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11 nov. 2014 20:57H
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Este largo fin de semana (al menos para los madrileños) el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM) ha utilizado su poder de movilización en las redes sociales para impedir, vía hashtag, que se celebrase una charla sobre homeopatía en la Facultad de Medicina de Valladolid. Gracias a #Nosinevidencia, los estudiantes han puesto de nuevo bajo los focos el conflicto entre defensores y detractores del uso de estas terapias en el marco de la actividad médica.

Todo comenzó hace menos de un año con un borrador de orden ministerial en el que el departamento que dirige Ana Mato abordaba la regulación de los productos homeopáticos como medicamentos. Se encendió la mecha entonces entre los pocos portavoces oficiales de la medicina naturista y el resto de la profesión médica. Después del cruce de acusaciones, y a pesar de que el bando de los detractores contara con una abrumadora mayoría de tropas, no se puede decir que la batalla acabara con victoria rotunda de los contrarios a la homeopatía.

¿Por qué? Porque el borrador ministerial sigue encima de la mesa y porque hay una potente industria detrás de estos ‘medicamentos naturales’ que se encarga de ‘infiltrarse’ en charlas universitarias, simposios oficiales e incluso congresos médicos de gran prestigio para vender las bondades de sus productos. Y es esto último lo que más debe preocupar. La difícil situación por la que pasan las sociedades científicas ha hecho que la aceptación del dinero que viene por parte de la industria homeopática a cambio de mesas de debate y de revestimiento científico a dichas prácticas se haya convertido, poco a poco, y sin llamar la atención, en algo relativamente frecuente. Una muestra, por otra parte, de la poco disimulada deriva comercial que han tomado algunas asociaciones con motivo de la crisis.

Según los datos que ofrece Boiron, el laboratorio más potente en este campo a escala mundial y principal patrocinador de dichas charlas, solo en España 10.000 médicos aconsejan productos homeopáticos, y un estudio reciente indica que uno de cada tres ciudadanos encuestados ha utilizado la homeopatía en alguna ocasión.

Es decir, de cara a la galería, los médicos rechazan rotundamente la homeopatía porque no cuenta con evidencia científica que respalde su uso; pero fuera de la luz mediática resulta que no uno, ni dos, sino diez millares de facultativos supuestamente la prescriben a sus pacientes con regularidad, obviando la postura oficial del colectivo. Sin entrar a valorar su efectividad (eso queda en manos de quienes tienen la potestad de prescribir), cabe preguntarse: ¿hay relación directa entre estas amplias cifras y la celebración de cursos y charlas sobre homeopatía en congresos médicos?

Hay indicios suficientes para pensar que sí. Y es en Atención Primaria (AP) donde hay que dar el toque de atención. Los productos homeopáticos tienen su mayor nicho de mercado en los procesos comunes, campo de batalla diario del médico de Familia. Si la postura de los máximos representantes de la Medicina en España, incluidas las sociedades científicas (Facme), es la de diferenciar claramente entre lo que tiene base científica y lo que no ¿hacen bien entonces las sociedades de AP en incluir a la homeopatía en sus congresos científicos para obtener financiación extra? La respuesta es no, por simple coherencia con el resto de la profesión. A no ser que la mayoría de los médicos de Primaria sean firmes defensores de estas terapias alternativas y nadie lo supiera hasta ahora.

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