Manuel Armayones, doctor en Psicología y catedrático en Diseño del Comportamiento en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
La inteligencia artificial (IA) ya forma parte del paisaje cotidiano de la sociedad y ya empieza a transformar, de manera irreversible, el
ejercicio de la Psicología. Para dar respuesta a esta situación, este viernes arranca el
VII Encuentro Hispano-Luso de Psicología, bajo el lema
“Inteligencia artificial, psicología y dilemas éticos”, organizado por el
Consejo General de la Psicología de España y la Ordem dos Psicólogos Portugueses, con el objetivo de analizar hasta qué punto la IA puede contribuir -o poner en riesgo- el bienestar mental.
Entre los participantes destaca
Manuel Armayones, doctor en Psicología y catedrático en Diseño del Comportamiento en la
Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que lleva años investigando cómo la tecnología moldea nuestras emociones y decisiones.
“El congreso se enfoca precisamente en la IA y la Psicología, y ahí distinguiría dos grandes dimensiones”, explica. “Por una parte, analizar el efecto que tiene la inteligencia artificial en las mentes de las personas: cómo nos comportamos, cómo nos sentimos, cómo actuamos, cómo se nos puede manipular a través de la IA. Y, por otra, la idea de que la tecnología tiene unos usos apabullantemente positivos, unos usos maravillosos que pueden ayudarnos a hacer un mejor diagnóstico o acompañar en el tratamiento”.
Armayones reconoce que la inteligencia artificial
abre un abanico de posibilidades inéditas para el acompañamiento psicológico: “Se pueden tomar muchos más datos de las personas, se pueden utilizar sistemas de alerta para avisarles de que tienen que registrar sus constantes, hacer los ejercicios que se les indica o realizar psicoeducación a través de aplicaciones móviles que, en función de los datos que reciben, pueden ayudar al psicólogo”. Pero advierte:
“Todo eso debe hacerse bajo la supervisión de un profesional colegiado, igual que a mí, que no soy médico, no se me ocurriría utilizar un ecógrafo para jugar. Estas herramientas solo deberían ser utilizadas por psicólogos”.
Para el catedrático, la clave está en el equilibrio entre innovación y ética.
“No se va a sustituir al profesional”, insiste, “pero sí desaparecerán los psicólogos que no se formen y no utilicen inteligencia artificial. Es una tecnología que está aquí, que ha llegado para quedarse, y no podemos cerrarnos a ella”. Armayones recuerda que la IA ya está modificando el modo en que los pacientes se relacionan con la información, y que la profesión debe adaptarse a esa nueva realidad.
“Vamos a necesitar formar a los psicólogos más en inteligencia artificial, y también formar a la población para ofrecerles la mejor tecnología al servicio de la salud, pero siempre bajo la responsabilidad de un profesional”.
Revisión de los algoritmos
Su mirada va más allá de la clínica: “Habrá que pensar en algo parecido a un sistema de salud pública cognitiva. Igual que en salud pública se hace vigilancia epidemiológica, los psicólogos vamos a tener que ayudar a empresas y administraciones a revisar cómo están diseñando los algoritmos, qué tipo de persuasión están utilizando, qué técnicas de influencia aplican.
Eso es pura Psicología”.
Armayones subraya que esta nueva dimensión del trabajo psicológico implicará también proteger a la ciudadanía de los riesgos de manipulación emocional o ideológica. “No deberíamos dejar a un niño solo frente a una tecnología que puede llevarle a temas sexuales, ideológicos o de consumo sin control.
Tendremos que ayudar a vacunar, con vacunas cognitivas, para que las personas comprendan cómo se les puede influir y cómo proteger su autonomía”.
Esa función preventiva y educativa, cree, será tan importante como la terapia tradicional: “Vamos a tener que colaborar con antropólogos, sociólogos y otros profesionales para entender este cambio global. Igual que se hace prevención en salud pública con campañas bien fundadas,
tendremos que hacer prevención psicológica sobre el uso ético y saludable de la inteligencia artificial”.
Transformación de la vida emocional
El investigador también llama la atención sobre la velocidad con la que el mundo digital transforma la vida emocional: “Lo que está pasando ahora es un cambio de especie humana. Desde la aparición de ciertas plataformas en 2022, todo se ha acelerado. Vamos a tener cada uno una herramienta personalizada, entrenada con lo que necesitamos, que conocerá cómo escribimos y actuará como asesor. Eso va a cambiarlo todo: la productividad,
las relaciones laborales y la manera en que nos sentimos útiles o sustituidos”.
Armayones celebra que el encuentro hispano-luso permita reflexionar sobre todo ello con una mirada compartida: “Estos encuentros son imprescindibles. Portugal es un país con grandes figuras en Psicología y aprendemos muchísimo los unos de los otros.
Este tema preocupa independientemente de las fronteras y la lengua”.
Y concluye con una llamada a la evidencia: “Podemos tener muchas opiniones, pero las creencias y las opiniones sin datos son eso, opiniones. Necesitamos generar evidencia de lo que funciona y de lo que no funciona, de las fronteras positivas y negativas. Identificar el problema es el primer paso. Después vendrán los proyectos y las soluciones”.
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