La depresión influye en la evolución de las enfermedades neurológicas, como el ictus.                                            
                                        
                                        
                                            Cada vez existe una 
mayor concienciación sobre la importancia de la 
salud mental, y los efectos generados por la depresión en
 pacientes neurológicos es uno de los focos que la Sociedad Española de Neurología (
SEN) expone en un nuevo informe. La 
prevalencia de la depresión en alguna de las principales enfermedades neurológicas es variable, pero su tasa en personas que han sobrevivido a un 
ictus es casi
 8 veces mayor a la de la 
población general.
En el informe realizado por SEN, titulado
 Depresión y Neurología, se afirma una prevalencia vital de depresión de alrededor del 
12 por ciento en hombres y del
 25 por ciento en mujeres. En cambio, en pacientes con
 enfermedades neurológicas estas cifras son notablemente mayores, situándose, en general, entre el 
30 y el 50 por ciento.
110.000 personas al año llegan a sufrir un ictus, y de los que sobreviven entre un 
30 y un 50 por ciento sufre 
depresión. Por otra parte, el 25 por ciento de pacientes que ha sobrevivido a un ictus fue 
diagnosticado de depresión en los 
2 años siguientes a sufrirlo, y se estima que casi el 55 por ciento de las personas que lo han tenido a lo largo de su vida 
desarrollará depresión en algún momento.
Además, la
 depresión post ictus se presenta en 
uno de cada tres pacientes y, en más del 50 por ciento de los casos, no se diagnostica ni se trata. El estudio publicado por la SEN afirma que este tipo de depresión es la
 complicación neuropsiquiátrica más frecuente tras un ictus.
	Los supervivientes a un ictus y la ideación suicida
Tal y como confirma la SEN, 
la depresión influye en la evolución de las enfermedades neurológicas y en la respuesta de los 
pacientes neurológicos a los tratamientos. En el caso del ictus, la depresión se relaciona con una
 peor recuperación y un mayor 
riesgo de muerte. Además, se trata de un 
factor de 
mal pronóstico en la recuperación tras un ictus. Su aparición se asocia a una 
peor recuperación funcional y cognitiva, a un mayor deterioro en las actividades de la vida diaria, en la vida social e interpersonal, a peor calidad de vida y mayor mortalidad, siendo hasta
 diez veces mayor que los sujetos que no la presentan.
La ideación y conductas suicidas en pacientes con enfermedades neurológicas es otro aspecto que el informe llega a detallar. Los pacientes con discapacidad presentan un riesgo de
 tentativa de suicidio cuatro veces superior a aquellos con una buena calidad de vida. En relación con el ictus, los 
supervivientes tienen casi e
l doble de probabilidades de morir por suicidio que la población general, con un riesgo mayor en los primeros 2 años después del ictus.                                        
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