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21 ene. 2020 12:40H
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Escuchar y resolver. Dos verbos de gran calado que lo son más, si cabe, en boca de cualquier responsable público. Escuchar, según la RAE, es ‘prestar atención a lo que se oye”, mientras que resolver significa ‘solucionar un problema, una duda, una dificultad o algo que los entraña’, acciones ambas que no se practican todo lo que nos gustaría a muchos en los despachos gubernamentales.

El nuevo ministro de Sanidad, Salvador Illa, se ha comprometido, en su reciente toma de posesión, a utilizar mucho ambos verbos en su nueva responsabilidad al frente de un departamento ministerial que en esta legislatura trabajará exclusivamente para mejorar nuestro sistema sanitario.

Una loable declaración de intenciones que coincide con el inicio de una nueva e inédita etapa política en nuestro país caracterizada por un Gobierno de coalición de dos fuerzas políticas y unas Cortes Generales formadas por un número nunca visto de formaciones que representan a ideologías e intereses muy dispares.

Un escenario político y gubernamental muy complejo, a priori, que pondrá a prueba a todos sus actores a la hora de “escucharse” los unos a los otros y de “resolver” de manera conjunta problemas que nos afectan a todos y todas, independientemente de dónde vivamos o a quien votemos.

Entre los problemas a los que, sin lugar a dudas, hay que dar solución en los próximos años se encuentra el progresivo deterioro de un sistema sanitario que sigue sufriendo las negativas consecuencias de unos recortes en medios humanos y materiales que persisten por mucho que digan lo contrario nuestros responsables públicos.


"Necesitamos más recursos humanos y materiales, sí, pero también una mayor eficacia y eficiencia a la hora de gestionarlos, para evitar duplicidades y gastos innecesarios"


El descenso de la inversión pública en nuestra sanidad pública ha sido progresivo en los últimos años y ahora escuchamos al nuevo Gobierno que se compromete a aumentar hasta el 7 por ciento el porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB). Cifra insuficiente, a todas luces, que debería revisarse hasta llegar al 10 por ciento en un horizonte temporal de tres años.

Necesitamos más recursos humanos y materiales, sí, pero también una mayor eficacia y eficiencia a la hora de gestionarlos, para evitar duplicidades y gastos innecesarios. Necesitamos también más coordinación, diálogo y trabajo conjunto para asegurar el futuro de un sistema que cuida lo más preciado para todos y todas, la salud.

Del nuevo ministro de Sanidad esperamos una escucha activa, por supuesto, pero que la misma lleve siempre a la acción y se trabaje de manera decidida para acometer los cambios necesarios que resuelvan problemas y mejoren nuestro sistema sanitario público.

También le pedimos que sepa aprovechar el talento y potencial de las enfermeras, enfermeros y fisioterapeutas de nuestro país para transformar a mejor la actual realidad. Sus conocimientos y experiencia práctica cotidiana les convierten en un innegable valor que puede y debe explotarse para generar salud y riqueza.

Desde el Sindicato de Enfermería, SATSE, tendemos desde ya nuestra mano al nuevo responsable ministerial para trabajar juntos con este objetivo. Ahora y a lo largo de la nueva legislatura, la prioridad de todos debe ser buscar y conseguir la mejor salud para nuestro sistema sanitario.