Tres expertos en asistencia y gestión sanitaria analizan esta tecnología que 'devuelve' tiempo al facultativo

Debate 'Transformación digital y el papel de la Inteligencia Artificial en la sanidad'


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La transformación digital del sistema sanitario y el papel de la inteligencia artificial (IA) fueron los ejes del debate Future Health Index, organizado por Redacción Médica en colaboración con Philips. Tres especialistas de referencia: Gabriela Guzmán Martínez, jefa del Servicio de Imagen Cardíaca del Hospital La Paz (Madrid); Pedro Landete Rodríguez, subdirector médico y director de Continuidad Asistencial del Hospital de La Princesa (Madrid); y Josep Munuera del Cerro, director de Radiodiagnóstico del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona), quienes analizaron los avances, desafíos y oportunidades de esta revolución tecnológica que está remodelando la práctica médica.

“La inteligencia artificial ya es una realidad y muchas veces la estamos utilizando sin saberlo”, afirmó Gabriela Guzmán, jefa de sección de Imagen Cardíaca del Hospital La Paz (Madrid).

“La inteligencia artificial ya es una realidad y muchas veces la estamos utilizando sin saberlo”, afirmó Gabriela Guzmán, quien destacó que, en su campo, la imagen cardíaca, “muchísimos de los softwares de postprocesado ya la emplean de manera rutinaria”. La especialista subrayó la necesidad de “dar un empujón para mejorar los tiempos y los flujos de trabajo”, especialmente en la sanidad pública, donde “la IA puede ayudarnos a reducir las listas de espera y los tiempos que se pierden”.

Pedro Landete introdujo una reflexión sobre la precisión conceptual que debe acompañar al desarrollo tecnológico: “Tenemos que separar dos cosas. La IA generativa y la digitalización (que va junto con la telemonitorización) son mundos diferentes”, explicó. A su juicio, “estamos intentando generalizar un concepto muy complejo”, por lo que insistió en “incorporar estas herramientas con las medidas legales adecuadas para hacerlo de la forma más segura y fiable”. La clave, añadió, está en que la inteligencia artificial “no viene a reemplazarnos ni a simplificarnos, sino a ayudarnos a mejorar los procesos”.

Josep Munuera coincidió en que el primer paso es completar la digitalización del sistema. “Existen todavía lagunas en el sistema sanitario. Si queremos construir una pirámide de valor en la toma de decisiones inteligentes, lo primero es plantearnos qué nos queda por digitalizar”, apuntó. Para el radiólogo, el valor del dato es esencial: “La tecnología que representa la inteligencia artificial parte de los datos; ese es el patrón oro. Tenemos que saber qué datos estamos usando y cómo los tratamos ética y legalmente”.

Josep Munuera del Cerro, director de Radiodiagnóstico del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona).

Además, recordó que el auge de la IA generativa “ha fagocitado todo el concepto de inteligencia artificial cuando no lo representa en su totalidad”, y que aún conviven múltiples tipos de algoritmos, desde los que apoyan la clasificación de imágenes hasta los que generan lenguaje o contenido nuevo.

Sobre las oportunidades y limitaciones de la digitalización, Munuera destacó que “la mayor de las oportunidades tiene que ver con el empoderamiento de los profesionales”. La IA puede “facilitar las cargas de trabajo, las priorizaciones de pacientes y la detección de sujetos en riesgo”, aunque advirtió que es necesario “medir su impacto para no añadir clics innecesarios sin saber si realmente aportan valor”. Entre las barreras, señaló “la integración, la sostenibilidad (tanto energética como económica) y la medición del valor”, porque “si no monetizamos lo que aporta la IA, solo añadiremos carga económica sin entender qué nos está cambiando”.

En la misma línea, Landete resaltó que “la clave de la IA es el dato”, y que uno de los grandes retos es “saber quién es el dueño del dato”. “Todos decimos que el propietario es el paciente, pero eso no es una realidad hoy. En la mayoría de los casos, quien tiene el dato es la empresa”, advirtió. Para el especialista, este punto es decisivo: “Quien controla el dato tiene el poder”, añadió, reclamando mayor control contractual sobre el uso de la información.

