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17 mar. 2015 21:03H
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Fue a finales de los años 80 cuando mi padre me enseño que para trabajar en libertad, un profesional debe de ser propietario del medio en el que produce su trabajo. En el año 90, liderado bajo este principio, comenzó su andadura, a partir del alquiler del antiguo hospital de la congregación de los sacerdotes naturales de Madrid, lo que hoy en día es el Grupo HM Hospitales.

En la actualidad, en el Grupo HM Hospitales disponemos de varios hospitales medico quirúrgicos generales en el que dedican su labor de manera exclusiva y de forma voluntaria cientos de profesionales sanitarios, de los cuales más de 100 son en mayor o menor medida propietarios de la empresa. Evidentemente, no todos los profesionales sanitarios pueden ser propietarios de los centros en los que ejercen, ni tiene porque coincidir todo el mundo que sea la fórmula más idónea de incorporación de los profesionales a las instituciones sanitarias, pero, en nuestro caso, este principio empapa una filosofía de trabajo en el que el profesional y su desarrollo es lo más importante, siempre después de los pacientes que es nuestro único fin.

Se viene hablando y defendiendo por algunas asociaciones que representan intereses en el sector sanitario público sobre la necesidad de que el complemento de dedicación exclusiva de sus profesionales se imponga de manera obligatoria a fin de que los médicos que quieran trabajar en el sector público, dediquen su actividad de forma forzosa únicamente al mismo, alegando que con ello podrán disponer de tiempo suficiente para dedicarse, además de a la asistencia, a la formación, a la docencia y a la investigación. Plantear algo así, es no entender la naturaleza liberal de la profesión de la Medicina, que aboga y persigue la dedicación a los pacientes de manera voluntaria y por encima de cualquier otro interés económico.

Las profesiones sanitarias no se pagan o se compran con dinero porque la dedicación al paciente no tiene límite. O no debería de ser así y por tanto ninguna institución debería imponerlo obligatoriamente. Un médico o una enfermera, dedicado a sus pacientes por vocación no necesita un complemento de exclusividad para formarse o dedicarse a la investigación porque en la esencia del curar o de procurar el alivio a los pacientes reside el estar actualizado en los últimos conocimientos o el investigar sobre que terapia es la más beneficiosa.

Obviamente, los profesionales de la salud deben de estar reconocidos y esto debe de ser compensado económicamente, pero precisamente porque esta dedicación a los pacientes no se puede pagar con dinero, el hecho de tratar de comerciar con la libertad de ejercer la profesión en un sector o en otro con independencia de su financiación, no sirve más que para cercenar el desarrollo de la vocación y eso al final redunda en frustración.

La formación continuada no se puede forzar, va intrínseca en el compromiso que implica dedicarte a los demás y pretender que todos los profesionales puedan dedicarse a la docencia o a la investigación es estar fuera de la realidad que suponen las posibilidades de desarrollo profesional tanto en nuestro país como en cualquier otro. Es impensable pensar que los cientos de miles de profesionales que se dedican a la salud de los demás puedan también dedicarse a investigar.

Las profesiones sanitarias se deben regular desde los colegios profesionales, poniendo los medios y promoviendo que se pueda ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles no pretendiendo enclaustrarla en un ámbito en concreto cercenandosu progreso y con ello el de la atención a los pacientes y sus familias que son el objetivo fundamental de la profesión vocacional por antonomasia.

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