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El proyecto del nuevo Estatuto Marco del personal sanitario ha conseguido aunar voluntades profesionales, sindicales y corporativas, adheridas a la convocatoria de un movimiento huelguístico de ámbito estatal cuyo propósito, al menos aparente, era la reivindicación de un estatuto propio y específico para el colectivo médico.

De acuerdo con diversas fuentes de información, la huelga ha tenido un seguimiento significativo, aunque con notorias diferencias entre las distintas CCAA, atribuibles a las variables capacidades de los respectivos sindicatos corporativos.

Hace ya más de veinte años que, desde puntos de vista dispares  -incluso contrapuestos- del espectro ideológico y asociativo, se viene reclamando a las autoridades políticas generales y del sector, la necesidad de abordar cambios profundos, significativos, en diversos elementos del sistema sanitario, desde la universalidad a la financiación pasando por una política coherente de recursos humanos, una mayor priorización de la Atención Primaria y Comunitaria y una política de inversiones fundamentada en la efectividad y valor añadido que puedan suponer para la mejora de la calidad de vida y salud personal y colectiva las nuevas prestaciones y tecnologías incorporadas al sistema.

La falta de respuesta de los decisores políticos a los mensajes procedentes de los distintos sectores mencionados antes, nos recuerda el célebre refrán “a palabras necias oídos sordos”. Ninguno de los distintos gobiernos que se han sucedido desde mediados de la década de los 90 del siglo pasado -progresistas y conservadores- se ha distinguido significativamente al respecto, en este ámbito específico, claro.

El eslogan de que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo -para muchos, el mejor incluso- una de esas afirmaciones que, con independencia de su significado real, alienta el chauvinismo, ha servido también para obstaculizar las preocupaciones que pudieran haber inquietado a bastantes de los responsables de las políticas sanitarias durante estos últimos años, blindando algunos anhelos de cambio de gobernantes y expertos colaboradores de uno u otro signo.

Los acontecimientos políticos de esta última legislatura, agudizados al extremo en estos días, sitúan las prioridades políticas en otros ámbitos, es obvio. Pero la calamitosa situación actual no puede utilizarse como disculpa para justificar las inacciones, y la mirada ciega o hacia otro lado, mantenidas durante años. Porque los problemas y las reclamaciones a las que nos referimos ya tienen décadas.

Sirva lo expuesto para justificar nuestra interpretación de que la reivindicación de un estatuto médico propio, motivo formal de la huelga médica del pasado 13 de junio, ha sido más bien el catalizador de un descontento profundo de los profesionales ante la falta de respuesta de las administraciones ante propuestas de mejora secularmente ninguneadas.

Seguramente y bajo el lema de “por una sanidad mejor para la ciudadanía y los profesionales”, la huelga podría haber sido asumida por el conjunto de los colectivos del sistema, sanitarios y no sanitarios, en el caso utópico de una acción sindical y colegial coordinada.

En estas mismas páginas ya manifestamos en su día nuestra opinión acerca del Estatuto Marco (ver Reforma del Estatuto Marco en sanidad) por lo que nos consideramos eximidos de insistir en nuestra visión crítica del mismo. Añadir solamente que su persistencia traduce, como en otros muchos casos, la falta de visión y capacidad de diseño estratégico de que hacen gala habitualmente nuestros dirigentes sanitarios.