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2 jul. 2018 11:40H
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Continúan saltando las alarmas y seguimos haciendo oídos sordos. La última es de la Encuesta Nacional de Salud de España, un estudio periódico realizado por el Ministerio de Sanidad con el fin de conocer el estado de salud de los españoles y su evolución a la largo de los últimos años.

Entre otros datos, el mencionado estudio refleja que un 62,5 por ciento de los hombres tienen exceso de peso (obesidad o sobrepeso) y un 46,8 por ciento en el caso de las mujeres. Desde hace 30 años venimos experimentando un aumento sin freno que no entiende, además, de clases sociales.

Nuestro país no es la excepción, ni mucho menos. La Organización Mundial de la Salud lleva tiempo alertando sobre la ya denominada “epidemia del siglo XXI”, y es que más de una persona de cada siete sufre sobrepeso motivado por distintos factores, entre ellos, los malos hábitos alimentarios, la falta de una educación nutricional adecuada o el sedentarismo.

Si preocupante son estos datos, más si cabe son los que se refieren a nuestros niños y jóvenes. La incidencia también ha ido a más en los últimos años y, en la actualidad, más de un 28 por ciento de la población infantil española (2-17 años) tiene exceso de peso.


Un 62,5 por ciento de los hombres tienen exceso de peso (obesidad o sobrepeso) y un 46,8 por ciento en el caso de las mujeres


Los datos son tozudos y muestran, una y otra vez, una realidad ante la que Gobierno y comunidades autónomas siguen “errando el tiro” para acabar con ella. Sus esfuerzos económicos, organizativos y materiales se siguen centrado en tratar e intentar curar la enfermedad, dejando en un segundo o tercer plano el cuidar a la persona para prevenir, en la medida de lo posible, que está llegue a producirse.

La realidad es que no hemos sabido aprovechar las oportunidades que ofrece la Atención Primaria, y, muy especialmente, la cualificación y conocimientos de las enfermeras y enfermeros, para, en el caso que ahora nos ocupa, hacer una labor de prevención y sensibilización que evite la obesidad.

Hablamos de información, sensibilización y prevención desde los centros sanitarios, pero no debemos olvidar el papel fundamental que desde los centros escolares se puede jugar para concienciar desde edades tempranas de los peligros que conlleva la ingesta reiterada de determinados alimentos y productos especialmente atractivos para niños y jóvenes.

Pizzas, dulces y bollería

De ahí también nuestra insistencia reiterada en que cada uno de los centros escolares de nuestro país cuenten con enfermeras y enfermeros para que, entre otras responsabilidades, puedan informar y sensibilizar a los más jóvenes sobre los problemas de salud futuros que acarrea el consumo de pizzas, dulces o bollería industrial al tiempo que les animan a la práctica deportiva y otros hábitos de vida más sanos.

Tenemos que cambiar nuestro actual modelo sanitario a nivel organizativo y asistencial para que, dentro de una atención y cuidados integrales y continuos a lo largo de la vida de la persona, la prevención y fomento de conductas de vida saludables sean una pieza fundamental.

No debemos olvidar, además, que un sistema de salud es mucho más eficaz en la prestación preventiva que en la curativa, y también resulta mucho más económico, ya que prevenir requiere al final del proceso una menor inversión que curar.

Dice un dicho popular que “la vida son solo dos días”. Depende de los poderes públicos y también de nosotros aumentar mucho más esa cifra. Nuestro futuro, y lo que es más importante, el de nuestros hijos es lo que está en juego. No lo arriesguemos innecesariamente.