La semaglutida, utilizada en obesidad y diabetes, también impacta en el deseo y la compulsión

Fármacos como el Ozempic revelan que también actúan contra el tabaquismo
Administración de semaglutida en paciente diabético con obesidad.


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Los medicamentos que han transformado el tratamiento de la obesidad y la diabetes podrían estar a punto de dar un nuevo salto terapéutico, según un análisis publicado en la revista Nature. Y es que los fármacos agonistas del receptor GLP-1, como la semaglutida presente en Ozempic o Wegovy, están siendo investigados ahora por su doble efecto: resulta que no solo actúan sobre el metabolismo, sino también sobre los circuitos cerebrales que influyen en los sentimientos de deseo, recompensa y la compulsión. Esto abre la posibilidad de que sean capaces de disminuir la adicción al alcohol, la nicotina y los opioides.

A comienzos de este año, un equipo dirigido por Christian Hendershot, psicólogo de la Universidad del Sur de California, publicó un ensayo clínico aleatorizado que marcó un punto de inflexión: las inyecciones semanales de semaglutida redujeron el consumo de alcohol en alrededor de un 10 por ciento en personas alcohólicas. Actualmente, más de una docena de ensayos clínicos aleatorizados en distintos países están evaluando su uso para tratar diferentes tipos de adicción. 

El cerebro como punto clave


La clave parece residir en el cerebro. Aunque los fármacos agonistas del receptor GLP-1 fueron desarrollados para imitar una hormona intestinal implicada en la regulación de la glucosa y la saciedad, se sabe ahora que sus receptores también están presentes en regiones cerebrales fundamentales para la motivación y la compensación. Estas regiones forman parte del llamado sistema de recompensa, un entramado neuronal que involucra estructuras profundas como el área tegmental ventral y el núcleo accumbens, donde la dopamina convierte determinadas experiencias como comer, beber alcohol, fumar o consumir drogas en conductas placenteras y repetibles.

"Al final del día, el sistema neurobiológico que se activa con sustancias gratificantes (comida, sexo, drogas o música) es el mismo sistema", explica Roger McIntyre, psicofarmacólogo de la Universidad de Toronto. Al activar los receptores GLP-1 en estas áreas, los fármacos parecen reducir la liberación de dopamina asociada a las conductas adictivas. El resultado no es una sensación de rechazo, sino que el deseo pierde intensidad.

Resultados desiguales y una nueva generación de fármacos


Aún así, no todos los estudios han sido positivos. Ensayos con estos fármacos de primera generación, como la exenatida o la dulaglutida, mostraron resultados modestos o nulos en personas con dependencia del alcohol o del tabaco. Pero estos medicamentos son menos potentes y duran menos tiempo en el organismo que compuestos más recientes como la semaglutida o la tirzepatida. Por eso, ahora la atención está puesta en esta segunda generación.

Trabajos de Estados Unidos y Europa están probando distintas dosis, formulaciones inyectables y versiones orales para evaluar cuál es más eficaz y mejor tolerada. Además, muchos de estos estudios incorporan resonancias magnéticas funcionales para observar cómo cambia la respuesta del cerebro ante estímulos relacionados con el alcohol antes y después del tratamiento.


De los ratones a las personas


La bióloga sueca Elisabet Jerlhag Holm, de la Universidad de Gotemburgo, fue una de las primeras en explorar esta conexión. Ya a comienzos de la década de 2010 publicó estudios que demostraban cómo los fármacos agonsistas del receptor GLP-1 reducían el consumo de alcohol, nicotina, anfetaminas y cocaína en roedores, además de disminuir conductas similares a la recaída. Durante años, su trabajo pasó casi desapercibido por la comunidad científica de las adicciones y la industria farmacéutica mostraron mucho interés.

Eso cambió gradualmente gracias a investigadores como Lorenzo Leggio, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, que encontró evidencias genéticas y neurobiológicas que relacionaban el receptor GLP-1 con el consumo de alcohol en humanos. El interés explotó definitivamente en 2023, cuando un artículo en la revista The Atlantic preguntaba abiertamente si los científicos habían "inventado accidentalmente un fármaco contra la adicción".

En definitiva, los especialistas subrayan que aún es pronto para sacar conclusiones, ya que faltan datos sobre seguridad a largo plazo, eficacia sostenida y qué perfiles de pacientes podrían beneficiarse más. Sin embargo, el entusiasmo es palpable. "Hace décadas que no se aprueba una clase realmente nueva de medicamentos contra la adicción", señala Holm. Si los fármacos agonistas del receptor GLP-1 confirman su eficacia en ensayos amplios, añade, el impacto "podría ser profundo".
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