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13 nov. 2017 14:30H
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Un insulto, una amenaza, un empujón, un puñetazo… las agresiones a profesionales sanitarios se manifiestan de muchas formas pero todas ellas suponen un ataque sin paliativos a la integridad emocional, psíquica y/o física de un ser humano.

Se trata de una realidad que, en ocasiones, ocupa grandes titulares en los medios de comunicación y que otras muchas veces pasa completamente desapercibida. Una realidad con la que conviven miles de enfermeras, enfermeros y fisioterapeutas que saben que, en cualquier momento, su trabajo puede ser alterado de la peor de las maneras posibles.

Son muchos los testimonios de compañeras y compañeros que a lo largo de estos años he escuchado sobre como un paciente, un familiar, etc… han arremetido de manera abrupta contra ellos por no estar conformes con alguna situación derivada del Sistema Sanitario.

Cualquier discrepancia o disconformidad puede ser entendida e, incluso, compartida en alguna ocasión siempre que se realice de manera respetuosa y constructiva pero cuando se traspasan los límites de la convivencia armónica no hay espacio para la tibieza.

La agresión nunca es la solución, nunca. Así lo cree Satse y así lo defiende desde hace muchos años para intentar acabar con una lacra que nos afecta a todos, no solo a los profesionales sanitarios. Deteriora los pilares de nuestro Sistema Sanitario y también los de nuestra sociedad entendida en su conjunto.

Se trata de un grave problema ante el que aún echo en falta una respuesta más firme y contundente por parte de las administraciones sanitarias públicas y también de las instituciones o empresas que gestionan centros privados.

Hay normativas, protocolos, instrucciones, sí, pero en nuestro Sindicato consideramos que hay que lanzar “un órdago a la mayor” y aprobar una ley que aúne las acciones a realizar en todos los ámbitos, para abordar las agresiones al personal del Sistema Sanitario (prevención, sensibilización, información, protección, atención a las víctimas…) y que éstas se implementen de forma generalizada en todo el país.

Las soluciones que se están dando en este momentos varían mucho dependiendo de la comunidad autónoma y de la voluntad del gobierno correspondiente. También es cierto que mucho de lo escrito se queda en el papel y no se lleva  la práctica.

Hay que incidir, sobre en todo, en medidas preventivas que hagan cada vez más difícil que este tipo de situaciones se produzcan y también en que, una vez registrado cualquier incidente, el profesional se sienta en todo momento respaldado y ayudado en momentos lógicamente muy difíciles.
 
También hay que decir que los profesionales no deben permitir que cualquier agresión quede impune al no haber denuncia al respecto. Entiendo perfectamente que no es fácil y que, en muchas ocasiones, se prefiere restar importancia o, simplemente, olvidar, pero, si pedimos firmeza a nuestros responsables, también nosotros debemos mostrarla.

El reto es complejo, no podemos llevarnos a engaño, pero la acción conjunta de todas las partes implicadas (administraciones, organizaciones, profesionales…) puede  llevarnos a una nueva situación en la que las agresiones sean residuales. ¿Llegará el día en que los medios de comunicación no aludan a un nuevo caso de agresión a un profesional sanitario? Trabajemos por ello. 

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