Estos días leía con cierta desolación la carta de despedida de una
gran profesional médica de la sanidad pública, que llevaba por título 'Cuando la gestión olvida su Misión'. En ella la doctora, que ejercía en la Unidad de
Hospitalización a Domicilio de un Hospital Universitario, cuenta que ha visto rechazada su petición de prórroga para continuar trabajando en dicha unidad, a pesar de que estamos sufriendo un momento crítico, precisamente por la
falta de facultativos y una tasa de reposición negativa, algo que afecta a la dotación de los
servicios sanitarios para cubrir las necesidades asistenciales necesarias, y que dada la creciente
jubilación de profesionales que se está produciendo, y que continuará en los próximos años sin que existan políticas de relevo suficientes, salvo la prórroga voluntaria, parece una contrariedad.
También es una contrariedad, en este caso personal y compartida, querer seguir ejerciendo en un trabajo que te apasiona, como es el
cuidado de los pacientes en el momento más difícil de su vida, y que sin embargo, tus jefes prefieran jubilarte, salvo que marches a otro hospital diferente o a
Atención Primaria, porque a pesar de un excelente desempeño profesional, consideran que en tu hospital no tienes cabida.
Ante este tipo de cuestiones solo te queda pensar que es la estupidez humana, la que existe en nuestra sociedad a todos los niveles, arriba y abajo, porque no tiene nada que ver con
la formación, la inteligencia o el puesto de trabajo que ejerces, y de eso ninguno nos libramos. El problema es cuando te intentan razonar las decisiones con argumentos que a ti te parecen estúpidos y lo hacen recubriéndolos de un neo lenguaje que solo pretende cambiar el sentido de los hechos, fruto de la estupidez humana, de la que desgraciadamente no se es consciente, y que no beneficia a nadie, salvo a los malvados que los provocaron.
Sin embargo, ya casi nada nos debería sorprender. Los titulares de prensa caducan al día siguiente, y cada día que pasa las víctimas que nos dejan quedan aparcadas en la cuneta de la vida, sin que veamos reparado el daño causado por
decisiones personales y no motivadas como se merecen. Lo más grave es que nos estamos acostumbrando a estas dinámicas. Leemos una noticia y pasamos a la siguiente, sin dar tiempo a la reflexión, al análisis y a la
toma de decisiones por parte de quien corresponda, que puedan evitar o mejorar lo que se está haciendo.
Hace algo más de una década cayó en mis manos el libro 'Allegro ma non troppo', de
Carlo M. Cipolla, y este año recurro a él cada día. Lo hago por muchas razones, pero sobre todo intentando dar sentido al mundo que nos rodea, con las guerras del siglo XXI, los estilos de liderazgo de corbata larga y brillante o de falda corta y agresiva. Ante estos hechos mi memoria recobra al maestro y su brillante 'Tratado de la estupidez humana'. Las
muertes de civiles en Gaza, la
invasión de Ucrania, las revanchas judiciales en España, los recortes en la
sanidad pública paralelos al fortalecimiento de la privada, la paralización de obras urgentes y necesarias en hospitales o la purga de profesionales altamente cualificados, hace pensar en la estupidez humana como causa de tanto desatino, incapaz de detectar a los peligrosos malvados que toman las decisiones, y que lo hacen buscando siempre y obteniendo a veces algún beneficio de las mismas.
"Nadie puede entender que existan personas a nuestro alrededor que con sus acciones nos hacen perder el tiempo, que consuman nuestra energía hasta dejarnos exhaustos, que fastidian nuestro ocio o que entorpezcan nuestro trabajo diario sin obtener ningún beneficio a cambio"
|
Dice Carlo Cipolla en su
Tercera Ley Fundamental de la estupidez humana que una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener al mismo tiempo un provecho para si, o incluso obteniendo un perjuicio. Según el autor, en la
posición de poder y autoridad se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo se ve potenciada por la posición de poder que ocupan.
Nadie puede entender que existan personas a nuestro alrededor que con sus acciones nos hacen perder el tiempo, que consuman nuestra energía hasta dejarnos exhaustos, que fastidian nuestro ocio o que entorpezcan nuestro trabajo diario sin obtener ningún beneficio a cambio, ya sea para ellos o para los demás, pero sobre todo, y es para mi el peor grado de la estupidez humana, que sean incapaces de detectar a los malvados en los que delegan su poder, que cada día trabajan con un objetivo claro e incansable que es obtener un beneficio propio con las decisiones que toman, y tristemente esto lo tenemos muy a la vista en la
gestión sanitaria, cuando un directivo causa un daño explícito a una persona para beneficiarse de su puesto y dárselo a los suyos, utilizando su inteligencia para lograrlo y así evitar cualquier cuestionamiento.
Mientras los malvados se enriquecen de una manera u otra, ya sea con poder o con
ventajas y beneficios, los incautos callan, los inteligentes siguen a lo suyo sin cuestionamiento alguno y los estúpidos continúan complicándolo todo, y ahí podemos decir que reina el peor momento de la gestión sanitaria, que es Cuando la gestión olvida su Misión.