La definición de las necesidades de efectivos de
médicos especialistas, el acceso al sistema y la evaluación de los residentes han sido siempre tres elementos nucleares del sistema
MIR.
Pero mientras que, aun siendo mejorables, los dos primeros se han ido desarrollando, la evaluación solo ha merecido la atención normativa indispensable, principalmente mediante el decreto 183/2008, aunque no ha tenido, en nuestra opinión, una traducción adecuada ni suficiente en la realidad cotidiana de los centros y
programas docentes de las distintas especialidades.
En el citado decreto de 2008 la evaluación de los
médico internos residentes (MIR) a lo largo de los distintos años de los programas distingue tres ámbitos esenciales:
formativa, anual y final.
La evaluación formativa tiene como objetivo esencial valorar si los residentes (género gramatical común) van adquiriendo las competencias correspondientes a cada momento del programa de formación y, también, permitir
detectar posibles deficiencias docentes de los centros y profesionales susceptibles de una intervención correctora.
El artículo 17 menciona las tres herramientas principales de la valoración formativa que son, a saber, las
entrevistas periódicas tutor-residente; diversos instrumentos o
pruebas como análisis de casos clínicos, ECOE, comprobación de habilidades, etc. que se pueden aplicar para valorar el progreso de la persona evaluada, y en tercer lugar
el libro del residente.
"Insistimos en la necesidad de introducir elementos fiables y objetivos en los procesos de evaluación formativa de los residentes, modificando una situación actual dominada por la subjetividad"
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Transcurridos 17 años desde la disposición normativa, seguimos observando que la
evaluación en el sistema MIR continúa centrada casi exclusivamente en las escalas sumativas anuales y la final mientras que siguen sin implantarse ni valorarse de forma mínimamente aceptable los distintos grupos de instrumentos de la formativa señalados previamente.
Una situación que explica el desprestigio de una evaluación básicamente subjetiva que en la mayoría de los casos es considerada como un mero trámite administrativo tanto por los evaluadores como por los evaluados y que no es particularmente útil para juzgar y comparar adecuadamente las
cualidades de los residentes ni, mucho menos, de las distintas
unidades y programas formativos.
Creemos que la evaluación estricta de los procesos de adquisición de competencia de los residentes y la final alcanzada --en unas
profesiones como las sanitarias que han de saber abordar con garantías suficientes problemas personales y colectivos determinantes para la
definición de la calidad de vida-- debería ser una preocupación esencial, prioritaria, de las administraciones y de las estructuras y
profesionales docentes.
Es por ello que insistimos en la necesidad de
introducir elementos fiables y objetivos en los procesos de evaluación formativa de los residentes, modificando una situación actual dominada por la subjetividad.
La estrategia de tutorización activa continúa, concepto introducido por las
Unidades Docentes de Medicina de Familia y Comunitaria de Catalunya a principios de los años 90 y que desarrolla el
papel proactivo de los tutores en el proceso de aprendizaje de los residentes, adquiere pleno sentido cuando se basa en instrumentos objetivos de valoración formativa que, además, permitan detectar problemas en la estructura, organización y actividades de las unidades y centros docentes.
Si persiste la pasividad actual de los actores implicados en este campo se está contribuyendo al
deterioro de un sistema como el MIR que tanto ha contribuido a mejorar la calidad de nuestro sistema sanitario.
Calidad que debería abarcar también una
adaptación de las competencias de los profesionales y, por ello, de los programas de formación a las dimensiones de la naturaleza humana y de la salud y la enfermedad, que además de la biológica, son la psicológica y la social, tema que merecerá un artículo específico en otro momento.