La vida sigue mientras asistimos al largo periodo de interregno político marcado por los procesos electorales y las consiguientes limitaciones ejecutivas de un gobierno en funciones desde hace ya varios meses. En este contexto nuestros políticos y líderes sanitarios tienen la disculpa perfecta para justificar la ausencia de iniciativas trascendentes.

En el mejor de los casos, es decir con mucho optimismo, durante lo que resta de este año y los primeros meses del próximo continuaremos “disfrutando” esta inacción política general que, por lo tanto, afecta también a las políticas de salud y sanitarias.

Como apuntábamos al inicio, la vida continua, y en ausencia de decisiones también lo hacen los problemas, tanto los de naturaleza estratégica, más trascendentes, como los más cotidianos y domésticos, que no hay que subestimar ya que deterioran la calidad de vida de la ciudadanía y de los profesionales a su servicio.

En el caso concreto del ámbito sanitario los problemas siguen a la espera de providencias que intenten solucionarlos total o parcialmente; en algunos casos desde hace más de una década.

Lo que comporta que vayan empeorando aún más. Y por si faltara poco, van apareciendo otros, como el que plantea el proyecto de creación de la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias.

"La Medicina de Familia y Comunitaria y la Atención Primaria y Comunitaria españolas llevan tiempo sufriendo la inacción, errores y ocurrencias de los responsables sanitarios. Solamente faltaba atacar el núcleo de la formación de sus profesionales"



Formación especializada; graves errores


Refiriéndonos al campo de la formación especializada, en el que es reconocida por todo el mundo la suma de graves errores cometidos desde hace años por los sucesivos responsables de nuestro Ministerio de Sanidad, hemos asistido en los últimos días a la salida a consulta pública de un “Proyecto de Real Decreto por el que se establece el título de Médica/o Especialista en Urgencias y Emergencias y se actualizan diversos aspectos en la formación del título de Médica/o Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria” en el que se diseña un periodo de formación común de 2 años de los futuros residentes de Urgencias y Emergencias y de los de Medicina de Familia y Comunitaria y se establecen mecanismos para la obtención de estas titulaciones por ambos tipos de profesionales.

Esta iniciativa que podría ser calificada como una mera ocurrencia ministerial, se supone que se adopta con el propósito principal de contentar a dos de los protagonistas principales, urgenciólogos y médicos de familia (aunque hay también otras especialidades concernidas), de un contencioso que se arrastra desde hace años, pero no contribuye precisamente a solucionarlo.

Más bien todo lo contrario, puesto que pretende amalgamar la faceta formativa de dos prácticas bien distintas, con independencia de que haya muchos médicos de familia que trabajen en los servicios de urgencia.

Dos ámbitos formativos de una práctica profesional cuyos objetivos específicos, sus métodos de trabajo y sus áreas de actuación son -- o deberían ser-- bastante diferentes. Aunque como es obvio, la práctica de la Medicina Familiar y Comunitaria requiera saber enfrentarse adecuadamente a una emergencia, este aspecto, en todo caso, solo puede constituir una mínima parte de su actividad.

¿Qué opinan las organizaciones profesionales médicas?


Hay que suponer que el Consejo Nacional de Especialidades en Ciencias de la Salud, como organismo asesor ministerial, ha tenido conocimiento completo y previo de esta iniciativa y, en ese caso, no deja de sorprender que, en aras de la imprescindible transparencia, no sean de conocimiento público las posibles objeciones planteadas a la misma, bien en el plenario o en su comisión permanente.

En el terreno de las organizaciones profesionales de carácter científico es esperable que las de Atención Primaria y Medicina de Familia hagan llegar, durante el vigente periodo de información pública, a los responsables de esta iniciativa una opinión claramente contraria a esta mezcla formativa que puede lesionar gravemente los principios básicos de este ámbito del sistema y de la especialidad nacidos hace ya muchos años. Sea dicho esto con independencia de los mecanismos de equivalencias formativas que puedan establecerse en el futuro para facilitar el acceso al título de distintas especialidades (no solamente de medicina de familia o urgencias) de aquellos profesionales que estén cursando otro programa de formación o ya lo hayan finalizado.

La Medicina de Familia y Comunitaria y la Atención Primaria y Comunitaria españolas llevan ya mucho tiempo sufriendo la inacción y los errores y ocurrencias de los responsables sanitarios. Solamente faltaba atacar directamente el núcleo de la formación de sus profesionales. La agresión ya está aquí. Hagamos lo imposible para impedir que se consume.
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