En nuestro sistema sanitario, las aguas bajan revueltas. Con unos recortes que han hecho mella en la atención y en la investigación, una inversión global en 2017 inferior a la de 2009 (@sanidadgob), cuando la crisis económica ya había iniciado su andadura, unas urgencias saturadas, unas listas de espera cada vez más largas y con una derecha que exhibe en todo cuanto puede su gran entusiasmo privatizador, se percibe una importante sensación de crisis. 

Cuanto hemos enumerado lleva dándose mucho tiempo en el sistema sanitario. Contratos precarios para los jóvenes, campañas orquestadas que postulan una supuesta mayor eficacia de la sanidad privada —que nunca se demuestra con datos que la avalen—, y una influencia creciente del complejo industrial sanitario que marca con un gran protagonismo la agenda del gasto y de la propia atención sanitaria.

Pero al tiempo que nuestra sanidad pública se va quedando sin recursos, aquí debatimos sobre el absurdo de aceptar o rechazar unas donaciones de Amancio Ortega para equipos de diagnóstico y tratamiento de alta tecnología.

Esta polémica resultó largamente compartida en la última campaña electoral, con diferentes tonos, por distintos sectores, entre los que ha habido, además de políticos, asociaciones médicas, oncólogos, representantes de la sanidad privada, y defensores de la sanidad pública como Marciano Sánchez Bayle, que defendió los derechos de los ciudadanos a la salud y la igualdad de oportunidades.


"Mejor donaciones a la Pública que a Chiringuitos Privados que vivan de la Pública. Mejor también donaciones que recortes y privatizaciones. Y siempre, sin excepciones, que sean incondicionadas y altruistas"


Sin embargo, las donaciones del fundador de Inditex son solo una gota de agua en el océano de la sanidad pública, aún más en el de la salud pública. Una donación para infraestructuras sanitarias, lejos de ser un sistema ideal es, honestamente, una noticia a la que los progresistas no deberíamos oponernos.

También sería una gran noticia entrever la intención de garantizar la supervivencia de la sanidad pública con impuestos ajustados a la capacidad económica de cada ciudadano y con inversiones más eficientes en salud. Por supuesto, en tecnologías a la última, pero también en promoción de salud y Atención Primaria que, aunque menos impactantes, pueden ser más efectivas en relación con el coste-beneficio.

Mientras tanto... first things first, mejor donaciones a la Pública que a Chiringuitos Privados que vivan de la Pública. Mejor también donaciones que recortes y privatizaciones. Y siempre, sin excepciones, que sean incondicionadas y altruistas.

Nuestra inversión sanitaria es insuficiente desde hace años y las donaciones son el reflejo de las restricciones presupuestarias del momento. El deterioro de nuestros centros de salud y de nuestros servicios de urgencias habla por sí solo. Además, con este debate (donaciones sí/no), olvidamos lo esencial para adentrarnos en lo accesorio, y para favorecer con publicidad gratuita la propaganda que se pretende vetar.

Lo esencial son los recortes y las privatizaciones que han situado a la sanidad pública al borde del colapso y han favorecido a los seguros y a los centros privados. Lo esencial es el olvido de las políticas de salud pública, salud mental y salud laboral, así como de los determinantes sociales, ambientales y de género de la salud. Lo esencial es que el personal es la primera de las cartas que sostiene el castillo de la baraja sanitaria. Parece que hay alguien empeñado en quitarla. Lo esencial es el aplauso a la subasta a la baja de los impuestos en las campañas electorales, para luego lamentarnos de los recortes.

La injusticia fiscal en España se deriva básicamente de dos cuestiones:

- De una deficiente lucha antifraude, relacionada con una insuficiente dotación de la Agencia Tributaria,

- De la necesidad de una reforma que convierta nuestra fiscalidad en más progresiva y camine por la senda de una urgente armonización fiscal europea.

Es sabido que los ricos pagan pocos impuestos en España y que el sistema les permite múltiples opciones para la ingeniería fiscal en forma de deducciones y exenciones. Está claro que si no somos capaces de ajustar eso de otra manera, los donativos sustituirán a la justicia fiscal y el negocio privado a la sanidad pública.

Ante esta coyuntura, la mejora de nuestro sistema sanitario —que es lo que de verdad importa—, no será porque vetemos las donaciones, sino porque mejoremos la fiscalidad y la financiación. También la planificación y la gestión sanitarias, que son manifiestamente mejorables.

En resumen: los recortes de los últimos años y el afán privatizador de la derecha política son las causas del deterioro de nuestra sanidad pública. Con la trifulca bizantina de las donaciones nos enfangamos en una campaña de propaganda que convierte el altruismo que se predica en publicidad, y desviamos la atención de lo importante. A los agentes sociales y a los partidos de izquierda compete recuperar para el debate político los verdaderos retos de nuestro tiempo.