Pedro Landete, subdirector médico y director de Continuidad Asistencial del Hospital de La Princesa (Madrid).

Respecto a las oportunidades concretas, Landete apuntó que la IA puede “estratificar, diagnosticar y predecir lo que va a pasar en el futuro”, un papel que ya comienza a materializarse en ámbitos como la monitorización respiratoria o la gestión de alertas clínicas. “Probablemente el siguiente paso sea contar con chatbots capaces de identificar alertas relevantes y optimizar los recursos”, explicó, subrayando que “la IA no sustituye al factor humano, sino que lo complementa y libera tiempo de calidad para el paciente”.

Guzmán coincidió plenamente: “Todas esas tareas administrativas devuelven al médico el tiempo para ser médico otra vez”, señaló. “La IA puede ayudarnos a mirar a los ojos del paciente, mejorar los flujos de trabajo y ofrecer nuevas oportunidades en formación y capacitación del personal”. Sin embargo, advirtió que “la regulación es compleja” y que “la calidad del dato es fundamental”. Además, defendió la necesidad de “un cambio cultural entre profesionales y pacientes, que no deben ver la IA como algo hostil, sino como algo propio y transparente”.

En cuanto a la formación, Landete reconoció que “a día de hoy no es suficiente”. “Tenemos que trabajar en líneas formativas específicas, orientadas a objetivos claros dentro de cada hospital”, sostuvo. En su opinión, los hospitales “son como elefantes grandes y viejos que se mueven despacio”, y el desafío está en “integrar herramientas que ya están a la puerta para cambiar el concepto mismo de la asistencia”. Propuso “involucrar a enfermeras gestoras de casos y especializadas, que actúen en una segunda línea tras la IA y antes del médico, para optimizar recursos ante la escasez de profesionales”.

Guzmán añadió que “hace falta también una formación en competencia digital avanzada y la creación de nuevos roles que lleven la batuta de qué aporta y qué no aporta cada herramienta”. A su juicio, “la resistencia al cambio existe, pero tenemos que avanzar; no nos queda otra”.

Munuera completó esta reflexión señalando que la informática médica “ha evolucionado menos de lo que debería” y que los futuros especialistas deben formarse en “digitalización, ciberseguridad y multidisciplinaridad”. “No hace falta que sepan programar, para eso están los ingenieros y científicos de datos, pero sí entender los sesgos y limitaciones de los algoritmos”, explicó. Como ejemplo, citó los “algoritmos de aceleración en resonancia magnética”, que “han reducido a la mitad los tiempos de exploración, mejorado la experiencia del paciente y optimizado la lista de espera”.


Uno de los problemas más visibles de la práctica asistencial, según Guzmán, es la sobrecarga de datos. “Perdemos muchísimo tiempo intentando descifrar historias clínicas o buscando datos fundamentales para interpretar una prueba”, lamentó. Para la especialista, la IA podría “ordenar esa información según criterios y priorizar hallazgos críticos, como una hemorragia cerebral o una insuficiencia cardíaca”, además de “reducir el trabajo burocrático sin valor añadido”.

Landete coincidió: “Para cualquier clínico es una tortura enfrentarse a una historia clínica diferente en cada hospital”, aseguró. Por eso reclamó una “historia clínica única” que unifique la información del paciente. Señaló que ya existen “programas capaces de resumir antecedentes clínicos antes de que entre el paciente”, e incluso herramientas que “permiten dictar exploraciones o pedir pruebas complementarias en tiempo real”, algo que “mejorará la calidad médico-paciente y reducirá la deshumanización”. Guzmán respaldó esta idea: “Eso va a mejorar la relación médico-paciente, sin ninguna duda. Los pacientes podrán volver a ver la cara del médico en lugar de verlo escondido tras una pantalla”, añadió.

