A pesar de que, como nos recordaba hace unos días un artículo aparecido en el New England Journal of Medicine (1), el alcohol acorta la vida de las personas a la sorprendente cifra de 26 años de media y el de tabaco en 10, ambas toxicomanías continúan gozando en muchos países, entre ellos el nuestro, de una amplia tolerancia cultural y cierta laxitud legislativa.

El artículo citado remarca también que "el consumo de alcohol no sólo resulta en pérdida de más años de productividad de la población, sino también en una carga enorme de enfermedades crónicas, lesiones, complicaciones psiquiátricas y factores externos (por ejemplo, daños a terceros por accidentes automovilísticos y efectos en familiares, como los hijos)".

Y nos recordaba que el incremento de la fiscalidad incide de forma clara sobre el consumo de alcohol y tabaco, sin que tampoco deba menospreciarse el hecho de que los impuestos específicos sobre estas substancias y hábitos también permiten generar mayores ingresos que, en el marco de una política fiscal bien diseñada y redistributiva, se pueden destinar a programas y actividades de prevención y control sanitario.

Es preciso que los legisladores, los responsables políticos y también los educadores y los propios profesionales sanitarios reconsideren sus prioridades en la lucha contra el consumo de drogas, centrada durante muchos años, tanto desde la perspectiva legislativa como policial, en la persecución de las incluidas en el grupo de las ilegales.

Estas tienen efectos personales y sociales muy negativos, pero afectan a una parte minoritaria de la población. Por el contrario, el tabaco y el alcohol, legales con ciertas restricciones, son consumidos por amplios grupos poblacionales y son contempladas con amplios grados de tolerancia cultural, muy vulnerables a las presiones de los sectores productivos e industriales correspondientes. 

En relación con este tema, 14 sociedades profesionales, científicas, médicas y sanitarias (2) acaban de editar un manifiesto con el que hacen pública su posición en cuanto a la prevención del consumo de alcohol y sus graves consecuencias tanto a nivel personal como colectivo. 


"El tabaco y el alcohol, legales con ciertas restricciones, son consumidos por amplios grupos poblacionales y son contempladas con amplios grados de tolerancia cultural"



El documento de las sociedades remarca que el consumo de alcohol es la segunda causa evitable de mortalidad con cerca de 15.000 defunciones anuales y que es uno de los factores relevantes que favorece el desarrollo de más de 200 problemas de salud, entre ellos la hepatopatía crónica, las enfermedades cardio-vasculares más prevalentes y hasta siete tipos de cánceres, sin menospreciar las psicopatologías y los problemas laborales,  familiares y sociales, así como los accidentes de tráfico con víctimas, en más de una cuarta parte de los cuales hay implicación del alcohol.

Las recomendaciones del documento evidencian que, a pesar de tener reconocidos beneficios, siguen sin ser aplicadas en nuestro país, al menos de forma estricta, medidas dirigidas a:

1) reducir la demanda aumentando los impuestos, regular la publicidad (especialmente en los ámbitos deportivos y educativos y los que reúnen a la juventud)

2)  etiquetar las bebidas alcohólicas con información sobre los riesgos para la salud

3) limitar la oferta regulando estrictamente la accesibilidad

4) implementar programas educativos

5)  mejorar la atención sanitaria y social con programas formativos para los profesionales

6) promover el ocio sin alcohol

7) priorizar la investigación preventiva

El documento resalta el lema 'Alcohol, cuanto menos mejor', convencidos de que cuanto menos consumo más beneficios para la salud porque no hay un umbral mínimo seguro. Una afirmación que contradice la proposición, ampliamente difundida, con el beneplácito de ciertos sectores de opinión y el apoyo de la industria alcoholera, de que el consumo moderado, particularmente de vino, es saludable.

La supuesta calidad saludable de cualquier producto está ampliamente resaltada por la publicidad a pesar de que son abundantes los casos en que el consumo de estas substancias no induce ningún cambio positivo demostrable en la salud de nadie. Otra cosa es desde luego, el placer que pueden producir.

El objetivo de disminuir el consumo de bebidas alcohólicas merece todos los elogios desde la perspectiva de la salud pública, aunque suprimirlo totalmente no parezca plausible. Sin embargo, no hay duda de que en determinados grupos y circunstancias, como personas menores de edad, jóvenes, durante el embarazo y la crianza y entre las personas que conducen vehículos, conseguir la abstención total es un ideal innegociable para la salud pública.


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(1) - Williams AR, Death and Taxes — Is Alcohol the Solution? N Engl Med 2025; - 392:1665-67 (https://www.nejm.org/doi/abs/10.1056/NEJMp2500793)

(2) -  https://sespas.es/2025/05/12/posicionamiento-sobre-el-consumo-de-alcohol/