El sondeo revela baja percepción del riesgo entre los grandes consumidores



27 ene. 2016 14:19H
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Javier Barbado. Madrid
El médico de familia se revela como la primera ayuda a que debería acogerse una persona con síntomas de alcoholismo en España por delante del psicólogo, que es la cuarta opción preferida para resolver la adicción por detrás de las asociaciones de pacientes y los centros especializados.

José Zarco, Antoni Gual, Julio Bobes y José Ángel Arbechú, este miércoles en la Asociación de la Prensa de Madrid.


O al menos así lo considera la mayoría de los 4.250 ciudadanos (a razón de 250 consultados por cada comunidad autónoma), de entre 18 y 65 años, que han respondido al sondeo elaborado por Lundbeck cuyos resultados se han presentado este miércoles en la Asociación de la Prensa de Madrid.

A la pregunta de adónde acudiría si se percatase de que una persona de su entorno padece la enfermedad alcohólica, el 31,5 por ciento responde, en efecto, que el médico de cabecera sería la primera opción, a la que le siguen las asociaciones de alcohólicos (28,5 por ciento), centros de adicciones (19,3 por ciento), el psicólogo (5,5 por ciento), los servicios sociales (2,3 por ciento) y los familiares (dos por ciento), según ha dado a conocer el coordinador del Grupo de Intervención en Drogas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), José Zarco, como parte de los resultados de la investigación, que lleva por título ‘I Estudio Lundbeck: Percepción y Conocimiento del Alcoholismo en España’.

Del mismo apartado del informe, se deduce, sin embargo, que los más jóvenes (de 18 a 25 años) acudirían en primer lugar, ante la sospecha de patología por el alcohol, a un profesional de la Psicología, en tanto que los encuestados de 36 a 45 años despuntan con claridad por preferir al médico de Atención Primaria. Pero del dato que concierne a la juventud, el propio Arbesú ha mostrado su preocupación acerca de la escasez de psicólogos clínicos en el sistema sanitario público.

Para el 65 por ciento es el profesional adecuado

En la misma encuesta, los españoles justifican esa elección del médico de familia frente al alcoholismo en los conocimientos y habilidades de la especialidad: el 65 por ciento de quienes respondieron al sondeo, en efecto lo considera “el profesional adecuado para abordar los problemas de alcohol”, y, en otro apartado del estudio, se confirma la tendencia a juzgarle como el sanitario idóneo para resolver ese problema a medida que aumenta la edad del encuestado, siendo los de 46 a 55 años los más lo creen así.

Sin embargo –ha vuelto a advertir Zarco–, entre los más jóvenes (de 18 a 25 años), un 39,3 por ciento asegura que el médico de familia no es el profesional apropiado al que acudir si se padece alcoholismo (la franja de edad en la que esta opinión puntúa más alto), lo cual contrasta con que, esos mismos jóvenes, son los que más asocian con situación de riesgo consumos de alcohol que, en efecto, lo son conforme a las referencias científicas (más de seis unidades de bebida estándar –UBE– en un día, equivalente a más de media docena de copas, vasos o cañas de bebidas fermentadas como la cerveza, el vino, la sidra, el champán o la cava).

Esto es, los de menos edad son más conscientes, a priori, del riesgo de ingerir grandes cantidades de alcohol, y, al mismo tiempo, desacreditan all médico de familia como un profesional adecuado para afrontar ese problema.

Percepción del riesgo inferior a la realidad

En todo caso, merece la pena resaltar la principal conclusión del informe de Lundbeck, que esgrime datos muy recientes (se inició en marzo de 2014 y se concluyó en el mismo mes de 2015) y será publicado en breve en al menos dos soportes bibliográficos (la revista que edita la propia Semergen y otra titulada Adicciones): el 17 por ciento de la población española realiza un consumo de alcohol de riesgo y tan solo el 1,3 por ciento lo percibe como alto.

De lo que se deduce que, de ese 17,1 por ciento, la mayor parte “no tiene ni idea” de la toxicidad que entraña el consumo de alcohol, sin duda un potente neurotóxico al que se asocian multitud de enfermedades como hipertensión arterial, cirrosis hepática, depresión y cáncer, entre otras, según han puntualizado tanto Antoni Gual, jefe de la Unidad de Alcohología del Hospital Clínic de Barcelona, como Julio Bobes, presidente de Socidrogalcohol, y José Ángel Arbesú, coordinador del Área de Neurociencias de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).

Según ha explicado Gual, “el bebedor tiene poca conciencia de los riesgos que asume, porque siempre piensa que bebe menos de lo que realmente hace, y asume riesgos para su salud mayores de los que cree”, un fenómeno conocido en la práctica clínica como “mentalidad de usuario”, es decir, cuanto más alcohol se ingiere, menos se percibe el peligro de su daño y potencial adicción.

Preguntado por la causa de la enfermedad, Bobes ha dado a entender que los condicionantes sociales y culturales predominan como factores que la provocan; de hecho, menos de la mitad de los alcohólicos porta marcadores genéticos de la patología que dan lugar a cuidados psiquiátricos especializados con medicamentos antagonistas del tóxico.

Viejos tópicos todavía candentes

Por último, Arbesú ha señalado a algunos tópicos que persisten en la sociedad como, por ejemplo, asociar el hábito alcohólico y sus consecuencias a un “vicio” antes que a una enfermedad. Así lo cree, de hecho, el 12 por ciento de los encuestados en el estudio de Lundbeck, en tanto que el 33,7 por ciento considera que se trata de una patología, sí, pero que empieza por una actitud viciosa.
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