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26 ene. 2019 18:20H
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Nos hemos dejado influir por la sencilla idea de que existe un hueco perfecto y predestinado para nosotros. Una plaza muy concreta, en un lugar muy específico. Una bata blanca con nuestro nombre plastificado colgando del bolsillo superior, y allí estará nuestra felicidad profesional. Y siento decirte que te equivocas. Yo pensaba exactamente lo mismo.

Hice mi primer MIR soñando todos los días con una plaza de Residente en Psiquiatría. Y cuando no saqué un buen número, pensé que había fracasado. Lo intenté una segunda vez, otro año más (que se dice pronto) de simulacros, desgloses, frustración ante las preguntas falladas que me sabía y otra preparación más con la ambición de ser un residente en Psiquiatría. Y volví a estrellarme. Y recurrí a mi plan B de hacer Medicina Preventiva, no muy lejos de casa.

Sólo cuando ha pasado el verano y el invierno trae el peor frío (y las epidemias de gripe) me he dado cuenta de algo fundamental. Que me he presentado dos veces al MIR con la obsesión de ser psiquiatra, y que no lo conseguí en ninguna de ellas. Pero que no he fracasado ni una sola vez. Que en realidad tuve éxito pero no pude verlo. La concepción de éxito y fracaso depende de tus expectativas, y no hay camino más corto hacia la desesperada frustración que apostarlo todo a una carta, y no conseguir tu único propósito. Soy Daniel, residente de Medicina Preventiva. Orgulloso repetidor del MIR, y nunca creí que pudiera ser tan feliz en mi puesto de trabajo como lo estoy ahora.


Lo más probable es que jamás estudies algo tan complicado y denso como el MIR


Yo ya he transitado ese camino de datos médicos como balas de metralleta. Y también he conocido el caleidoscopio de relatos vitales que alberga la preparación al MIR. Cada uno de los opositores tiene su propia historia de éxitos y fracasos, pero todas son relevantes. Aunque la única que te debe importar es la tuya.

Verás. Durante la carrera, tenía un buen amigo que solía realizar un ritual de lo más curioso antes de los exámenes importantes. Estudiaba lo que tenía que estudiar los días previos, se preparaba adecuadamente, y la tarde entera de la víspera de gran examen jugaba a la Play sin ninguna preocupación. Yo también lo hacía, claro, pero luego no sacaba ni de lejos sus notas. Ni saqué una espectacular plaza de Oncología ni fui tutor de academia. Principalmente porque no tenía su inteligencia ni su disciplina de estudio, pero también porque no era capaz de relajarme el día de antes de un examen. Repasando hasta la puerta misma del aula, post-its de última hora, temas sin mirar... Y sin embargo, mi amigo ya tenía el trabajo hecho. Entraba silencioso al aula. Respondía. Triunfaba. Y a la salida te contaba el videojuego que tenía entre manos.
 
Tardé en entender que tras su despreocupación se encontraba precisamente una ocupación muy dedicada. Que cuando uno hace las cosas bien, ya puede dejar que el viento sople. Las velas de buena calidad no se rompen. Los barcos bien construidos no se escora.

Es impensable que en esta última semana podáis quitarle hierro al asunto. Os han dado cientos de consejos, pero me temo que en ese aspecto, los consejos sobre el MIR son como la homeopatía: que a alguien le funcione no signifique que sirvan de nada. No existen remedios magistrales.

Una de las lecciones más valiosas que me brindó el MIR después de deprimirme, frustrarme, darme ansiedad, quitarme hobbies, alejarme de mis amigos y arruinarme el ocio y las ganas de vivir durante meses, fue precisamente el autoconocimiento. Decía un filósofo, cuyo nombre no recuerdo (pero sospecho que fue el misántropo amargado de Schopenhauer) que sólo en la desgracia se conoce a los hombres. Y yo añadiría, que sólo en los peores momentos uno tiene una ventana abierta hacia lo más profundo de sí mismo. Es cuando te ves anulado, enterrado entre manuales y apuntes, y bloqueado por toda la información procesada, cuando aprendes a las duras cómo estudiar.

Yo no era precisamente un buen estudiante, y enfrentarme al MIR fue como disparar una pistola de mentira y que me mandasen directamente a la Segunda Guerra Mundial. Pero aprendí. ¡Vaya que si aprendí! Me dejé la salud mental, pero aprendí. Ahora estoy estudiando un máster y cuando me hacen exámenes tipo test (de 40 preguntas) y me dan dos horas para completarlo, me tengo que aguantar las carcajadas.

