En septiembre de 2011 iniciaba mi andadura personal en Twitter. Un apasionante camino hacia la conexión, la comunicación transversal, abierta y por tanto arriesgada, en las redes sociales. En aquel momento, una reseña de mínimo contenido en Twitter preguntaba opiniones sobre las “las tres manzanas que cambiaron el mundo”, la de Adán y Eva, la de Newton y la de Steve Jobs.

Ese mismo año, en una aproximación a la gestión del cambio, algo de lo que se viene hablando en el sistema sanitario desde hace décadas, compartí mi respuesta en una conferencia en Madrid, ahora, doce años después, el simbolismo de las manzanas aporta más sentido si cabe a la evolución de las organizaciones, sus directivos y el apasionante mundo de la gestión sanitaria, cuya función repercute de manera directa en cientos de miles de profesionales, que ponen su talento y empeño en algo tan importante como es la salud de las personas.

Hemos pasado la peor pandemia de la historia de la humanidad y cuando más necesitamos de todo lo aprendido durante estos terribles tres años, asistimos a cambios continuos en las organizaciones sanitarias y las gerencias hospitalarias. Cambian las caras, pero no la esencia del sistema. Parece que no aprendemos lo suficiente, desperdiciando talento, que es tan necesario en nuestro sistema sanitario. Probablemente nos falta información, pero la historia de las tres manzanas para el cambio podría ser útil para entender la toma de decisiones en salud y la evolución en el tiempo de sus organizaciones.

La manzana de Adán y Eva


Representa el origen, la vida y la lucha por la supervivencia. En nuestra cultura, que Adán mordiera la manzana de Eva supuso el castigo, salir del Paraíso y trabajar con el sudor de su frente para subsistir. Algunos de nosotros hemos crecido en la cultura del esfuerzo y la necesidad de ganarte tu pan, algo que las nuevas generaciones están cuestionando.

En el origen, el historiador israelí Yuval Noach Harari, autor del fenómeno Sapiens, que hace un apasionante recorrido por la historia del ser humano, refiere que hace 70.000 años organismos pertenecientes a la especie Homo sapiens empezaron a formar estructuras complejas llamadas culturas, y a partir de ahí nació la historia de la humanidad. Fueron años oscuros, después una edad media tenebrosa, llena de miedos y misterios, con guerras y enfermedades de supuesto origen divino, hasta que ocurrió la revolución científica, con la caída de la manzana sobre la cabeza de Newton.

La manzana de Newton


Representa el conocimiento y las leyes universales que rigen el universo. Fue la generadora del segundo gran cambio de la humanidad. La revolución científica ocurrió hace apenas 500 años, un tiempo muy corto si lo comparamos con el transcurrido desde el origen de la vida hasta la aparición de los homínidos, o los 70.000 años de Sapiens.

La revolución del conocimiento significó un cambio de paradigma en la forma de entender el mundo y de explicar las razones que justifican los hechos: la ley de la gravedad, la energía, la ciencia, las enfermedades y el universo. En estos últimos 500 años el desarrollo del conocimiento ha sido exponencial, y cada año asistimos a nuevos avances de la ciencia, de manera rápida y altamente eficiente.

La manzana de Steve Jobs


La tercera de esta historia, representa las conexiones y las interrelaciones humanas. El fundador de Apple en 1976, la compañía de la manzana, fue un auténtico innovador, y en pocos años estamos asistiendo a un cambio en la forma en la que se relacionan e interactúan las personas, a través de las redes sociales.

Este cambio ha supuesto una auténtica revolución social y nuevos paradigmas, desde el genoma humano y la Inteligencia Artificial a la simple toma de decisiones desde un despacho, algo especialmente importante en la ciencia, donde la tecnología y nuevas herramientas permiten compartir información y datos a nivel global y generar algoritmos que potencian el conocimiento, pese a posibles efectos colaterales.

