El pasado 10 de septiembre, el Comité de Ministros del Consejo de Europa aprobaba un resolución que significa un claro y rotundo espaldarazo a dos colectivos de profesionales que han sido, son y serán claves en la donación de órganos en España, y que cada vez lo van a ser más en toda Europa y me atrevo a decir que en todo el mundo: intensivistas y urgenciólogos.

La resolución, impulsada por España y refrendada por 37 países (el ámbito del Consejo de Europa es más amplio que el de la Unión Europea / 28), insta en primer lugar a los estados miembros a dar formación adecuada en todo lo referente al proceso de donación de órganos (detección, comunicación en situaciones críticas, evaluación y mantenimiento hemodinámico del donante y determinación de la muerte) a intensivistas y urgenciólogos, y todo ello en un marco legal y ético que establezca claramente las prácticas que faciliten la donación.

Es lo que llevamos haciendo en España desde hace ya mucho tiempo: un acuerdo ONT- Semicyuc ha permitido formar en materia de donación durante los últimos 9 años, en cursos celebrados en Granada, Madrid, Barcelona y Asturias/Castilla-León, a más de 1.000 intensivistas jóvenes durante su periodo de residencia: una garantía de la pervivencia del modelo español basado en coordinadores intensivistas durante las próximas décadas.

Por otra parte, desde 2009, un acuerdo similar ONT-Semes ha permitido realizar nada menos que 176 cursos en 15 comunidades autónomas en los que se han formado cerca de 6.000 profesionales de urgencias y emergencias que se han convertido en el mejor aliado del sistema de donación en toda España.

De igual manera, la resolución del Consejo de Europa insta a incorporar la donación de órganos como una actividad habitual, que forme parte de la rutina diaria en UVIs y Servicios de Urgencias con valoración de resultados mediante indicadores de calidad y auditorías: exactamente nuestra línea de trabajo con Semicyuc y Semes y la filosofía de trabajo con estos servicios hospitalarios en toda España.

Recomienda igualmente la nominación de personas de referencia en estas unidades (aunque en el proceso participen todos al haber pasado a ser una actividad habitual) que faciliten el proceso de donación y la referencia al coordinador de trasplantes de todos los potenciales donantes. Esta es nuestra línea básica de actuación y mejora desde hace ya bastantes años y en la que tenemos que seguir insistiendo porque los datos apuntan a que aún queda potencial de mejora y de hecho los datos crecientes  de 2015 así lo confirman pese a que el pasado año se alcanzaron ya cifras récord. A recordar que el 87 por ciento de nuestros coordinadores médicos hospitalarios en 2015 son intensivistas, aunque en realidad sea todo el equipo de la UVI quien colabora en el proceso.

Y finalmente recomienda desarrollar programas de investigación en materia de donación de órganos en UVI y Urgencias, algo que igualmente llevamos haciendo en grupos de trabajo conjuntos con ambas sociedades y que realmente nos permite seguir avanzando en este campo y planear nuevas estrategias.

Evidentemente esta resolución no ha sido una ocurrencia repentina: está basada en toda una serie de documentos y de acuerdos internacionales de este organismo (no en vano presidimos su Comisión de Trasplantes durante 7 años) y de otros como la OMS en los que  la huella del modelo español es evidente. De hecho, esta resolución es probablemente el mejor reconocimiento técnico que se puede hacer a nuestro sistema y a lo que nuestros profesionales han conseguido después de muchos años de esfuerzo.

Hoy parece que esta forma de trabajar, que es la nuestra, es normal y resulta obvia. Sin embargo hay que recordar el escepticismo y la suficiencia con que nos miraban hace 25 años los responsables de la donación de muchos países europeos que hoy tienen entre la mitad y la cuarta parte de donantes que nosotros. Ellos lo fiaron casi todo a actuar sobre la población, haciendo campañas de sensibilización y olvidándose de que el factor clave que explica la donación de órganos es el sistema y el profesional sanitario y con él y para él debe trabajar una organización de trasplantes, apoyándole y facilitando su trabajo. Tan sencillo como esto, pero ya ha costado que la idea sea reconocida de manera tan unánime, e impresiona pensar cuántos miles de vidas se podrían haber salvado en toda Europa si se hubiera aplicado hace muchos años.

Todo esto ha sido posible gracias a dos colectivos técnica y humanamente ejemplares y a decir verdad nada bien tratados por las políticas de recursos humanos tanto estatales como autonómicas y no solo de ahora, sino de hace décadas: intensivistas y urgenciólogos. Se podría considerar como una de las mil fórmulas con las que se cumple inexorablemente la ley de Murphy: el reconocimiento a un trabajo bien hecho es directamente proporcional a la distancia en miles de kilómetros al lugar donde se ha llevado a cabo este trabajo y mira que es complicado que te lo reconozcan en casa. Vaya desde luego el continuado agradecimiento, apoyo y colaboración de la ONT a todos los integrantes de estas dos sociedades: Semicyuc y Semes.

En esta ocasión, lo que viene de Europa les hace justicia.

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