, han podido responder mejor por el desarrollo de su salud pública y sanidad universal. El Sistema Nacional de Salud de Cuba ha logrado dar una respuesta equitativa al covid-19 con una cobertura universal y gratuita basada en la atención primaria, presentando una de las tasas más bajas de letalidad de la región latinoamericana. Y basándose en el principio de territorialidad crearon centros de diagnóstico donde no había, dieron atención y tratamiento gratuito, desarrollaron un único plan nacional con protocolos de prevención y tratamiento que permitió la equidad en la atención de salud de la población.

Los países más pobres, con más factores de riesgo sociales y sanitarios, sin salud pública y con sanidad privada o mixta débil y menos accesible se vieron desbordados. Además, en estos países los sistemas sanitarios dejan recaer sobre los ciudadanos una fuerte carga económica, como en Perú que los trabajadores formales acceden a seguridad médica privada y los trabajadores informales, que son la mayoría, solo acceden a escasos y poco preparados centros de salud, provocando situaciones críticas. O incluso en Colombia, aunque la ley 100 habla de una cobertura universal, en la práctica campesinos, y personas vinculadas a la economía sumergida, no tienen vinculación al sistema de servicios de salud (sólo en urgencias) porque no son cotizantes ni beneficiarios.

No obstante, de la región destacan en el manejo de la pandemia Chile y Cuba, dos organizaciones sociales y económicas muy diferentes que según la OMS muestran la importancia de tener instituciones eficientes y sistemas que promueven la equidad.

Por otra parte, durante la pandemia ha quedado patente la fragmentación de los sistemas de salud, dificultando la coordinación, pero también hay falta de profesionales de salud, de medicación y tecnología pertinentes, de camas hospitalarias y de servicios de vigilancia intensiva. Además, mucha infraestructura y medios de atención están concentrados en las grandes ciudades habiendo hospitales lejanos que no tienen un laboratorio ni un respirador.

Faltan datos reales de la incidencia de la pandemia


Y, por otro lado, las estadísticas oficiales de diferentes países de la región no siempre manejan datos reales. Por diferentes causas: para ocultar los datos, para restar gravedad a la situación o por la dificultad para acceder a los datos de toda esa población que se contagia o fallece sin acceder a atención sanitaria.

La información contradictoria y la falta de transparencia ha llevado a la población a desconfiar de las autoridades sanitarias y tratamientos que proponían. Además, tanto entre los países ricos (Brasil, Argentina, México) como entre los pobres (Perú, Bolivia, Guatemala) se ha acentuado la corrupción en esta pandemia, sobretodo en la compra de insumos, pero también en la entrega de recursos a los más vulnerables o en la realización de la vacunación. La corrupción y el secretismo generan en los ciudadanos y en particular en los excluidos más suspicacia y por ejemplo más rechazo a la vacunación, cuando en una crisis e estas características resulta imprescindible la confianza por parte de los ciudadanos para que participen en la toma de decisiones. Además, una parte de la población contagiada son enfermos crónicos (diabetes, hipertensión) mal atendidos por déficits en atención primaria o por ser personas sin acceso a asistencia sanitaria, convirtiéndose en uno de los principales facilitadores de contagio, el agravamiento de la enfermedad y el fallecimiento.

Por otro lado, los países latinoamericanos no disponen de industrias de fabricación propias, dependen que otros países suministren. En la pandemia esto provocó también una falta de abastecimiento del material de protección para el personal sanitario, de tecnología sanitaria, de test y ahora de vacunas.

También se ha manifestado la falta de desarrollo de la investigación, de avances científicos, lo que ha llevado a que solo Cuba se encuentre en condiciones de disponer de una vacuna propia, los demás países están sujetos a que se las vendan los productores. Además el uso político de la vacuna limita los procesos de vacunación. El secretismo con que se maneja el tema, la poca información fidedigna e incluso el apoyo de posturas negacionistas por parte de personas de referencia lleva a la población a desconfianza y recelo. El negacionismo de algunos gobiernos como Brasil ha sido un riesgo añadido con consecuencias nefastas.

En resumen, la situación de América Latina era difícil, pero desde la llegada de la pandemia se ha agravado pudiendo llegar a ser devastadora. Los sistemas de salud en Latinoamérica presentan demasiadas carencias que la pandemia ha evidenciado su vulnerabilidad. La falta continuada de inversión en salud lleva a los países Latinoamericanos a una situación demoledora durante los tiempos de pandemia.

Las consecuencias de la pandemia en la región latinoamericana se debe a la situación decadente y precaria de los sistemas sanitarios pero también a la falta o debilidad de los sistemas de protección social, por la situación y desconfianza  de los ciudadanos, no siempre favorables a las medidas de bioseguridad, y sobre todo a las políticas de austeridad derivadas de la crisis socioeconómica en que ya vivía la población antes de la llegada de covid-19.