Hce unos días el
Dr. Julián Ezquerra publicó en
Redacción Médica un artículo titulado
La politización de la sanidad, un mal arraigado.
Su lectura me ha sugerido que una posible vacuna contra tal padecimiento pudiera ser una
planificación y gestión sanitarias profesionalizada, es decir, realizada por profesionales. Sería el resultado de multiplicar el conocimiento por la dedicación. A ese resultado científico, expresado en números, se le añadiría un
periodismo técnico de amplia difusión mediática que procuraría una sociedad bien informada basada en la
objetividad de los números y en la
veracidad de los hechos. Hasta
Lenin se rindió a los números y proclamó que sólo los tontos los discuten. Probablemente estas nuevas generaciones digitalizadas, objetiva y debidamente informadas, acabarán consiguiendo y, en su caso, disfrutando de esa anunciada vacuna.
Para que el producto de una
gestión profesionalizada sea científico se necesita una definición exacta del elemento a conseguir, una unidad de medida y una posible comparación. En el caso de la salud existe una aproximación a todo ello.
En efecto, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como el
completo estado de bienestar y no la mera ausencia de enfermedad. La unidad de medida puede ser la
esperanza de vida. Y la comparación territorial es posible. Aún con limitaciones, algo es algo y ese algo es mucho más que nada. Una sociedad desinformada y no formada es terreno abonado para que arraigue la
demagogia.
Como escribe
Ezquerra en el artículo citado son
muchos los intereses y diversos los grupos que facilitan la politización de la sanidad. Quizás podríamos agruparlos en cuatro con sus específicos intereses. Son los siguientes:
-
Ciudadanos
-
Suministradores de salud
-
Directivos
-
Propietarios
Los ciudadanos
Los ciudadanos son, además,
obligados contribuyentes, periódicos
votantes y
potenciales enfermos. Sus intereses fundamentales, como enfermos, son en un sistema de cobertura universal, los cuatro siguientes:
-
Recibir, con calidad (seguridad y confianza) la asistencia sanitaria a la que tienen derecho
-
No tener que esperar para recibirla
-
Ser informados del proceso de su enfermedad
-
No arruinarse por su uso
También desean
elegir médico y hospital. Para satisfacer el interés de
seguridad y confianza se requiere disponer de
personal competente y amable.
Para no hacerles esperar son necesarios medios arquitectónicos, materiales, personales y organizativos adecuados, que deben de ser actualizados. Ser informados exige
decirles la verdad, siempre que no haga daño, pero mentirles, jamás. No arruinarse al momento de utilizarla está asegurado en España ya que es de
cobertura universal gratuita. El deseo de elección de médico y hospital es universal y aumenta proporcionalmente al nivel cultural y económico. Lo disfrutan quienes actúan como clientes.
No ocurre así con los llamados
usuarios, con cobertura universal de carácter público que, en general, tienen derecho a usar, pero en la práctica muy escasamente a elegir.
Finalmente se consideran
pacientes, denomínense como se quiera, aquellos que el
acto médico, se desarrollaba conforme a la siguiente ancestral retahíla: túmbese, cállese, desnúdese, haga lo que le decimos y así, quizás le curaremos.
Afortunadamente, cada vez son menos y en menos lugares. Se trata de una
asistencia paternalista que no debe añorarse y que ya muy pocos pretenden mantener. Esa práctica médica curaba poco, por eso cuidaba mucho, y la opinión del médico no se discutía. Antes, la ciudadanía aceptaba que la ciencia no llegaba a más. Ahora cree que la ciencia lo puede todo y quien falla, en su caso, es el médico o la organización o ambos al mismo tiempo. Poco le importa si el servicio recibido es realizado por una
institución pública o privada. Lo que le importa como paciente es que le atiendan bien y como contribuyente que lo hagan de forma
eficiente para que no le suban los impuestos de forma innecesaria y por tanto injustamente.
Los suministradores de salud
Este grupo incluye fundamentalmente a los
médicos que, junto a los enfermos, son los protagonistas del
acto médico, que es la
esencia del sistema sanitario. A este grupo pertenece también los
enfermeros y
otros colectivos profesionales. Y se añaden las casas comerciales, los
laboratorios farmacéuticos y otros varios conglomerados empresariales.
