Estudiantes de Medicina.
La
bata blanca llega con una mochila invisible. Para los
estudiantes de Medicina de la Universidad de São Paulo (Brasil), esa carga no son solo libros, guardias y prácticas:
son las horas que no alcanzan y las familias que quedan lejos. Un estudio recién publicado ha puesto cifras y testimonios a lo que muchos intuían: la gestión del tiempo y las demandas familiares son los dos estresores más frecuentes durante los doce semestres de la carrera.
En el lado académico, el reloj es un enemigo silencioso. Las jornadas se dilatan con clases, ligas, trabajos y prácticas que dejan poco margen para descansar. “Al principio, la gestión del tiempo era mi principal dificultad… me involucré en muchas actividades sin considerar la carga de trabajo”, confiesa un estudiante de primer año.
La sobrecarga no distingue etapas, pero se vuelve especialmente aguda en los últimos semestres, cuando el internado consume horas y energías.
Fuera de las aulas,
la vida personal tampoco da tregua. La mayoría estudia lejos de casa y arrastra el peso de la distancia, las obligaciones familiares y, en ocasiones, situaciones críticas.
“Homesickness y poco tiempo para visitar mi casa por las demandas del curso”, relata un alumno a punto de graduarse. Otros hablan de enfermedades de parientes, duelos recientes o falta de apoyo para compatibilizar estudio y cuidado familiar.
El estudio (que encuestó a 105 estudiantes de cinco titulaciones sanitarias, de los que
49 eran de Medicina) no encontró diferencias en el número total de estresores frente a otras carreras, pero sí en su naturaleza.
En Medicina, los inicios están marcados por la adaptación a un nuevo ritmo y entorno; el tramo final, por tensiones con la estructura del curso y las relaciones con el profesorado durante las prácticas clínicas.
Estudiantes de Medicina con problemas económicos
Aunque en segundo plano, aparecen otros factores que no son menores: conflictos con compañeros de piso o clase, dificultades de aprendizaje, métodos docentes poco motivadores, problemas con supervisores e incluso carencias organizativas en los hospitales universitarios.
Uno de cada cinco estudiantes de la muestra total presenta niveles altos de estrés percibido, y entre ellos son más comunes las
dificultades económicas y los problemas de salud mental como ansiedad o insomnio.
Los autores del trabajo no se limitan a diagnosticar el problema.
Proponen desde talleres de gestión del tiempo y programas de mentoría que acompañen al estudiante durante toda la carrera, hasta formación específica para supervisores y un apoyo financiero y psicológico más accesible. Porque, como recuerdan, el impacto del estrés no depende solo de cuántos frentes abiertos tenga un alumno, sino de sus herramientas para afrontarlos.
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