Una
embolia es una
falta brusca de riego a un determinado órgano, como consecuencia de la obstrucción de una arteria debido a la llegada de uno o múltiples trombos procedentes de alguna zona del cuerpo alejada del sitio donde se produce la embolia. El trombo viaja por la sangre desde el lugar donde se ha formado hasta un territorio lejano, y queda retenido en una zona estrecha de las arterias, por donde ya no puede pasar, impidiendo así un riego sanguíneo normal a la zona distal donde ha encallado. Al trombo que viaja por la sangre y encalla se le llama émbolo.
Las embolias mas frecuentes son:
-
Embolias de pulmón (tromboembolismo pulmonar). Son habitualmente producidas por trombos que viajan desde las piernas hasta los pulmones, en pacientes que tienen una trombosis venosa profunda a dicho nivel.
-
Embolias cerebrales. Son habitualmente producidas por trombos formados en el interior del corazón. En otras ocasiones se deben a trombos formados en la arteria aorta o en las arterias carótidas. Son responsables de la producción de ictus.
-
Los trombos formados en el corazón pueden dar lugar también a embolismos periféricos (falta de riego súbita a un brazo o a una pierna) o a embolismos viscerales (falta súbita de riego a zonas del hígado, bazo, riñón, u otras vísceras)
¿Cuáles son las causas de las embolias?
Las causas de las embolias son casi siempre
trombos formados en algún territorio determinado, que se desprenden y viajan por la sangre hasta taponar una arteria. Existen otro tipo de embolias (mucho más infrecuentes), debidas a taponamientos de la arteria por grasa (tras intervenciones quirúrgicas o tras traumatismos), lo que se denomina
embolismo graso, o por aire (embolia gaseosa).
Numerosas
enfermedades del corazón favorecen la formación de trombos en su interior, los cuales pueden salir y producir embolismos cerebrales, viscerales o periféricos. La
fibrilación auricular es la enfermedad del corazón que con más frecuencia se asocia con embolismos cerebrales y periféricos.
Los trombos en las piernas (trombosis venosa profunda) pueden producir embolias en el pulmón. Su formación es facilitada por la inmovilidad, siendo frecuentes en personas que han sido recientemente operadas, sobre todo tras intervenciones traumatológicas (fracturas o prótesis de cadera, enfermedades de la rodilla) y en personas que están inmovilizadas por fracturas de las piernas o por otros motivos, por ejemplo en hospitalizaciones o en viajes transoceánicos. Los trombos también se producen con más facilidad cuando existen diversas
enfermedades de la coagulación de la sangre, hereditarias o no, como las trombofilias, ante la presencia de cáncer, en las enfermedades autoinmunes, etc.
¿Cómo se diagnostican?
El diagnóstico de una embolia depende del lugar donde se produzca. En general consiste en:
-
Demostrar que existe una falta brusca de riego a un determinado órgano.
-
Encontrar que existe un lugar alejado desde donde proceden los émbolos.
Las
embolias de pulmón suelen producirse por trombosis venosas en las piernas. Su diagnóstico requerirá demostrar falta de riego al pulmón mediante un
TAC o una gammagrafía pulmonar y la presencia de trombos en las piernas generalmente mediante una
ecografía doppler.
Las
embolias cerebrales suelen precisar de un
TAC cerebral y de la realización de un
electrocardiograma o un ecocardiograma que demuestre alteraciones en el corazón que puedan ser responsables de la suelta de émbolos.
Las
embolias en órganos o extremidades suelen requerir para su diagnóstico de la realización de una
arteriografía (cateterismo).
¿Pueden prevenirse?
La prevención de la formación de trombos es muy importante para evitar embolias. Para ello se recomienda
evitar el encamamiento prolongado, hacer movilizaciones precoces tras una operación quirúrgica, realizar ejercicios con las piernas y pies en personas encamadas y, en situaciones donde el riesgo de que se formen trombos sea muy alto (pacientes operados, inmovilizaciones prolongadas, hospitalización, algunas enfermedades del corazón, enfermedades que favorecen la formación de trombos dentro de nuestro cuerpo), realizar
tratamiento preventivo con medicinas que eviten la formación de trombos. Estas medicinas pueden ser antiagregantes plaquetarios, como la aspirina en aquellas situaciones donde el riesgo de formación de trombos sea menor, o anticoagulantes, como la
heparina, el sintrom o los nuevos anticoagulantes, en situaciones donde el riesgo de formación de trombos sea mucho mayor.
¿Qué se hace si una persona tiene una embolia?
El tratamiento de una embolia depende de su localización.
En general suele recomendarse tratamiento
anticoagulante (para mantener la sangre más líquida) y evitar el crecimiento y la suelta de nuevos trombos desde el lugar de origen.
En situaciones muy concretas se puede
operar para quitar un émbolo que esté impidiendo la llegada de sangre a una determinada zona. Se requiere que la zona a intervenir sea accesible y, en general, solo puede realizarse cuando la embolia afecta a una extremidad. El émbolo puede extraerse abriendo la arteria o utilizando una especie de gancho que lo despega del interior de la arteria y lo arrastra hasta sacarlo (embolectomía).
En otras situaciones, cuando la embolia es muy grande y grave, y en función de donde se localice, puede estar indicada la
fibrinólisis sistémica o regional, que consiste en inyectar una sustancia que deshaga el émbolo y permita restaurar el flujo de sangre a la zona afectada. El éxito de este tratamiento es generalmente limitado y se acompaña de frecuentes complicaciones si bien numerosas situaciones hacen que el beneficio pueda ser muy superior al riesgo.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.