El interés fundamental de los médicos, aparte del económico y el de ofrecer la mejor asistencia posible, es el de recibir el
reconocimiento institucional al que son acreedores, y que se hace efectivo con el
desarrollo de la carrera profesional, y en su caso, la
docente,
investigadora y la
gestora, así como el de sus colegas y
sociedades científicas. Los médicos actúan, o deberían de actuar, como agentes del enfermo. Es decir, como su persona de confianza y de la institución con
lealtad a la misma. En general son vocacionales, como en su tiempo lo fue la milicia y el sacerdocio que, al actuar con honor, percibían honorarios.
Muchos de los médicos han seguido el consejo laboral de
Confucio: “elige un trabajo que ames y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida”. Eso explica sus habituales y
prolongadas jornadas laborales.
Sus representantes sindicales ya dicen que ese concepto comporta abusos y de eso se están cansando. Asumen, por la índole de su profesión, una enorme y delicada
responsabilidad profesional, a la vez que mercantil y ética, pues en el imperfecto mercado sanitario público el médico compra, el enfermo consume y un tercero paga, y cuya evaluación y corrección son difíciles de realizar, por lo que el factor determinante de su comportamiento es el de su moral que no debería estar ni medio peldaño por debajo de su ambición, y que se enmarca dentro de los siguientes cuatro principios éticos básicos:
-
El de beneficencia, que consiste en hacer el bien, el cual no tiene límite porque siempre se puede hacer más y mejor;
-
El de autonomía, por el que cada cual tiene su propio proyecto de felicidad y es responsable de sus actos
-
El de no maleficencia, que obliga al médico a estar actualizado en sus conocimientos profesionales ya que su defecto es incompatible con el ejercicio de la Medicina
-
El de justicia, que consiste en no discriminar en la vida social, y eso es la equidad que se manifiesta específicamente en las irritantes listas de espera. La justicia se basa en el cumplimiento de la ley, y esta en realidad dice lo que el juez indica que dice. Y ya que el médico es ante todo persona que ejerce de médico, se espera que actúe como una buena persona
La
pregunta clave que los médicos deberíamos hacernos en nuestro ejercicio profesional es, ¿este enfermo me habría elegido a mí de haber podido elegir a otro?
Tan fundamental intervención en el sistema sanitario público requiere una
remuneración acorde con tal responsabilidad. El problema está en cuánto y quién decide lo que es una remuneración acorde. Es verdad que no se puede gestionar sólo con los médicos, pero tanta verdad es, si no más, que es imposible hacerlo contra los médicos. Dentro de este grupo de suministradores de la salud se encuentra la enfermería, de capital importancia, con organización propia y que desea participar en la
planificación y administración del proceso asistencial. El resto de los suministradores, de material y medicamentos, desean obtener rendimiento económico a su aportación.
Los equipos directivos
Se ocupan, fundamentalmente, de facilitar el
acto asistencial con la máxima calidad, equidad y eficiencia, que consiste en esencia en obtener el sumo rendimiento de los medios disponibles. Conseguir más con menos es la consigna, que se traduce en “como ahora somos pobres, tenemos que pensar”.
Siempre
en sanidad la disponibilidad es inferior a la necesidad, pero confundir deseos con realidad es infantilismo. Deben marcar objetivos concretados en metas con número, fecha y responsable de conseguirlos, dotar de medios, principalmente de personal
ajustando las plantillas conforme al número de actividades previstas y tiempo requerido para realizarlas, y evaluar los resultados de cantidad, calidad y precio.
Probablemente aquí está el
antígeno inductor de la vacuna, pues todas esas verdades y apreciaciones para que sean operativas deben concretarse en números, y difundirlos para que sean conocidos por todos. Debe
cuantificarse la necesidad, la eficacia, la eficiencia, la equidad y la calidad de los servicios que es posible prestar en la institución y en el sistema, y contrastarlos con los conseguidos.
