Actualmente, con amplia difusión internacional, se está desarrollando una campaña muy costosa para cambiar el modo de fumar. Philip Morris International, la dueña de Marlboro, conocedora de que la población fumadora está disminuyendo en el mundo desarrollado, se ha propuesto mantener a los adictos a la nicotina y, si puede, incrementarlos. Tan lucrativo negocio no lo puede perder aunque el tabaquismo sea la primera causa evitable de muerte, haya provocado cien millones de muertos en el siglo XX y más de 50 mil fallecimientos anuales en España.

La campaña está ocupando lugares de gran visibilidad en los puestos de venta de tabaco y en espacios comerciales de gran asistencia pública. Todo ante miles de ojos, muchos de ellos niños y adolescentes.

Hasta ahora el consumo de tabaco ha sido casi exclusivamente por combustión en forma de cigarrillos, puros o pipa. La máxima temperatura la alcanza el cigarrillo que arde casi a 800°C. Las nuevas formas de fumar eluden la combustión e implican dos métodos diferentes: el cigarrillo electrónico (e-cigarrillo) y el calentamiento de tabaco (IQOS).

El e-cigarrillo

Originario de China, consta de un recipiente en forma de cigarrillo o similar, una batería interior para generar calor y una carga con una solución líquida que al calentarse  produce un vapor que vehiculiza diferentes sustancias para ser inhaladas (vapear). Existe una amplia oferta, desde cigarrillos de un solo uso a otros recargables con mayor o menor capacidad.

La solución líquida está compuesta por nicotina, propilenglicol, glicerina vegetal, y diferentes saborizantes. Al calentarse no solo se generan aerosoles de nicotina sino otros derivados del propilenglicol y la glicerina, como el formaldehído, un reconocido carcinógeno catalogado como tal por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer.

Por otro lado en el vapor se han encontrado metales como el plomo, el cromo y el níquel, siendo la concentración de este último superior a la liberada por el cigarrillo convencional. La concentración de nicotina en la solución es muy variable hasta una concentración máxima de 36 mg/ml. Una ingesta accidental superior a 6 mg/ml puede ser letal para un niño. La experimentación con el e-cigarrillo en animales de laboratorio ha demostrado hacerlos más susceptibles a las neumonías y al daño pulmonar en forma de enfisema.

Así pues, aunque la inhalación del e-cigarrillo se acepta como menos dañina que la del cigarrillo convencional no se puede asumir que esté exenta de riesgo.

Las asociaciones médicas internacionales aconsejan a las autoridades sanitarias prohibir este producto como ocurre en Noruega o Brasil, regularlo como medicamento para estudios de deshabituación tabáquica o, como mínimo, equipararlo legalmente al tabaco y someterlo a idénticos impuestos y las mismas restricciones.

Por otra parte, los jóvenes se ven atraídos por la novedad, la posibilidad de probar diferentes sabores (tabaco, frutas, chicle, café, menta, etc.) y la creencia de que se trata de algo mucho menos dañino que el cigarrillo convencional y casi inocuo.

Calentadores de tabaco (IQOS)

Este es el sistema de la actual e intensiva promoción de Philip Morris. Para darle cobertura se ha creado una fundación pseudo-ecologista con un capital inicial de un millón de dólares y bajo la denominación Foundation for a Smoke-Free World. Tanto la OMS como la sociedad Europea del Aparato Respiratorio ya han advertido contra ella y llaman a la no colaboración.

El método consiste en calentar en seco una preparación sólida de tabaco previamente tratada con propilenglicol. La temperatura, próxima a 350°C, no produce combustión sino una degradación térmica del tabaco que no llega a producir llama, no arde. El proceso es conocido por sus siglas en inglés EHTP  (Electrically Heated Tobacco Product). En el mismo se generan una serie de productos volátiles que se consumen por inhalación. Se utiliza con el dispositivo IQOS (I Quit Ordinary Smoking) que sugiere un cambio en la forma de fumar, promocionado como un método: sin combustión, sin cenizas, sin humo y con menos olor. Aunque los productos generados podrían ser catalogados como humo, se insiste en obviarlo para eludir su prohibición en lugares cerrados.

El IQOS presenta un diseño moderno y atractivo con un receptáculo, que hace de cargador, que se comercializa en diferentes colores y muestra gran similitud a los más modernos smartphones. Dentro del mismo se aloja un cilindro que al extraerlo sirve de cigarrillo y que dispone de un hueco en el que se aloja la carga de tabaco. La carga, conocida con el término inglés heet, se vende en cajetillas de 10 y 20 unidades. Tiene el aspecto y el tamaño de medio cigarrillo convencional; en su parte central aloja el tabaco y en ambos extremos un material de filtro, todo ello envuelto en una fina lámina de aluminio. Actualmente existen otros prototipos en investigación que se supone que pronto saldrán al mercado.

Los programas pilotos de este producto se inician en Japón en 2014 y en Suiza e Italia en 2015. La mayoría de las publicaciones al respecto están patrocinadas por la industria tabaquera. Su aparición es demasiado reciente como para tener evidencias científicas concretas sobre esta forma de fumar. No obstante, su objetivo principal es la administración de nicotina por vía inhalatoria y hay que asumir todos los riesgos sanitarios de esta sustancia. El único estudio independiente, realizado en la Universidad de Berna (Suiza) ha demostrado que este dispositivo libera el 84% de nicotina producida por un cigarrillo convencional y sustancias volátiles que incluyen carcinógenos reconocidos como el acetaldehído, el formoaldehído, el benzopireno y el acenafteno, este último en cantidades superiores al cigarrillo convencional. Aparte, se liberan otros tóxicos capaces de bloquear la hemoglobina como el monóxido de carbono. 

Teniendo en cuenta lo novedoso del producto, su apariencia de nueva tecnología y lo amigable de su diseño cabe suponer que este dispositivo incitará a los jóvenes a iniciarse o mantenerse en la adicción a la nicotina.

Tanto el e-cigarrillo como el IQOS seguirán asegurando el negocio de las compañías tabaqueras y el consumo de nicotina. De cualquier forma, la idea de inocuidad de estos dispositivos por no liberar los alquitranes producidos por la combustión del tabaco no puede ocultar el peligro de la nicotina como droga altamente adictiva, con importantes riesgos cardiovasculares y daño al desarrollo cerebral.

El papel de estos métodos en la deshabituación de los fumadores no se ha podido demostrar de forma categórica y la gran mayoría de los usuarios del e-cigarrillo continúan fumando cigarrillos convencionales y convirtiéndose en fumadores duales. Ambos métodos van a prolongar y extender la epidemia del tabaquismo por atraer a los jóvenes al consumo del cigarrillo convencional a través de iniciarlos en la dependencia nicotínica con un método que se presenta como moderno y poco dañino. Esta tendencia ya se ha objetivado en universitarios españoles.

Como quiera que la publicidad de los dispositivos para fumar no está sujeta a las restricciones publicitarias del tabaco cabe esperar una gran ofensiva promocional de estos productos que aunque no se explicite va dirigida al gran mercado: niños y adolescentes. Los padres, los educadores y los sanitarios estamos obligados a contrarrestar esta epidemia.