Médicos de diferentes especialidades diseñan un modelo para prevenir este problema de salud pública

Expertos en Familia y Geriatría señalan la necesidad urgente de un plan de desescalada de psicofármacos en España.
Manifestación en Estados Unidos contra el drama de los adictos al fentanilo.


7 oct. 2023 9:00H
SE LEE EN 7 minutos
En los últimos años, España ha sido testigo de un aumento alarmante en el uso de opiáceos, antidepresivos y ansiolíticos, medicamentos que se utilizan para tratar una variedad de condiciones de salud mental y física. A medida que estos fármacos se vuelven cada vez más comunes en la vida cotidiana de las personas, la dependencia de ellos se ha convertido en una preocupación significativa para los profesionales de la salud. Para abordar este problema, se convierte en necesario implementar un plan de desescalada, del que el sistema de atención médica español todavía carece. Para comprender mejor esta necesidad, Redacción Médica ha hablado con profesionales de Familia y Geriatría para que ofrezcan su visión y experiencia sobre el asunto.

Uno de los problemas que más acentúa el alto consumo de este tipo de medicamentos, parte de que vivimos en una época donde el inmediatismo ha reemplazado al enfrentamiento de las emociones. Así lo explica Montserrat García Bello, médica de Familia.  “Como sociedad nos está costando cada vez más lidiar con las emociones y con el dolor que conlleva una determinada situación que pudiera ser de varias índoles, como una adaptación a un cambio de situación laboral, la pérdida de seres queridos o estrés emocional por las vidas frenéticas que llevamos”, explica.

Para ella, aunque es evidente que existen duelos “que pueden llegar a oscurecer la vida de quienes los padecen”, también hay muchos casos en los que “la respuesta no está en alguna medicación, ni en poner parches a emociones que deberíamos poder manejar con herramientas basadas en la psicología y en la gestión y autoconocimiento de emociones, unos métodos que no generan la dependencia que generan los psicofármacos”.  


El papel de los psicólogos clínicos, clave en el proceso


Uno de los mayores problemas que Bello encuentra en cuanto al seguimiento de estos casos, es que los médicos, a menudo, se encuentran con un tiempo de consulta bastante limitado, especialmente en el caso de Familia. “La mayoría de veces no podemos dedicarle el tiempo que un paciente con problemas de la esfera psíquica requiere. Solemos citarlos en momentos que podamos prestarles más atención y más tiempo; sin embargo, la saturación en nuestras consultas nos impiden que sea la frecuencia y el tiempo adecuado”, comenta.


"Buscamos en los antidepresivos la pastilla que nos dé la felicidad o que nos haga olvidar los problemas"



Por este motivo, los psicólogos clínicos juegan un papel clave en estas situaciones. “Si pudiésemos ofrecer a los pacientes un apoyo de terapia psicológica con menor lista de espera y mayor número de sesiones, entre otras cuestiones, podríamos mejorar la incidencia y prevalencia de la dependencia a psicofármacos en un futuro”, explica Bello. Este también es el camino a segur para el médico de Familia, Raúl Calvo, que considera que, en el caso de los opiáceos, “es imprescindible el abordaje del dolor desde una óptica no tan farmacológica: opciones de psicoterapia, grupos de pacientes expertos, terapias de ejercicio físico, grupos de apoyo, actividades de ocio, fisioterapia…”, explica.

Por otra parte, considera que los antidepresivos y los ansiolíticos “se utilizan demasiado en trastornos leves que probablemente podrían ser superados con un tiempo suficiente de escucha de los pacientes y con psicoterapia tanto individual como grupal impartida por psicólogos expertos”. En su opinión, lo más importante es "solventar aquellas situaciones que nos conducen a solicitar esa ayuda farmacológica", explica. "Eso implica no perder de vista el objetivo de salud en todas las políticas que se implementen, ya sean laborales, familiares, económicas, o sociales, antes de buscar en los antidepresivos la pastilla que nos dé la felicidad o que nos haga olvidar los problemas".


Implicar a la sociedad en los planes de desescalada


Para Calvo, uno de los inconvenientes que presentan, por lo general, los planes de desescalada, es que en muchas ocasiones “tienden a ser demasiado mercalizadores”. “Se centran en los médicos, que al final somos en gran medida responsables de la situación creada, pero si consiguiéramos implicar a la sociedad en su conjunto en superar este problema sería, probablemente, mucho más sencillo”, señala.

“Hay que abordar muchas más facetas de las que puede hacer frente un sistema sanitario, sin la participación de otros ámbitos sociales, creo que será muy difícil que prosperen. Y eso requiere implicación y por supuesto, presupuesto”, explica. “No tengo tan claro que deban ser liderados por médicos”.


"La creación de un plan de desescalada de este tipo de fármacos es una necesidad imperiosa y de aplicación inmediata"



Por este motivo, la creación, además, de un programa de divulgación de información sobre los peligros del uso de este tipo de fármacos, acompañado del seguimiento de un especialista, resulta también una opción interesante a plantear de cara a un posible plan de desescalada, tal y como detalla María Amparo Rodríguez, especialista en Geriatría.

Para ella, la creación de un plan de estas características “es una necesidad imperiosa y de aplicación inmediata”. Como geriatra, considera que juega un papel muy importante, en este asunto, ya que la población a la que atienden a diario son “altamente consumidores” de dichos fármacos.


Planes de desescalada individuales orientados a cada paciente


Rodríguez cree que la primera medida a la hora de implementar un plan de este aspecto “es conocer realmente quiénes son los usuarios de estos medicamentos y, una vez identificados, elaborar una historia clínica completa en la que se contemple los motivos de su uso y ver si estos persisten, para plantearse posteriormente el inicio del descenso de dosis, retirada o búsqueda de otras alternativas farmacológicas”.

“A partir de ahí se trata de plantearse un plan individualizado centrado en el paciente, en el que haya implicación del equipo sanitario”, comenta.  “Ante todo, para poder iniciar un desescalado, se debe elaborar un plan que incluya, desde el inicio, un registro con una valoración global inicial del paciente, datos clínicos, aspectos psicosociales y farmacológicos, así como tiempo y duración del tratamiento, causas, eficacia de control de síntomas”, detalla.

Tras esto, los profesionales ya podrían disponer de los datos necesarios para iniciar la desescalada “monitorizando los descensos paulatinamente y llevándolo a cabo de manera lenta y progresiva, para poder registrar posibles recaídas y posibles alternativas”, concluye Rodríguez.
¿Quieres seguir leyendo? Hazte premium
¡Es gratis!
¿Ya eres premium? Inicia sesión
Las informaciones publicadas en Redacción Médica contienen afirmaciones, datos y declaraciones procedentes de instituciones oficiales y profesionales sanitarios. No obstante, ante cualquier duda relacionada con su salud, consulte con su especialista sanitario correspondiente.