Los farmacéuticos Javier Palacios, Moisés Fernández-Roldán e Isabel Martín.
La conciliación entre la vida personal y el trabajo es
un reto para muchos profesionales sanitarios, y los
farmacéuticos comunitarios no son la excepción. Las oficinas de farmacia, al ser establecimientos sanitarios de atención continuada, requieren presencia física constante, horarios amplios e incluso turnos de guardia que, en ocasiones, dificultan encontrar un equilibrio.
Aunque
la profesión avanza hacia modelos más flexibles, la realidad sigue siendo compleja. "La conciliación en la farmacia se está consiguiendo con horarios que permiten jornadas intensivas de mañana o tarde, y cada día hay más farmacias con horario ampliado que permiten estas jornadas", explica a
Redacción Médica Javier Palacios, titular de una farmacia en Linares (Jaén).
Sin embargo, él mismo advierte que
persisten problemas estructurales ligados a las guardias que "hay que plantear a la administración. Todo ha cambiado y mucho… En mi última noche facturé 198 euros, siendo más lo que cobra el farmacéutico que la realiza".
El testimonio de Palacios refleja una de las tensiones más frecuentes en el sector, como es la
obligatoriedad de prestar servicio fuera del horario habitual sin que siempre resulte rentable ni compatible con el descanso. En áreas con gran población o demanda asistencial, como la suya, cubrir turnos de urgencia puede suponer un coste superior al ingreso que generan.
Jornadas largas y dificultad para desconectar
A los turnos de guardia se suma el peso de la
atención presencial y la gestión del negocio. "Mi experiencia ha sido la de estar 15 años en la farmacia mañana y tarde sin apenas vacaciones; eso ha sido duro", relata
Moisés Fernández-Roldán, titular en Ciruelos (Toledo).
Su situación mejoró tras poder contratar a un empleado, algo que no siempre está al alcance de todos. "Gracias a Dios no tengo más que una guardia a la semana de lunes a jueves.
Si no tienes empleados o tienes muchas guardias, puede ser bastante durillo".
Fernández-Roldán pone de relieve otro
factor clave para la conciliación: el tamaño de la plantilla y los recursos económicos disponibles. Las farmacias con equipos más amplios pueden repartir turnos y permitir que los titulares o adjuntos dispongan de tiempo libre, mientras que los establecimientos más pequeños dependen en mayor medida de la implicación personal de su propietario.
Presencia física: un valor y un reto
Más allá de la organización interna,
la esencia misma del servicio farmacéutico condiciona su conciliación. La atención personalizada es parte fundamental de su valor social. "La presencia física del farmacéutico es la base de nuestro valor en un mundo fuertemente globalizado y digitalizado", señala a este medio
Isabel Martín, responsable de una farmacia en la isla de La Graciosa.
"Somos capaces de
asesorar, aconsejar y resolver muchas cuestiones sanitarias de los pacientes, en vivo y en directo… Esto nos obliga a mantenernos presencialmente y distribuir responsabilidades entre los distintos farmacéuticos comunitarios, tanto titulares como adjuntos y sustitutos", explica la farmacéutica.
Martín apunta que, para
compatibilizar horarios ampliados con la disponibilidad exigida, resulta esencial
contar con equipos cohesionados y bien coordinados. La descentralización de tareas entre titulares, adjuntos y sustitutos ayuda a sostener la calidad asistencial sin comprometer en exceso el bienestar de cada profesional.
Entre la vocación y la sostenibilidad
Al final,
el compromiso social y sanitario de los farmacéuticos, especialmente en zonas rurales o insulares, añade un componente emocional a su labor. Su
cercanía y disponibilidad permanente generan confianza en los pacientes, pero también presión para estar siempre presentes. En palabras de Martín: "Seguimos siendo profesionales de referencia en los barrios, pueblos y ciudades y así nos lo hacen llegar los ciudadanos y visitantes".
Este vínculo con la comunidad, aunque gratificante, puede dificultar el establecimiento de límites claros entre la vida profesional y la personal, especialmente cuando los usuarios esperan que la farmacia esté disponible a cualquier hora. Según explican sus máximos exponentes,
la conciliación en la farmacia no es una quimera, pero requiere cambios estructurales y culturales.
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