No, no se alarmen, no pretendemos responsabilizar a las tres sociedades médicas que ocupan hoy este ámbito profesional en España de la situación crítica que atraviesa la Atención Primaria y Comunitaria (APyC). Al menos exclusivamente. No, la culpabilidad mayor corresponde como es lógico a quienes en razón de sus competencias y responsabilidades decisorias han tenido el deber de prevenir, y en su caso tratar, los males cada vez más graves que la acechan.

Claro que el análisis etiológico de la crisis de la APyC pone de manifiesto también el papel, que no es precisamente secundario, de los propios profesionales del sector y de sus organizaciones corporativas y  sindicales. Sin olvidar la responsabilidad de la ciudadanía que, a fin de cuentas, es la que acostumbra a pagar finalmente el pato.

Unos por no haberse plantado con firmeza y desde el comienzo ante la flagrante degradación de la calidad y seguridad del estatus laboral y ejercicio profesional de los médicos y del resto de los profesionales sanitarios, con riesgos cada vez más peligrosos para ellos y, lo que es aún más grave, para los pacientes.

Y la ciudadanía porque, en un alarde de pasividad y cegada por la emergente y alienante cultura consumista de servicios, en este caso sanitarios, no ha sabido valorar justamente el insidioso y constante riesgo que han supuesto las políticas sanitarias  -- o la falta de ellas-- de recortes, acentuadas por la crisis económica de 2008 y que han mordido con saña al primer nivel de atención de nuestro sistema sanitario.

Las tres sociedades científicas médicas de la APyC española no pueden lavarse las manos, ni echar “balones fuera” recurriendo a la excusa -- justa pero insuficiente-- de que la responsabilidad legal y administrativa no es suya.


"Los médicos(as) de familia españoles hemos de abandonar de una vez por todas la cultura improductiva de la queja y pasar a la acción"



No es cuestión de entrar en pormenores y matices acerca de la historia y el papel de unas y otras a lo largo y ancho del proceso de reforma de la Primaria. Es cierto que fue bien distinto, pero también lo es que hoy todos los miembros de las tres sociedades nos encontramos navegando en el mismo barco y luchamos codo con codo, aunque con diferencias menores, por sobrevivir en la tormenta que amenaza con hundir la nave. Mirando hacia atrás sin ira podemos estar de acuerdo en que en la década de los años 90, cuando ya se habían superado los principales litigios, diferencias y agravios entre las tres sociedades, habría sido el momento ideal para diseñar y consolidar una estrategia negociadora sólida para conseguir su unificación, a medio o largo plazo. Una confluencia imprescindible para que hoy hubiéramos podido hacer valer mejor los intereses de la ciudadanía y los profesionales en este litigio que nos agobia y que puede resultar definitivo. En este punto y momento conviene que los médicos de familia españoles nos planteemos dar respuesta a dos interrogantes principales y actuar en consecuencia:

1- ¿La situación de crisis actual de la APyC española habría sido distinta, posiblemente no tan grave, si desde los años 90 los médicos de familia españoles hubiéramos estado agrupados en una sola sociedad científica? Si la respuesta a la pregunta es afirmativa parece obvia la necesidad de acabar con la división actual, principalmente para evitar que la crisis que estamos viviendo hoy se haga irreversible y que, en el peor de los casos, haga retroceder más de 40 años los logros alcanzados con la reforma de la APyC.

2- ¿Las actuales sociedades de Familia y Comunitaria y APyC agrupan a colectivos profesionales diferentes, con objetivos divergentes u opuestos y problemas distintos? Si la respuesta es negativa y resulta que estamos ante un colectivo profesional que, con ligeros matices, puede ser considerado homogéneo, hemos de concluir que el problema de la división actual no radica en las bases de las sociedades si no en sus cúpulas directivas y, consecuentemente, hemos de exigir que, de forma inmediata, urgente, acuerden un proceso de unificación progresivo pero irreversible. El diseño de una Federación Española de Sociedades de Medicina de Familia y Atención Primaria, con unos estatutos que definan inicialmente unas competencias exclusivas de la directiva federal y otras de cada sociedad integrante podría ser un primer paso en esta línea.

Ya está bien, señores(as). Los médicos(as) de familia españoles hemos de abandonar de una vez por todas la cultura improductiva de la queja y pasar a la acción y esta proactividad tiene que comenzar por la casa propia, barriendo con decisión a las personas y argumentos que siguen oponiéndose a que tengamos una casa común, no una chabola, un edificio alto, potente, bien amueblado y capaz de resistir los temblores más intensos.