“Cuando el trabajo es un placer la vida es bella. Pero cuando nos es impuesto la vida es una esclavitud”

Máximo Gorki



Este es el año de la pandemia y en este tiempo de la segunda ola de covid-19 con la población cansada, el miedo al contagio va creciendo. Ir al trabajo supone un incremento del estrés laboral, pues a los estresores laborales habituales, ahora se añade el miedo a contagiarse con los compañeros del centro laboral o en el ir y venir de los servicios públicos de transporte. Y es que el miedo no es vivenciado por todos de la misma manera: contar con experiencia de vida ayuda a enfrentarlo, manejarlo y superarlo, pero la percepción de que no se puede hacer nada y no se puede eliminar lleva a la persona a estrés.

La revolución digital y su impacto en el trabajo es un tema anterior a la aparición del covid-19. Era un tema que afectaba más a los países del norte que se referían a la cuarta revolución industrial, con importantes repercusiones en el empleo de los ciudadanos y en el ámbito laboral en general: por un lado, las tareas laborales se automatizan gracias a los avances de la inteligencia artificial y por otro lado, el desarrollo del trabajo en plataformas digitales. No obstante, se considera que la automatización pone en peligro más empleos en el sur que en el norte.

El trabajo digital en plataformas era considerado en los países desarrollados una amenaza de las condiciones laborales, pues generalmente el trabajador cobra por tareas concretas y por cuenta ajena. Sin embargo, esto no es amenaza para los países en desarrollo donde el trabajo informal es el más frecuente y además con las plataformas de microtrabajo se puede acceder a trabajos de cualquier lugar del mundo. Sin embargo, el acceso a internet en estos países aún no ha llegado a toda la población y en demasiados casos cuando la hay es de peor calidad, competencia y cualificación. Las condiciones laborales de estas plataformas no suelen ser buenas: bajos salarios, horarios interminables, sin seguros sociales ni negociación colectiva.

Con la aparición del covid-19 y el confinamiento como medida de prevención de contagio, el trabajo digital se instauró tanto en el norte como en el sur del hemisferio. Muchos ciudadanos se vieron repentinamente realizando teletrabajo, sobre todo durante el confinamiento y se fue viendo como aumentaba el uso de dispositivos digitales.

El cambio de trabajo presencial a digital se produjo en pocos días o meses gracias a la pandemia, sin ella este cambio hubiera necesitado años de transformación laboral. En pocos días los trabajadores vieron en la digitalización de su trabajo la posibilidad de mantener su puesto laboral y sus ingresos económicos. Pero con estos avances tecnológicos y formas de trabajar se desencadenan transformaciones que progresivamente irán creciendo y provocando consecuencias sociales, económicas y políticas en todo el mundo. Si se va hacia sociedades digitalizadas se debe también garantizar la justicia social y los derechos humanos frente a las corporaciones digitales, pues la inteligencia artificial genera grandes impactos económicos, de justicia social y de derechos humanos en los diferentes sectores que se encuentra presente.

Y asi fue como en pocos días, millones de trabajadores nos vimos incluidos en este mundo digital para el que no siempre se estaba preparado ni se tenían recursos para mover ni gestionar la situación laboral. Los trabajadores se vieron forzados a abandonar la manera de trabajar que dominaban y desempeñaban óptimamente por una forma novedosa para muchos, la digital, a la que tuvieron que ir conociendo y habituándose. Aprender sobre las nuevas tecnologías puede que no sea de gran complicación pero no es tan rápido como la exigencia laboral, lo que lleva al trabajador a ver su actividad y rendimiento desagradablemente afectados. En la mayoría de las ocasiones no se logró el mismo rendimiento que en el desempeño presencial venían alcanzando, lo que lleva a frustración y estrés, aumento de ansiedad, apatía, desinterés por el trabajo o reducción del rendimiento laboral. A esto los especialistas lo denominan tecnopresión, tecnoestrés, que puede llevar al trabajador a un cambio de actitud hacia su trabajo, apareciendo rechazo y afectando fuertemente a los trabajadores que siempre valoraron el aspecto laboral.

Hipertecnologización por la pandemia de covid-19


Pero durante la pandemia no todo fueron pérdidas: las corporaciones tecnológicas han obtenido importantes ganancias en estos tiempos que la población se volcó, para sus diferentes actividades durante el confinamiento, en el uso de la tecnología. A lo largo de esta pandemia se ha venido desarrollando una hipertecnologización, pues en poco tiempo no solo el trabajo sino cualquier actividad comenzó a pasar por el uso de tecnología: trabajar, estudiar, comprar, asistencia sanitaria, encuentros sociales, etcétera, que afectó la vida de la población a nivel mundial.

El teletrabajo ha conducido a horas y horas de trabajo con el ordenador y el teléfono, sin horario establecido, sin oficina ni instalaciones laborales; en casa, con el propio ordenador que en muchos casos había que compartir con otros miembros de la familia y no siempre en espacios con infraestrucura de oficina. Los trabajadores pasan ahora muchas más horas frente al ordenador y más pendientes que nunca del teléfono. Y es que con el teletrabajo, espacio y tiempo cobran otra dimensión, además de favorecer una rigurosa vigilancia y control exhaustivo de los trabajadores.