Lo más probable es que jamás estudies algo tan complicado y denso como el MIR. Lo que significa que a partir de que termines el examen y hasta el final de tus días, cualquier postgrado, diplomatura, máster, título de experto universitario o segunda carrera que quieras sacarte, puedas hacerlo sin apenas estrés y con buena nota.

Cuando los soldados sobreviven a la guerra y vuelven a la vida civil, además de trastornarse un poco, también se aburren poderosamente. No te digo que la vida tras el MIR sea un juego de niños, y tampoco te digo que sea dura. La vida es y seguirá siendo lo mismo antes que después del examen. Cojas o no tu plaza, tus problemas personales seguirán ahí. Tus seres queridos seguirán. Tus alegrías, penas, fortalezas y debilidades. Toda la luz del mundo y toda la sombra no han sufrido alteración ninguna, sólo tu percepción de ellas.

Hace un año, el 95 por ciento de mis preocupaciones se las llevaba el MIR (el cinco restante era sobre quién ganaría Eurovisión). Y ahora mis preocupaciones están tan alejadas de aquello que casi parece el relato de otra vida. Me resulta ajeno pensar en percentiles, notas y netas, opositores, cupos y demás jerga infernal. Mis preocupaciones actuales tienen que ver con los malditos gerentes de mi hospital, las pseudociencias que timan a los pacientes, si los incompetentes de mi servicio me dejarán hacer mi trabajo tranquilo o no…

A veces desearía que alguien me hubiese dicho, después de mi primer MIR sin plaza, que el mundo y la vida no tenía nada que ver con un número entre el 1 y el 10.000. Bueno, para ser justos me lo dijeron muchas personas, pero yo no les hice ningún caso. ¿Cómo que el MIR no es fundamental, si las alternativas a la especialidad son oscuras y albergan horrores? ¿Cómo que no pasa nada por repetir el MIR si casi me corto las venas con esta preparación? Y volvemos a la idea que todos tenemos o hemos tenido en la cabeza. Que el examen MIR es el examen alrededor del cual orbita todo nuestro sistema vital, como si ninguna de nuestras otras esferas (sociales, aficiones, afectivas…) tuvieran valor per se si no eres Pediatra en tal sitio o alguna cirugía cerca de casa.

Tonterías.


No pienses en si la felicidad tiene este año un título de especialidad o un nombre de hospital


Párate un momento y mira atrás. Eres médico. Tienes a tus espaldas años de sabiduría, aunque no la reconozcas como tuya. Tienes un título, un saco de experiencias y conocimientos. Si esto se trata de alzar un trofeo, tú ya has triunfado. No hay que ganar todas las batallas para vencer la guerra contra un examen.

Enhorabuena por haber llegado hasta aquí. Calma. En breve te harán otro examen. Y respirarás hondo, y marcarás lo que creas correcto, y saldrás al exterior tras cinco horas de desgaste mental a un mundo extraño. Estarás disociado, cansado y vacío. Pero al otro lado está esa vida que lleva aparcada meses. Al otro lado están los viajes con los que quieras recompensarte, las personas que te han aguantado esta preparación (y a las que les debes amor incondicional, porque asúmamoslo, un opositor MIR es una persona insoportable).

Descansa bien y recoge lo sembrado, camarada. No pienses en si la felicidad tiene este año un título de especialidad o un nombre de hospital. Piensa en salir del examen y poder decirte a ti mismo “he hecho todo lo que estaba en mi mano, y haré lo que pueda con los resultados”. No está de más recordar que a la única persona en este mundo a la que debes rendir cuentas es a ti mismo.  A por ello.


*PD: No podría haber escrito este texto sin la inspiración y la ayuda de varias personas, que por limitaciones de formato, no han podido participar con su narrativa en el artículo. Pero sería imperdonable no mencionarlas ni recomendar sus perfiles de Twitter o sus canales de Youtube. Ellos son opositores o médicos que han superado (o no) el MIR, y que forman una maravillosa e imprescindible comunidad de futuros sanitarios.
Son @MRandoalfuturo, @DiarioEMedicina , @Alberto1Vallejo , @EL_MIRstizo, @Gine_aprendiz @Manuel180694, @fateuser, @GlobuloAzul_ y @MRandoalfuturo.


Fabulosos médicos, mejores tuiteros.

¡Un abrazo, y todo mi ánimo!