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12 may. 2015 19:46H
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El colectivo enfermero ha venido experimentando en los últimos 35 años un desarrollo a nivel profesional y laboral que está fuera de toda duda. En la actualidad, la Enfermería lidera con plena autonomía los cuidados de salud de la población, y su cualificación y competencias hacen de ella un motor imprescindible para el buen funcionamiento del sistema sanitario español.

El avance se ha producido en importantes logros que se han obtenido para la profesión, y, por ende, para el ciudadano como centro de la atención que  presta el enfermero, pero, ¿cuánto han costado, cuánto tiempo han llevado, cuanto más se podría haber conseguido ya..?

Son interrogantes sin una respuesta cierta y concreta pero, en mi opinión, a la profesión enfermera le cuesta todo más. Un ejemplo claro, y de plena actualidad, es el reconocimiento legal de la conocida como prescripción enfermera.

Si ya llevó años la aprobación, en 2009, de la Ley de Garantías y Uso Racional del Medicamento y los Productos Sanitarios, su desarrollo reglamentario aún está pendiente, después de múltiples peticiones en los despachos ministeriales y políticos.

Como en todo, no podemos hablar de un solo factor al que atribuir el coste del peaje que le toca pagar a la Enfermería cada vez que quiere recorrer más kilómetros en su desarrollo profesional, pero sí dedicaré mis próximas palabras a uno que creo que pasa más desapercibido de lo que debiera.

Me refiero a la falta de enfermeros en los principales puestos de responsabilidad de nuestro país. A cualquier persona que esté pendiente de la cambiante realidad del entramado público y político sanitario le costará mucho decir el nombre, no ya de varios, sino de un solo alto cargo que sea también enfermero.

Médicos, economistas y abogados copan aquellos puestos que realmente deciden sobre el presente y futuro del Sistema Nacional de Salud. Sobre su desarrollo en términos generales y también, por supuesto, sobre el de sus profesionales.

¿Por qué no hay enfermeros en estos ámbitos de poder? Sería iluso pensar que el mero interés de una persona por alcanzar un puesto de responsabilidad es más que suficiente para lograrlo. Hay muchos intereses ajenos (políticos, económicos…) que lo hacen posible, pero también es verdad que, además de todos ellos, lo que es esencial es que haya esa voluntad personal.
 
La pregunta entonces sería: ¿las enfermeras quieren estar en estos ámbitos de poder?

Lamentablemente, mi impresión es que somos un colectivo poco tendente a la acción que no quiere implicarse en tareas diferentes a las de su propio trabajo y responsabilidad.

Somos reivindicativos y sabemos sumar fuerzas para intentar conseguir lo que entendemos justo y de sentido común, pero nos falta cierta perspectiva general que nos haga darnos cuenta de que debemos estar en los principales ámbitos de poder si queremos cambiar las cosas.

Hace falta un paso adelante por parte de la enfermera pero también que aquéllas personas encargadas de hacer equipos institucionales y políticos vean que esta profesional, que ya gestiona recursos en su centro de trabajo y que tiene una gran visión de conjunto del funcionamiento del sistema, puede asumir perfectamente un rol más activo.

La Enfermería quiere avanzar y quiero hacerlo en un tiempo razonable. Quiere también que su voz se oiga y llegue a todo el mundo. Para ello, no existen fórmulas mágicas, pero sí factores que suman a favor. La presencia enfermera en los ámbitos de poder es uno de ellos.

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