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16 jul. 2014 18:51H
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Como ocurre todos los años durante el mes de junio, el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Valencia, al que obligatoriamente debo estar afiliado para poder ejercer, me envía un correo electrónico donde me recuerda la Celebración de la Patrona de los Médicos, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y me invita a los actos programados, entre los que se incluye una misa en memoria de los fallecidos.

Actividades similares son realizadas por otros colegios provinciales ya que esta festividad se conmemora en todo el territorio nacional.

La lectura de este correo me lleva a una serie de reflexiones:

Entiendo que el colectivo de médicos al que pertenezco, al igual que el resto de la sociedad española, está formado por personas con ideologías y creencias distintas que, aún siendo minoritarias, deben ser siempre respetadas dado que una base sólida e inamovible de cualquier sociedad que se considere democrática debe ser el respeto y la tolerancia hacia las minorías, siempre que observen las normas básicas de convivencia y se atengan a la legislación vigente. El hecho de que en nuestro ámbito se designe como patrona de todos los médicos a una figura venerada de forma exclusiva por la religión católica, como es la Virgen del Perpetuo Socorro,  no es precisamente un ejemplo de respeto a la pluralidad ideológica y de tolerancia, atributos que deberían caracterizar a nuestro colectivo profesional y formar parte de la ética médica.

La Organización Médica Colegial debería velar para que los colegios de médicos sean instituciones no sólo aconfesionales, sino absolutamente laicas, totalmente ajenas a cualquier ideario religioso, en donde no se contemplasen actos de este tipo u otros similares, sólo cito algunos ejemplos, tales como el envío de felicitaciones navideñas de forma masiva e indiscriminada a todos los colegiados dando por hecho que todos celebramos y compartimos, cuando evidentemente esto no es así, el nacimiento de quien algunos consideran hijo de Dios, la presencia de símbolos religiosos en sus locales, sobre todo coincidiendo con la festividad anteriormente citada, y la celebración de un acto religioso católico para honrar a los fallecidos, cuando dicha ceremonia bien podría ser sustituida por un acto civil o multiconfesional, este último tampoco deseable dada la aconfesionalidad del Estado, pero más aceptable que implicar o favorecer a un sólo grupo religioso.

Todos los organismos oficiales, entre los que se incluyen los colegios profesionales, deberían estar obligados a respetar nuestra Constitución, y el hecho de tomar la decisión de eliminar este tipo de actividades debería considerarse normal y no sorprender ni molestar a nadie en un Estado aconfesional.

Expreso desde aquí mi más absoluta oposición a que el Colegio al que estoy obligado a pertenecer y a financiar se dedique a organizar estos actos que discriminan a parte de su colectivo y que nada tienen que ver con la profesión médica.

Armando Azulay Tapiero, médico especialista en Medicina Interna del Hospital Dr. Moliner, de Valencia, y máster en Derecho y Bioética por la Universidad de Valencia

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