Las enfermeras no pedimos un privilegio, exigimos un reconocimiento acorde con la responsabilidad y la realidad de nuestras competencias. La reclasificación remunerada no sólo es una reivindicación colectiva por parte de colegios profesionales, sindicatos y grupos de movilización enfermera, sino una medida de justicia estructural que fortalece nuestro sistema de salud.

¿En qué momento el desprecio o la comparación negativa entre profesionales se convirtieron en herramientas legítimas de lucha? Es una pregunta que me acompaña desde hace tiempo, especialmente desde que las enfermeras pedimos algo tan evidente como la necesidad de una reclasificación.

¿Y por qué lo pedimos? ¿Queremos ser como otras profesiones? Lo cierto es que no. Las enfermeras somos graduadas universitarias, nos especializamos, investigamos, enseñamos, lideramos equipos y nos doctoramos. 


La reclasificación enfermera en Cataluña


En Cataluña, y hablo de esta comunidad porque es la realidad que conozco de cerca, las enfermeras tenemos un alto grado de responsabilidad: en Atención Primaria, en las unidades de cuidados intensivos, en salud laboral, en centros escolares, en residencias de mayores… Allí donde hay una enfermera, hay responsabilidad, compromiso y evidencia de valor.

Lo hemos dicho, y lo diremos tantas veces como sea necesario: la reclasificación no es un privilegio, es una cuestión de justicia estructural. Es el reconocimiento administrativo de una realidad profesional consolidada. 

Sin embargo, ciertos discursos públicos no solo desinforman, erosionan la dignidad de una profesión esencial. Porque las palabras tienen consecuencias, y más aún cuando se pronuncian desde tribunas políticas o institucionales.

Vivimos en una sociedad profundamente envejecida, con un crecimiento constante de la cronicidad, nuevos riesgos medioambientales y amenazas sanitarias globales. Ante este panorama, el conocimiento transversal, la corresponsabilidad y el trabajo centrado en la persona no son opcionales, son indispensables.

Y en ese modelo de atención, las enfermeras somos protagonistas, no piezas subordinadas a decisiones ajenas. Cuidamos, sí. Pero también pensamos, planificamos e innovamos. Lideramos desde el conocimiento y la acción. Lo hacemos desde hace años, sin pedir medallas. Ahora pedimos algo más sencillo: que lo que ya somos, sea reconocido y remunerado.