“Exprópiese”. Al más puro estilo venezolano, el Gobierno valenciano ha previsto, en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos de la Generalitat, la orden de expropiación de las parcelas de titularidad privada que le dé la gana, situadas en la parcela del Hospital de La Ribera o su entorno. Al menos, lo va a intentar.

Este fin de semana hemos sido testigos de un nuevo capítulo en el serial de despropósitos que protagoniza la sanidad valenciana de la mano de su consejera, Carmen Montón, con el beneplácito de Ximo Puig, y con claras reminiscencias de la república bananera en la que parecen dispuestos a convertir esta comunidad. Sin paracaídas, y en contra de cualquier razonamiento lógico, este Gobierno parece dispuesto a lanzarse al vacío del sistema (y de sus arcas) en pos de un proceso de reversión, el del Departamento de Salud de La Ribera, en el que propios y extraños ya le han dicho que sólo encontrará problemas laborales, legales, presupuestarios, de funcionamiento, de eficiencia y de eficacia. Por no hablar del rechazo de la mayoría de la población de la comarca, acostumbrada a una atención sanitaria, unas especialidades y unos horarios que no recibirán si cambia el modelo de gestión.

El sábado nos despertamos con el anuncio de las “expropiaciones necesarias para la correcta gestión del hospital comarcal del Departamento de Salud de La Ribera”. Como Nicolás Maduro con las empresas nacionales y extranjeras, sin importarle la inseguridad jurídica, la falta de presupuesto y la ausencia de una hoja ruta clara, el Gobierno del Botánico ha abierto una nueva línea de actuación: la expropiación forzosa.

Aunque deberían a estas alturas, ni siquiera saben a qué terrenos se refieren, lo que les costará, si será posible o no, por el tipo de suelo o lo que hay en él… y lo peor de todo es que les da igual, acostumbrados como están a saltar sin red, aunque como consecuencia de sus decisiones irracionales se gasten recursos que podrían destinarse, por ejemplo, a rebajar las interminables listas de espera de los hospitales que sí que dependen ahora de la Conselleria. Decían que la reversión no costaría dinero. Y ahora descubrimos que lo vamos a pagar todos los valencianos de nuestro bolsillo y a costa de la atención que recibimos.

Este es, además, un camino peligroso. ¿Serán los colegios que han recurrido el fin de los conciertos en Bachiller los siguientes? ¿Rebatir a la administración supone ahora ser víctima de un decretazo o una expropiación forzosa?

Y es que parece que las decisiones improvisadas, los proyectos sin presupuesto, el caos organizativo, el enfrentamiento con los diferentes colectivos y hasta el espectáculo, en el peor de los sentidos, parecen la señas de identidad de la sanidad valenciana en los últimos meses. Los farmacéuticos, el colectivo de Rnfermería, de las ambulancias, personal administrativo, de los centros de salud y también los médicos llevan muchos meses denunciándolo.

La última ha sido la ocurrencia de intentar paliar las interminables listas de espera con el anuncio de que se abrirán los quirófanos los sábados, primero; luego por la tarde. Y la consiguiente réplica de los profesionales, que han criticado la improvisación y la falta de presupuesto para esas horas extra. De hecho, aseguran que desde las direcciones de los hospitales no se llama a los facultativos disponibles para intervenir en horario vespertino porque no tienen capacidad de asumir ese gasto. Y muchos nos preguntamos: ¿No hay dinero para operar pero sí para una televisión pública nueva? Lo que demuestran estas decisiones y sus resultados -apenas ha aumentado un 5 por ciento las operaciones este fin de semana- es el caos organizativo y en la toma de decisiones en la sanidad valenciana. Sin rumbo. A ciegas.

El espectáculo está servido, casi hasta el punto de dar risa, si no fuera por la gravedad de la situación: hasta una cabra se ha colado en el hospital buque insignia de la sanidad publica valenciana, referente en multitud de especialidades, intervenciones y con magníficos profesionales en sus filas. No podemos dar esa imagen de república bolivariana.

Y mientras, los trabajadores del Departamento de Salud, “la tropa” -como nos llamaron en la consejería-, esos que primero íbamos a ser indefinidos no fijos, ahora “personal a extinguir” y mañana no sabemos qué, seguimos al pie del cañón, dando lo mejor en nuestro trabajo diario para que los pacientes de La Ribera reciban la mejor atención.

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