El uso continuado y excesivo de las tecnologías digitales tiene consecuencias físicas (problemas oculares, osteomusculares, sobrepeso, síndrome del túnel carpiano, cefaleas, fatiga, cansancio, problemas para dormir, reducción de la actividad motora, dolor de espalda), psicológicas (ansiedad, fatiga mental, estrés, depresión, percepción negativa de la realidad, irritabilidad) y sociales (aislamiento, problemas de relación). Trastornos que se han incrementado por el abuso de las tecnologías digitales durante la pandemia y sobre todo durante el confinamiento. A los trabajadores no les quedó otro remedio que aceptar el teletrabajo y en la mayoría de los casos se vieron obligados durante horas a formarse o actualizarse en las nuevas tecnologías, en determinados programas, a estar pendiente del móvil durante, dentro y fuera del horario laboral y consultando o revisando un correo electrónico que nunca cierra. El teletrabajo ha incrementado el estrés laboral sobre todo en las personas que no tienen todos los conocimientos necesarios para utilizar los medios digitales y los que no cuentan con los medios tecnológicos o de conexión adecuados. Además, como complemento a este teletrabajo las personas se informan, revisan noticias, se meten en la red incluso en sus ratos de ocio lo que agrava más la situación de dependencia del trabajador a los medios digitales.

El uso continuado lleva a una exposición excesiva, a un abuso de las pantallas digitales, que lleva a la persona a la necesidad de estar consultándolas continuamente por temor a perderse noticias, nueva información. Llegan incluso a abandonar otras actividades e incluso van abandonando la comunicación directa y personal pues prefieren escribir mensajes a hablar por teléfono, y como consecuencia llega la desmotivación, los dolores musculares o los cambios bruscos de ánimo, pero lo peor es la ansiedad cuando no se está en línea, cuando no se está conectado a su móvil o tablet.

Y asi es como además del miedo al contagio, de la incertidumbre cotidiana por lo que sucederá, la soledad en la que pasó mucha población el confinamiento junto con las demás manifestaciones propias de esta pandemia de covid-19, aparece este llamado tecnoestrés. A esto tuvieron que enfrentarse numerosos trabajadores bajo la sombra de una posible pérdida del puesto de trabajo y fuente económica.

Tercera ola del covid-19, la psicológica


Cuando acabó el confinamiento de la primera ola del covid-19 muchas personas continuaron con ese ritmo de uso de tecnología digital. Gabriela Paoli habla de adiciones relacionadas con la tecnología, que no aparecieron ahora, pero con la pandemia se han disparado los problemas derivados de este uso excesivo de tecnología digital. Los expertos lo sostienen y tal como van las cosas es evidente, habrá una tercera ola, la psicológica y ciertos colectivos laborales comienzan a hacer sus reclamos exigiendo asistencia psicológica.

Los miedos, ansiedades y estrés deben ser tratados pues no todas las personas podrán superar esto solas, por lo que se corre el riesgo de que se cronifiquen afectando la vida de las personas y por tanto su rendimiento laboral. Por esto las empresas y demás centros laborales deberán ocuparse y hacerse cargo de esta problemática consecuencia de la pandemia y medidas establecidas para superarla, como el teletrabajo y confinamiento.

Se necesita transmitir a los trabajadores confianza y seguridad desde los centros laborales, siendo la comunicación y empatía claves para esto además de ofrecer recursos que ayuden a incrementar su capacidad de afrontar la conocida ya como nueva realidad. Es imprescindible potenciar la asistencia en salud mental y aunque hoy se utilicen tratamientos a distancia y digitales como estrategia para evitar contagio durante pandemia hay que desarrollar sistemas de salud empáticos y humanitarios que garanticen y faciliten la relación personal entre usuarios y sanitarios.

También se necesita que las personas que no las tengan desarrollen competencias psicológicas que faciliten el desarrollo personal para autogestionarse y automotivarse pues resultan claves en estos momentos. Ante el denominado tecnoestrés y el abuso de las pantallas digitales se necesita que los usuarios comiencen a ser conscientes y comiencen a establecer un uso controlado de estos medios. Entre las medidas a autoestablecerse para evitar el tecnoestrés Gabriela Paoli autora del libro 'Salud Digital' destaca:

- establecer horarios de conexión en base a las necesidades laborales y personales

- desconectarse ante otras obligaciones

- evitar usar estas tecnologías como entretenimiento

- retomar actividades de agrado y entretenimiento que se fueron abandonando

- poner en silencio o modo avión las pantallas digitales cuando se realizan otras actividades

- desactivar las notificaciones

- mantener hábitos adecuados de alimentación, sueño y actividad física sin pantallas en casa durante estos tiempos de segunda ola de pandemia de covid-19

Que la tecnología digital fue un recurso que posibilitó seguir trabajando y produciendo quedó de manifiesto, pero el teletrabajo por ahora debe ser transitorio, como estrategia para evitar el contagio durante esta larga pandemia. Y aunque el futuro se presenta incierto, cuando pase esta pandemia y llegue la normalidad habrá que crear un porvenir que mejore las condiciones laborales de los trabajadores.


Gema González López, Miguel Souto Bayarri y Gaspar Llamazares Trigo son autores del libro '¿Salud: derecho o negocio? Una defensa de la sanidad pública' (Editorial TREA)