Celebramos en días pasados el Día Mundial de la Salud. En esta ocasión se ha querido incidir en la importancia de asegurar que los alimentos que consumimos reúnen todas las garantías de salubridad necesarias y tratar de evitar así que sigan falleciendo en torno a dos millones de personas al año por esta causa.

Una vez más, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha puesto el foco en la importancia de la salud pública, y, más en concreto, en la prevención y promoción de la salud como herramienta indispensable para alcanzar el objetivo general de tener una sociedad más sana.

Y una vez más, las distintas autoridades sanitarias españolas han asegurado públicamente que comparten este interés y que, por ello, están trabajando en fortalecer y mejorar las estrategias de prevención y promoción de la salud de todos. Una afirmación que, no nos engañemos, dista mucho de la realidad, la de hace unos años y la de ahora más si cabe.

Estas estrategias o planes de actuación nunca se han considerado prioritarias en la acción gubernamental sanitaria y en los años de crisis se han convertido en víctimas propiciatorias de las políticas de recortes emprendidas por las diferentes administraciones para reducir gastos y alcanzar los objetivos de déficit.

Menos recursos económicos, humanos y materiales que se han traducido, por ejemplo, en la suspensión, definitiva o temporal, de distintos programas que se venían realizando en determinados ámbitos (primaria, centros educativos y sociales, asociaciones…) y con diferentes públicos objetivos (niños, mayores, personas con factores de riesgo…).

Si bien es cierto que ya se tienen datos oficiales sobre la reducción del gasto público sanitario en estos años de crisis (en torno a  10.000 millones de euros) , también lo es que aún no se conoce la evolución en los últimos años de los principales indicadores sanitarios que nos lleven a concluir si el estado de los españoles, en términos de salud, ha mejorado o empeorado.

No obstante, los datos que vamos conociendo (mortalidad infantil, peso al nacer, prevalencia de enfermedades crónicas, obesidad…) apuntan un panorama que, además de preocuparnos, deben llevarnos a una reflexión  y toma de posición inmediata.

En este año electoral estamos escuchando mucho la palabra “cambio”. Los que aspiran en escasos meses a formar nuevos gobiernos aseguran que reorientarán sus políticas y, en lo que respecta a sanidad, trabajarán para conseguir un sistema más eficaz en términos de salud y más rentable en términos económicos.

Les insto, por ello, a que recuperen una de las “asignaturas pendientes” de nuestro Sistema Nacional de Salud y centren también sus esfuerzos en priorizar estrategias preventivas de promoción de la salud y fomento de estilos de vida saludables.

Con este objetivo les pido, además, que dejen “acompañarse” de los profesionales sanitarios y, más en concreto, que sepan aprovechar el valor y potencial de los enfermeros como agentes impulsores y dinamizadores de este tipo de actuaciones.

La Enfermería, por su cualificación y competencias, puede resultar clave a la hora de implementar y desarrollar los programas de salud pública.

Coincidiendo con próximos Días de… o la aparición de nuevos estudios o informes, volveremos a escuchar la importancia de fomentar estrategias de salud pública.

También volveremos a escuchar discursos oficiales asegurando que se trabaja con este objetivo. En esa ocasión, ¿seguiremos teniendo una sanidad muy medicalizada y orientada al tratamiento o las cosas habrán empezado a cambiar… será realidad o palabrería?

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