El Gobierno acaba de ampliar la lista de enfermedades de declaración obligatoria. Ahora son sesenta, antes eran treinta y tres. Las enfermedades de declaración obligatoria, junto con la detección de brotes, y las redes centinela son una pieza clave de la vigilancia epidemiológica. Ésta es, a su vez, la parte más genuina y primigenia de la Epidemiología.

La relación de enfermedades clásicas, infecciosas, con genio epidémico evidente (que se ve), que históricamente han sido motivo de vigilancia en salud pública, se ha ido actualizando con el paso de los años. En realidad, cualquier enfermedad o problema de salud puede ser tratado desde el punto de vista epidemiológico. Y sometido a algún tipo de seguimiento. Pero en la vigilancia epidemiológica formal, sistemática y sistematizada, oficial, disponemos de una lista de esas EDO, acrónimo de enfermedades de declaración obligatoria, a las que dedicar permanentemente, sistemáticamente, nuestra atención.

Las unidades o servicios de epidemiología no sólo trabajan en momentos de gran impacto mediático. También lo hacen, y mucho, en los periodos de silencio epidémico. La epidemiología y la endemiología van de consuno.

Es muy interesante la situación que vivimos en la actualidad. Por una parte, hay cambios de patrón epidemiológico (por causas sanitarias, sociales, ambientales); por otra, la revolución informática y telemática, y, finalmente, las circunstancias de rango internacional.

La vigilancia epidemiológica consiste en reunir, analizar, difundir información y actuar cuando sea necesario: RADA (otro acrónimo, disculpen). Las dos aes son la parte más delicada. Analizar y actuar. Analizar sensatamente. Actuar de forma proporcionada, que es más difícil aún. Reunir y difundir son hoy en día los aspectos más factibles. A veces, exageradamente factibles. Algunos pueden caer obsesivamente en el vicio de reunir y reunir toda la información posible, y multiplicar los boletines epidemiológicos, con este u otro nombre, en bits o en webs, olvidando tal vez las dos aes y las pausas necesarias.

Marcelino Pascua -ilustre médico exiliado republicano español, profesor en los EEUU y funcionario de la OMS- modernizó los servicios de estadística sanitaria y propició el primer Boletín Semanal, allá por los años 30 del siglo pasado. De entonces acá ha llovido mucho. Si el doctor Pascua viera, pongamos por caso, el sistema nacional de vigilancia de la gripe actual y su bien diseñado boletín epidemiológico, o el I-MOVE, de seguimiento de la efectividad vacunal de esa misma enfermedad al compás de lo que acontece en la temporada, se asombraría, para bien.

La incorporación de las nuevas EDO en el listado español es una buena noticia. Pero hemos de plantearnos cómo gobernarlas. Las hay que amplían el grupo de las exóticas (fiebre del oeste del Nilo, dengue, por ejemplo); otras, el de las enfermedades de transmisión sexual; otras, el de las de transmisión vectorial, etc. Unas son de diagnóstico primordialmente clínico (herpes zoster); la mayoría son de diagnóstico microbiológico (salmonella, campylobacter, yersinia, criptosporidiosis). Con los recursos actuales –bastante diferentes entre las distintas comunidades autónomas, y dentro de ellas (gestión pública-privada)- habremos de abordar la vigilancia de todas ellas. Los boletines y webs verán duplicadas las columnas o filas de sus tablas, eso no será gran problema. Los servicios clínicos y los laboratorios habrán de diagnosticar y notificar, con la mejor discriminación a su alcance (serotipado, por ejemplo). Hay enfermedades como el dengue que ante un viajero procedente de país endémico puede sospecharse fácilmente, pero no en un enfermo con un cuadro gripal sin el antecedente de viaje; tras la sospecha diagnóstica, además, hay que disponer de un laboratorio con el material adecuado. Las enfermedades de transmisión vectorial, que ahora son bastantes (nueve), exigirán probablemente coordinación con la vigilancia entomológica en el ámbito local y regional para poder analizar (una A) la situación y actuar (la otra). Algunas nuevas EDO son infrecuentes o muy infrecuentes; pero otras, en cambio, sabemos que son muy comunes. Obtener información detallada puede suponer un gran volumen de información y una carga de trabajo sustancial que dependerá de cómo este estructurado el sistema de notificación en cada lugar.

Las listas pueden ampliarse o reducirse. La mecanización informática va a facilitar muchas tareas en la recogida y difusión de la información. Sin embargo, no hay nada que sustituya al análisis que hace un buen epidemiólogo. Diría a los que lo fían casi todo al acopio de datos (en tiempo real), que a veces no son datos sino gatos lo que suministran, gatos por liebre. Exagero un poco, sí, pero conviene advertirlo.

Ni por pensamiento creo que debamos renunciar a disponer de información de calidad sobre un buen número de enfermedades. Sean 30, 60, o aún si fueran más (¿rotavirus?). Pero posiblemente tendremos que adecuar los recursos, la estructura y los estamentos implicados en la vigilancia, de manera que seamos capaces de radear, cada una de ellas, con criterio. Lo veremos.


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