Sala de espera
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11 may. 2016 13:30H
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“Hoy no esperen polémica. Ya habrá tiempo en las próximas semanas. Hoy voy a hablarles de unos seres humanos que habitan dentro de ese monstruo, de esa culminación de todo lo abominable, de ese ser maldito y maldecido que es todo diputado o diputada”.

De esta manera arranca la columna de El Confidencial en la que Francisco Igea, portavoz de Sanidad de Ciudadanos en la exigua legislatura pasada, glosa las virtudes de varios compañeros de la Cámara baja, tanto del partido propio como de ajenos.
 
El primer elogio se lo dedica a la “sonrisa amable” de Marta Sibina, portavoz de Sanidad de Podemos en el Congreso, diputada “que acudió a trabajar con collarín después de un aparatoso accidente de tráfico” y con la que afirma que “se puede compartir un cigarro aunque no se compartan ideas”.
 
Igea se refiere también a una compañera de partido que siguió acudiendo al Congreso mientras “su abuela agonizaba en Santander” y aguantó con estoicismo “sin derramar una lágrima hasta que estuvo fuera, cuando le comunicaron su fallecimiento”.
 
Habla también de la alegría de un diputado que supo que iba a ser padre en mitad de la legislatura o de la constancia de una diputada catalana [Lourdes Ciuró] “que lleva años peleando por el reconocimiento de las víctimas de la talidomida sin calcular cuántas son ni cuántos votos se ganan o se pierden”. Igea regresa a su hábito de fumador para elogiar a “un tipo encantador que representa al Partido Popular de Palencia”.
 
El reconocimiento continúa con “esa gente que habita el gallinero sin esperar reconocimiento ni focos”. Con esta columna, Igea trata de mostrar el lado humano de los diputados y que “entre esos 350 monstruos del egoísmo y la soberbia que ustedes imaginan, hay seres humanos, padres, madres, hijos y amantes”. Y apunta a que están “presos de la estrategia del cálculo de otros, ocultos bajo las siglas, agazapados en sus escaños… seres de carne y hueso. Seres sobre los que se dispara sin distinguir”. 

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