Munuera ilustró el potencial de la IA con ejemplos concretos: “En un programa de cribado de mama, se observó que la inteligencia artificial podía reducir un 40% la carga de trabajo del profesional sin pérdida de calidad diagnóstica”. En su hospital, explicó, también se aplica un algoritmo para el control de calidad de radiografías de tórax, que “ha reducido el tiempo de revisión a una tercera parte y liberado un 60% del tiempo del coordinador para formar a los técnicos”. No obstante, advirtió que “una aplicación excesiva de algoritmos puede generar burnout, porque donde antes se hacían diez clics ahora se hacen treinta y cinco”, insistiendo en que la clave está en “una integración inteligente y equilibrada”.

“En un programa de cribado de mama, se observó que la inteligencia artificial podía reducir un 40% la carga de trabajo del profesional sin pérdida de calidad diagnóstica”

“En un programa de cribado de mama, se observó que la inteligencia artificial podía reducir un 40% la carga de trabajo del profesional sin pérdida de calidad diagnóstica”.


En relación con la confianza en la inteligencia artificial, Guzmán consideró que “el desconocimiento genera desconfianza, especialmente entre los pacientes”, y que la formación y la transparencia son esenciales para revertirlo. Munuera defendió la necesidad de “contener las expectativas”, ya que “sería ingenuo pensar que una nueva tecnología resolverá de golpe los problemas de adecuación diagnóstica”.

Landete explicó por qué los profesionales confían más que los pacientes: “Nosotros vemos una necesidad que la IA puede cubrir, mientras que muchos pacientes la asocian únicamente a ChatGPT, lo que vulgariza el concepto”. Recordó que “llevamos años utilizando IA en diagnóstico sin cuestionar su utilidad” y que, si se aplica correctamente, “es una herramienta segura que simplifica, mejora y optimiza la atención”.

Munuera subrayó que “los algoritmos generales no son los que usamos en salud”, ya que “los aplicados sobre pacientes tienen una regulatoria específica”. Guzmán añadió que “detrás de la IA siempre hay una validación humana, una responsabilidad profesional que también debe transmitirse”. Y Landete recalcó que “la transparencia es clave”: “En Madrid, todo lo que lleve la palabra IA pasa por la oficina de seguridad informática y múltiples filtros. Los pacientes pueden estar tranquilos: los datos se usan solo con el fin para el que fueron recogidos”.

De cara al futuro, Munuera defendió que “el paciente y el profesional deben estar en el centro del proceso de transformación digital”, aunque reconoció que “hoy también están en el centro las start-ups, porque es el sistema en el que vivimos”. Pidió “transparencia para diferenciar los algoritmos clínicos validados de los que están en fase de investigación”, con el fin de evitar confusiones entre profesionales y pacientes.

Guzmán compartió ejemplos de integración real en su especialidad: “En imagen cardíaca ya usamos softwares de posprocesado y medidas automáticas que agilizan el diagnóstico. Las herramientas pueden generar preinformes que siempre validamos antes de entregarlos al paciente”, explicó, destacando que “el objetivo es mejorar la eficiencia sin renunciar a la supervisión humana”.

Por su parte, Landete remarcó que “lo que más deshumaniza a los médicos es una pantalla y un teclado”, y que el reto está en “simplificar al mínimo las tareas administrativas para recuperar tiempo humano con el paciente”. “La humanización vendrá cuando podamos dedicar más tiempo real al enfermo y menos a la burocracia”, dijo.

Munuera coincidió y aportó una reflexión final: “La humanización también está en los pequeños avances, como reducir los tiempos de resonancia o evitar repetir pruebas. Incluso los datos sintéticos, que permiten entrenar algoritmos en enfermedades raras con pocos pacientes, pueden ser una forma de humanizar la medicina minoritaria”.

“En imagen cardíaca ya usamos softwares de posprocesado y medidas automáticas que agilizan el diagnóstico

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