Como nos informa Charles Van Doren, René Descartes nació en La Haya-Turena que hoy se conoce como La Haya-Descartes en 1596 y murió en Suecia en 1650 a consecuencia de una grave pulmonía provocada por la exigencia de que diera clases de filosofía a las cinco de la mañana durante los fríos inviernos nórdicos.

Él siempre había sido de los que prefieren quedarse durmiendo en la cama hasta tarde y además odiaba el frío pero su mecenas, la reina Cristina, insistió en estudiar filosofía a las cinco de la madrugada y él no pudo negarse. Por no querer retrasar el inicio de la clase el  profesor se fue a la tumba y la reina se quedó sin clase el resto de su vida. Ignoró, ella,  el consejo de Santa Teresa de que la paciencia todo lo alcanza. No hay que ser impacientes.

Otra ironía en la vida de Descartes es que siendo un devoto católico sus escritos minaron más la autoridad de la Iglesia que las palabras de ninguna otra persona. Creó una metodología científica que no solo revolucionaría la ciencia sino también la forma en que la humanidad vive en el mundo.

Hacia 1639 después de viajar mucho, leer más y mantener una voluminosa correspondencia con los pensadores más avanzados de Europa, Descartes podía escribir una gran enciclopedia basada en un método de aplicación universal que permitía conocer cosas con certeza, pero ese mismo año se enteró de la condena a Galileo y, como el miedo guarda la viña, en vez la prevista enciclopedia, escribió un pequeño librito titulado 'El discurso del método', que en su primer párrafo destaca la autocomplacencia generalizada.

Dice así: "el buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen". En el libro exponía sólo el método para adquirir conocimientos dejando a los demás la aplicación de ese método para descubrir verdades polémicas.

Con este método basado en la duda que libra de todas las ideas preconcebidas, reduce el problema a una expresión matemática porque a cualquier punto real se puede atribuir un conjunto de coordenada cartesianas como las llamaría Leinbnitz,  y así demostró Descartes que Dios había creado el mundo y añadiría que seguiría funcionando por siempre sin su ayuda. Antes de Descartes la teología era la reina, después no.


"La constancia y la paciencia, junto a las cifras y el liderazgo, son los elementos fundamentales
de la persuasión"


Gracias a Descartes  también la gestión sanitaria tiene su método universal, a todos los niveles pues en todos se realiza se sepa o no que se realiza. Dicho método debe conocerse antes que cualquier otra cosa, no olvidarse  y menos transgredirse, por lo que le reiteraré y que se basa en dos premisas y seis disciplinas:

- 1.- Establecer un sistema informativo-contable que permita conocer en todo momento la cantidad, la calidad y el precio para poder comparar lo conseguido con lo previsto y actuar en consecuencia.

- 2.- Disponer de capacidad de mando. Consiste llanamente en "que los demás hagan lo uno quiere porque ellos quieren". Difícil asunto que exige que el cociente entre autoridad y responsabilidad, sea igual a uno. La autoridad superior a la responsabilidad   propicia el mando despótico. Al revés crea sensación de esclavitud con tendencia a la ansiedad e  incluso a la depresión.

Las seis disciplinas necesarias para gestionar adecuadamente, en el orden que se exponen, son las siguientes:

- 1.- Conocimiento de los hechos que consiste en tener formación suficiente  e información adecuada en el momento oportuno.

- 2.- Determinación de objetivos, que se concreta en cuantificarlos, poner fecha a su consecución y asignar el responsable de conseguirlos, con nombre y dos apellidos.

- 3.- Dotación de medios materiales, arquitectónicos, de personal y organizativos.

- 4.- Establecimiento de una adecuada estructura funcional que consiste en aplicar un organigrama que delimite las relaciones jerárquicas y las supervisiones.

- 5.-  Selección y motivación del personal, que es el aspecto fundamental pues en un lugar con tanta interacción personal como es el sistema sanitario, la satisfacción del enfermo y sus familiares está relacionada directamente con la satisfacción de los profesionales que les atienden. Se lee en el evangelio de San Mateo "de lo que abunda en tu corazón habla tu boca". El satisfecho transmite satisfacción.

- 6.- Evaluación de resultados, para comprobar si son los previstos o si, a la vista de su posible discrepancia, deben tomarse medidas correctoras ya que una mala idea se combate con otra mejor sin necesidad de descalificar a la persona y sin temor a la rectificación y al diálogo con los discrepantes, pues si se hace con los que opinan igual el supuesto diálogo es monólogo.  No se deben esconder los defectos pero tampoco flagelarse por ellos. En el famoso Instituto de Tecnología de Massachusetts (el MIT), del que han surgido, hasta la fecha, 78 premios Nobel, celebran los fracasos porque dicen que son los que más enseñan ya que unas veces se gana y otras se aprende.

La cuestión clave es dar repuesta armónica y justa a los intereses de las personas implicadas en  la atención sanitaria.

Ello se consigue:

a) En términos generales valorando el entorno que, por ejemplo, en Suecia, según Trägardh no hay un individuo más despreciado por un sueco que otro sueco que se escaquee de trabajar, pagar impuestos o cumplir la ley. Añade que la agencia más apreciada después de la Corona es la Agencia Tributaria. En USA todos cooperan, en China todos obedecen.

b) En el terreno de lo concreto la respuesta es que se armoniza con cifras y persuasión.

Las cifras son las obtenidas por medio de ecuaciones matemáticas conocidas. Se ha de calcular la necesidad, eficacia, eficiencia, equidad y calidad exigibles al modelo sanitario. La persuasión se refiere a la capacidad de convencimiento para la acción tras análisis, discusión y acuerdo. Para ello  deben aplicarse elementales normas de convivencia tales como que al inicio de la discusión la discrepancia y el fracaso son la regla y el éxito la excepción, que el discrepante no es un enemigo, que  es estúpido quedarse tuerto por dejar al oponente ciego, que desacreditar al oponente no puede rentar más que ganar el propio crédito, que lo placentero del éxito no es ver la cara de envidia de los oponentes, que creerse merecedor de halagos y adulaciones nunca produce hartazgo, que el halago debilita mucho, que la persona irritada transmite irritación, que si te quitan un botón no significa que te hayan desnudado, que el endeudado no es libre aunque los ricos nunca se consideran suficientemente ricos, que la corrupción se compone de avaricia y codicia, que a veces la memoria se refresca con una moneda, que la razón es de acción lenta pero duradera frente a la emoción que es de efecto inmediato y breve, que el talento consiste en transformar el conocimiento en resultados, que hay que distinguir las voces de los ecos, que hay que centrarse en la solución y no en el problema, que se envidia y odia a lo que se considera inalcanzable, que es de líderes hacer que los demás se sientan importantes como los ríos grandes lo son porque discurren en una cota más baja que sus afluentes, que no se trata de que uno gana y otro pierde sino de que todos pierden algo para todos ganar mucho.

Y finalmente, que la constancia y la paciencia, junto a las cifras y el liderazgo, son los elementos fundamentales de la persuasión y cuyos resultados deben aceptarse sin rencor ni tristeza.