En las organizaciones sanitarias y sus directivos, también existe una representación simbólica de las tres manzanas. Las hay que gastan su energía en sobrevivir, dedican tiempo y esfuerzo en procedimientos y tareas rutinarias como “limpiar” una lista de espera. Otras centran su esfuerzo en el conocimiento, y muchas, además de lo anterior, son capaces de innovar e interrelacionarse con éxito, trabajar en equipo y conectar personas (profesionales y pacientes), tecnología y conocimiento. Son organizaciones que generan espacios favorecedores para el desarrollo profesional de sus trabajadores, lo que potencia el trabajo en equipo, la investigación, la humanización y los resultados, mejorando la satisfacción de sus pacientes.

En las organizaciones sanitarias también encontramos directivos de diferente perfil. Los hay de primera manzana, de la de Adán y Eva, afanados por mantener sin sobresaltos el hospital o el centro que dirigen, y así poder sobrevivir. Son directivos que apuestan por la continuidad, la de su organización y la de ellos mismos, porque el miedo a un futuro incierto les preocupa, no innovan ni arriesgan ante un cambio, por más urgente y necesario que sea, y lo hacen por ellos mismos y por sus mentores.

Los directivos de segunda manzana han dado un salto cualitativo y cuantitativo. Centran su tarea en el cumplimiento inexorable de los objetivos de la organización que dirigen, generalmente impuestos por la autoridad a la que se deben. Su prioridad es cumplir el capítulo I, el II, los resultados, las listas de espera,… Les preocupa el desarrollo de sus servicios, la capacitación de sus clínicos, la docencia y la investigación. Son directivos del conocimiento, generalmente reconocidos como grandes gestores, que van de un hospital a otro, a lo largo de su carrera profesional.


"Apostemos por directivos que hagan de la vida de las organizaciones espacios saludables donde el conocimiento se ponga a disposición de la organización y de los profesionales"



Finalmente, algunos directivos son de tercera manzana, la manzana de Jobs, que además de luchar por la supervivencia de su organización y por aplicar el conocimiento y la evidencia en las decisiones que toman, lo hacen cultivando las conexiones y las interrelaciones personales dentro y fuera de la organización que dirigen. Son directivos de organizaciones innovadoras, donde se respira alegría y optimismo entre los equipos, que no tienen que luchar por sobrevivir, sino que disfrutan con la experiencia que les ha tocado vivir. Son directivos potenciadores del conocimiento, la capacidad tecnológica, la humanización, el aprendizaje, la mejora continua y sobre todo el trabajo en equipo, porque como dice Ignacio Martínez Mendizábal, Premio Príncipe de Asturias por el proyecto Atapuerca, “las conexiones humanas y la capacidad del trabajo en equipo, son claves de la evolución humana”.

El simbolismo de las tres manzanas del cambio podría quedarse en eso, un simbolismo, sin embargo, la cuestión es mucho más profunda y tiene una explicación en la Neurobiología. Fruto de sus investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro humano, Antonio Damasio, Neurobiólogo y también Premio Príncipe de Asturias, dice que el cerebro humano es vida-inteligencia-trascendencia. Es evolución y el simbolismo de las manzanas aquí también se repite en cada uno de nosotros:

El cerebro primitivo (Hipocampo y Paleocortex) manda en nuestras emociones y los instintos para garantizarnos así la supervivencia; la corteza cerebral (Neocortex con sus cien mil millones de neuronas), rige las funciones cerebrales superiores y el intelecto, y en las conexiones, los mil billones de conexiones intersinápticas, que se desarrollan a lo largo de toda la vida, es donde reside el conocimiento y la potencialidad del ser humano para aprender y desarrollar el sentido de trascendencia.

Apostemos por organizaciones sanitarias modelo “tres en uno”, y con directivos que las dirijan también “tres en uno”, que no se queden solo en la manzana de la supervivencia, ni conviertan exclusivamente su tarea en ocuparse del conocimiento y los procedimientos, sino directivos que hagan de la vida de las organizaciones espacios saludables con vida, donde el conocimiento se ponga a disposición de la organización y de los profesionales que la integran, facilitando la conexión de personas, pacientes y profesionales, el conocimiento y la tecnología, y todo ello de manera limpia y positiva.