Es una función muy técnica que requiere conocimiento y dedicación. Es lo que trata de enseñar, difundir y fomentar la
Sociedad Española de Directivos Sanitarios (SEDISA). Eso permite gestionar objetivamente y no en base a favoritismo o presiones. Así lo hicimos en la ya lejana y exitosa
Reforma Funcional del Hospital Clínic de Barcelona.
Y aunque sea laborioso, e incluso tediosa su elaboración, no puede ser excusa para no realizarlo. Y si se desconoce cómo se realiza no se está capacitado para dirigir una institución sanitaria o incluso un
servicio médico especializado. Sin esa guía que proporciona la planificación se gestiona a ciegas.
Los directivos desarrollan también una función de agencia o confianza entre los suministradores de la salud y los propietarios de la institución o el sistema. Para su éxito es
imprescindible su credibilidad. Consiste en que los actos coincidan con las palabras, sin olvidar que se predica con el ejemplo porque, aunque la palabra convence,
el ejemplo arrastra. Lo contrario de lo que hacía Carlyle, del cual Darwin en su autobiografía escribe que soltó una arenga sobre las ventajas del silencio que se extendió durante las dos horas que duró la comida. Dirigir consiste, en síntesis, en que los demás hagan lo que tú quieres porque ellos quieren. La mayor profesionalización de los directivos concretará la necesidad y mejorará la eficacia, efectividad, eficiencia, equidad y calidad del sistema sanitario porque lo expresarán en números y, además, se podrá
conocer lo real frente a lo posible. Los
jefes de Servicio, Sección y Unidad funcional también son directivos y han de asumir las consecuencias de sus decisiones, incluidas las económicas.
Los propietarios de los servicios públicos
Forman el cuarto grupo. Son, por delegación ciudadana, los
políticos, que, a su vez, establecen los
impuestos, proceden a su recaudación y deciden su distribución. La oposición busca la manera de
criticar la acción del gobierno y las listas de espera, signo evidente de la falta de equidad, son el acicate perfecto haciéndolas servir de
caja de resonancia de su incompetencia. Ellas molestan a los usuarios, a los médicos, a los directivos, y al gobierno. Sólo la oposición parece darlas la bienvenida. El interés principal de los propietarios de los servicios públicos es
preservar la paz sociolaboral, así que las insatisfacciones de pacientes o profesionales y empleados suelen ser agrandadas por la oposición que intentan sean difundidas lo más ampliamente posible incluso llevando la protesta a la calle. En los
servicios privados, los propietarios al ser accionistas intentan obtener el máximo rendimiento posible a su inversión económica pues en ello se juegan su supervivencia.
En conjunto el sistema sanitario público ha de
promocionar la salud, prevenir la enfermedad, evitar sus secuelas, enseñar e investigar para hacerlo cada vez mejor.
Y todo ello de la forma más eficiente posible, pues como nos recordaba
Abril Martorell al redactar su famoso informe, frente a los consumidores están los contribuyentes, cuya aportación no es poca ya que el gasto sanitario en España en el último año (datos de 2023-2024) se sitúa cerca de los 143.000 millones de euros (142.773 en 2023) de los que el gasto sanitario público fue de 106.332 millones, que representa el 74 por ciento del total. No se trata de gastar más sino de gastarlo bien.
No veo otro método mejor y más seguro para despolitizar la sanidad que el de cuantificar y expresar en números la necesidad, la eficacia, la eficiencia, la equidad y la calidad exigibles a cada institución del
sistema sanitario público español y de cada una de las
concertadas,
exponer sus resultados y difundirlos pública y extensivamente.
La
sociedad debidamente informada (que consiste en conocer las cosas), con
adecuado conocimiento (que es saber relacionar las cosas), actuará sabiamente porque decidirá lo correcto y lo ejecutará correctamente. Y todo ello basado en la incontrovertible objetividad que proporcionan los números. Sería una efectiva vacuna contra el mal arraigado de la politización de la sanidad denunciado hace unos días por Julián Ezquerra. Ya lo dijo Lenin:
sólo los tontos discuten los números.